POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En Ulea, a mediados del siglo XIX, se celebraba el mercadillo semanal, en la Plaza Mayor (en la actualidad, Plaza de la Constitución). Ese día semanal, era el domingo.
Sin embargo, los mercaderes, que arribaban a la ciudad durante la madrugada, con el fin de qué, al amanecer el día, tuvieran sus puestos montados, vociferaban sus productos, con tal énfasis, que armaban un murmullo enorme; tanto, que perturbaban la celebración de la santa misa dominical, ocasionando -como consecuencia- la distracción de los feligreses.
Por si fuera poco, los mercaderes que tenían puestos de verdulería, además de hablar chillando, proferían palabras malsonantes y, con frecuencia, blasfemaban. De ahí el dicho : Pareces un verdulero, cuando hablas.
Ante todos estos desórdenes cívicos, el señor cura propio Joaquín López Yepes y el coadjutor Martín Martínez, entablaron una verdadera cruzada, con el fin de recuperar las buenas costumbres de la feligresía.
Su campaña -con el Vº Bº del señor alcalde Joaquín Miñano Pay- comenzó a dar sus frutos al conseguir trasladar el día del mercado a los lunes, en lugar de los domingos y, de esa manera no coincidir con el horario de la misa dominical; ni demás ritos religiosos. Este logro se consiguió con el apoyo de la corporación municipal, aunque el mercadillo seguía celebrándose en la Plaza Mayor.
No obstante, el gran problema -según los clérigos- seguía siendo la maledicencia e incluso, la blasfemia.
Tal fue el empeño de los sacerdotes Joaquín López Yepes y Martín Martínez, que solicitaron una entrevista con el Alcalde D. Joaquín Miñano Pay y su corporación municipal, exponiéndoles los problemas ocasionados por los mercaderes y, elaboraron, el día 23 de abril del año 1851, un documento que leían durante las homilías dominicales, a la vez que comisionaban al alguacil y rematante de los arbitrios de vendedores ambulantes en los mercadillos semanales, exhortando a que cambiaran de actitud y recobraran el camino de los buenos hábitos a la hora de hablar y pregonar sus artículos frutícolas y hortícolas y, si así lo aceptaran, evitar las sanciones a quienes profirieran palabras malsonantes y blasfemias.
El Memorial elaborado por el cura párroco de la iglesia de San Bartolomé decía lo siguiente:
D. Joaquín López Yepes, cura propio y asignado de la parroquia de Ulea, exhorta a los vendedores ambulantes, en general, y, a los verduleros en particular, que ponen sus puestos en la Plaza Mayor y sus inmediaciones, que no vociferen ni profieran blasfemias; que no hagan ruidos excesivos, ni dejen sueltas sus caballerías, ya que perturban las confesiones y distraen a los feligreses que acuden a la misa dominical; y lo que resulta más grave: “pronuncian voces descompuestas y palabras indecentes” que se profieren en las mismas puertas del recinto sagrado.
Además, como muchos mercaderes venían de pueblos distantes, llegan a deshoras de la noche con el fin de tener su puesto montado al amanecer el día, ocasionando el desvelo del sueño de los pacíficos uleanos, debido al constante ruido de los mercaderes y sus caballerías. De todas estas costumbres, se desprenden desacatos, ofensas y sacrilegios contra Su Majestad Divina, sin poderlos remediar el suplicante.
Sin embargo, con gran dolor, se han hecho las diligencias ante el Consistorio, para qué: considerando los excesos, tan dignos de remedio, se sirva aplicar, el Ayuntamiento, la correspondiente sanción, como se espera de su cristiano celo.