POR ANTONIO ORTEGA SERRANO, CRONISTA OFICIAL DE HORNACHUELOS (CÓRDOBA)
Estimados compañeros de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. En nombre de la Villa de Hornachuelos, mi pueblo, como Cronista Oficial de este pueblo Serrano; deseo presentarles en estas fechas tan especiales que se están celebrando en todos los lugares de nuestra piel de Toro. Fiestas de la Semana Santa o Semana de Pasión. En su primera parte: de dolor, devoción y misericordia cristiana… por la flagelación y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y en su segunda: que después del Viernes de Santo, se tornan en alegría; porque una vez pasado el Sábado de Gloria y llegado el Domingo de Resurrección, Nuestro Señor, según la Biblia, Resucita de entre los muertos y, sube al Cielo a sentarse a la derecha del Padre, donde permanecerá hasta el fin de los siglos, ¡Amén!
Deseo homenajear, a un gran amigo que fue Presbítero y después Párroco de Hornachuelos, mi pueblo, con mis agradecidas palabras de feligrés y mejor amigo a un hombre excepcional, que nació el día 19 de octubre de 1929 en Fuente Ovejuna, la “Fons Mellaría” romana, zona minera y de metamorfosis enraizada en la solidez diamantina del Valle de los Pedroches y abierta a la sazón geológica y fecunda de las tierras de Sierra Morena, circunstancia que reafirmará la singularidad básica de su identidad. Me refiero al ínclito sacerdote y Prelado de Honor de S.S. el Papa Juan Pablo II, (Hoy San Juan Pablo II), D. Miguel Castillejo Gorraiz, Presidente de la Fundación Miguel Castillo, que después de haber pasado por ser: Párroco de esa Villa, sustituyendo a D. Pedro Barona, por jubilación en su avanzada edad, siguió “pastoreando” a su rebaño durante algunos años más.
Miguel, era un joven alumno que había ingresado en el Seminario de San Pelagio de Córdoba, en el que cursó íntegramente los estudios eclesiásticos. Fue ordenado Presbítero el día 28 de junio de 1953 y, que después de haber sido titular de la Parroquia de Santa María de las Flores de Hornachuelos y la de San Calixto (Aldea fundada por D. Francisco Sánchez-Gadeo y Calvo, basándose en las disposiciones de Carlos III, para la creación de las “Nuevas Poblaciones de Andalucía”, diferenciándose de aquellas, en que ésta se hacen con familias españolas, de procedencia más o menos cercanas, pero no extranjeros, otorgándoseles a todas aquellas familias adineradas que puedan acometer estas funciones toda clase de exacciones fiscales, beneficios, e incluso la autorización para percibir un diezmo de la población como si fuesen obras realizadas por el Estado, llegándose a establecer la Gracia de conceder título de Barón de San Calixto, si se cumplían las disposiciones de crear este tipo de nuevas poblaciones). Al mismo tiempo que la aldea, se construyó, la Iglesia, solicitada y aprobada como Parroquia por el Obispo de Córdoba don Pedro Antonio de Trevilla. Que se inauguró el día 20 de Abril de 1834, bajo el obispado de Monseñor D. Juan José Bonel y Orbe, concediéndosele el derecho de patronato a don José Sánchez-Gadeo y Subiza Melero hijo del fundador, que fallece en Granada el día 3 de Septiembre de 1833, y, que había hecho un testamento privado en San Calixto el día 23 de Septiembre de 1832, en el que se nombra subdelegado, el Intendente Juez Protector y Conservador, al Alcalde Mayor de Peñaflor don Francisco Javier de la Cova.
Para poder familiarizarse con el polivalente y extenso currículo de este preclaro hombre de Dios, habría que retroceder en el tiempo y partir desde aquel joven tonsurado de evidente personalidad y grandiosa humanidad, que llegó a la Ilustrísima Villa de Hornachuelos, en la que impartió su misión evangelizadora, desgraciadamente por un corto espacio de tiempo, pero que dejó una indeleble huella marcada en los habitantes de esta califal ciudad, enclavada en la cima inexpugnable de una montaña rocosa en las estribaciones de Sierra Morena. Allí fue un empírico pastor de almas, en el que su comportamiento de un verdadero padre, demostró su grandiosidad impartiendo en todo momento su extraordinaria bondad, comprensión y solidaridad, muy necesaria en aquellos tiempos de necesidades de todo tipo y carencias que asolaban la España de la posguerra civil española y la 2ª Guerra Mundial. Yo tuve la suerte y me siento muy orgulloso de ello, de conocerlo y tener el privilegio de que me contara entre sus amigos. Desde Hornachuelos fue trasladado a su pueblo natal Fuente Ovejuna, siempre fue un hombre estudioso y entusiasta, en el que resaltan, de manera singular, valores que constituirán las constantes que irán aflorando en diferentes manifestaciones a lo largo de su dilatada existencia.
En él se podía apreciar su tenaz afán de promoción intelectual, de carácter puramente humanístico, patente no sólo en sus temas de investigación sino también en su vocación docente.
En cuanto al hombre, se puede apreciar una fuerza auténticamente envidiable, con la mirada siempre puesta en el horizonte y con una arraigada personalidad, que le lleva al camino verdadero de un mecenas de la cultura, ayudando a todos y cuantos le piden su apoyo y su consejo. En el sacerdote, podemos ver, sus dotes de buen orador, su conocimiento exhaustivo de las Sagradas Escrituras y sus extraordinarias cualidades de docente de la evangelización, su profunda preocupación por la religiosidad popular en sus diferentes manifestaciones y su fuerte inquietud y compromiso con la promoción social de su entorno. Resumiendo, un gran hombre para los hombres y un gran predicador para la iglesia.
Con este tesón fuera de lo común y estas armas, comienza a escalar los puestos más importantes y asumiendo diferentes responsabilidades pastorales, en cuyo detalle no podemos detenernos. Pero aún así, no se pueden pasar por alto tres importantes fechas en su vida:
En octubre de 1973 y marzo de 1977, se levanta como auténtico un hito en su carrera sacerdotal y en su capacidad como gestor financiero, en la primera fecha, tras realizar una muy brillante oposición, es investido con la dignidad de Penitenciario del Excelentísimo Cabildo Catedral de Córdoba, que es el momento de su ingreso, como miembro nato, en el Patronato de Fundación del Monte de Piedad y Caja de Ahorras de Córdoba, cargo inherente a la dignidad de Penitenciario, pasando a ejercer la responsabilidad de Presidente de la Obra Social. En la segunda fecha, es nombrado Presidente del Consejo de Administración de la entidad financiera. Y la tercera fecha, en abril de 1994, para él, posiblemente la más importante de las tres, y es, cuando recibe los nombramientos de Prelado de Honor de su Santidad y de miembro de la Fundación Juventud y Esperanza del Consejo de Laicos del Vaticano.
Es evidente que no podemos detenernos a glosar la prolífica e ingente labor que ha realizado, como gestor, al frente de la entidad que tan dignamente preside. Sólo tenemos que recordar que, al hacerse cargo de la Presidencia, el entonces Monte de Piedad contaba sólo con 630 empleados y 135 oficinas repartidas por las provincias de Córdoba y Jaén. Actualmente tras una extraordinaria expansión, después de la fusión con la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, son más de 2.000 los empleados, que ocupan más de 350 oficinas y que se esparcen por las ocho provincias andaluzas, las dos extremeñas y la capital del Reino de España. Todo ello, está más allá de los sueños más optimistas de quienes a él confiaron el timón y la dirección de la que es hoy, segunda Caja Andaluza. Tripulante firme de los mares de la ilusión a quien jamás se podrá aplicar aquella frase axiomática que dice: “El camino es largo y muchas veces se torna tortuoso. Desgraciadamente no todos los hombres tienen la fortaleza de llegar a la meta”, a don Miguel Castillejo, no le encaja esta aseveración, para él no existen los caminos largos ni tortuosos y lo más importante es que le sobran fuerzas para llegar a la meta. Éste prócer de la naturaleza humana es un hombre que pone el corazón en todo lo que hace y además su corazón está siempre repleto de anhelos y proyectos.
Ha ocupado puestos dentro del difícil mundo de las finanzas como: Presidente de la Federación de Cajas de Andalucía. Vocal de la fundación “Fondo para la Investigación Económica y Social” CECA, de su Comisión de Obras Sociales y de su Consejo de Administración. No hace mucho fue elegido por las Cajas de Ahorros españolas, miembro de la Comisión de Control de las mismas.
Pero deseo publicar con orgullo, que hay otra faceta en este luchador infatigable, que debe ser subrayada con especial esmero y que es la proyección natural de este afán constante de promoción intelectual, de carácter puramente humanístico a su formación universitaria y actividad docente, y a su ingente labor de gran investigador, dentro de la rama de la cultura y la literatura.
Puedo asegurar sin temor a equivocarme, que ha sido una constante su preocupación por conseguir una amplia formación intelectual y su inquietud por el tema social y humanista que le lleva a graduarse en Ciencias Sociales en Madrid. En 1973, en Roma, realiza estudios de especialización en Teología Moral en el Alfonsianum, y Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Pontificia de Salamanca.
En el año 1977, completa su formación y capacitación humanista y social del grado de Licenciado en Ciencias Políticas y Económicas, por la Universidad Complutense de Madrid y el de Doctor en Filosofía y Letras por la misma Universidad.
D. Miguel Castillejo Gorraiz, tras una fecunda actividad docente en diferentes centros de Enseñanzas Medias, en 1974, al crearse la Universidad de Córdoba, se integra en el cuadro de profesores en la rama de Psicología a la entonces Escuela Universitaria de Profesorado de E.G.B. (hoy Facultad de Ciencias de la Educación), en la que permanece impartiendo clases hasta septiembre de 1976. También pasa a formar parte del Claustro de Profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, en la que comparte la disciplina de Historia de la Filosofía. En ella permanece durante seis cursos académicos, primero como Profesor Contratado y, al obtener el grado de Doctor, como Agregado Interino. Pero debido al fuerte incremento que, por este tiempo, va adquiriendo el Monte de Piedad, le exige tal nivel de dedicación que se ve obligado en septiembre de 1980, a costa de renunciar a su vocación universitaria, a dejar su puesto de educador, por incompatibilidad administrativa.
Profesor Extraordinario de la Universidad de Santo Tomás en Roma, adscrito al Instituto Tomista “S.I.T.A.”, donde participa de manera activa. También ha sido invitado a impartir clases magistrales en la Universidad de Navarra sobre Doctrina Social de la Iglesia.
En cuanto a su labor investigadora, no puedo imaginarme de donde saca el tiempo, pero lo que sí es cierto, es que éste “financiero”, que tiene en sus manos, el presidir, dirigir y administrar una entidad que anualmente mueve una cantidad tan importante, que se aproxima al billón de nuestras añoradas pesetas, el mismo que, no se sabe cuándo ni como, consigue huir de esa absorbente vorágine de la gestión, para refugiarse y dedicarse a la investigación y a sus temas favoritos: ya que lo mismo emprende trabajos intelectuales de altos vuelos, (como hacer un comentario científico de las encíclicas sociales de Juan Pablo II o estudiar los principios filosóficos de Lucio Anneo Séneca), que escribe o prologa un libro, un maravilloso poema, o ejerce con la pluma el apostolado que su procelosa actividad diaria no le permite, como dando alas a su imaginación para escribir bellos y emotivos artículos para las cofradías y sus cofrades. Dentro de esa sorprendente amplitud temática aparecen siempre, como denominadores comunes, las características ya apuntadas: inquietud intelectual propias de un humanista y una profunda preocupación antropológica: todo ello enraizado y dignificado en y desde su fe.
Mucho más se puede decir de éste preclaro hombre y mejor sacerdote, pero para ello, tendríamos que ocupar muchos miles de páginas, y cuando pusiésemos la última frase o silaba, nos encontraríamos con la tesitura de no haber podido terminar. Pero he de apuntar, que al terminó su vida laboral, -que no sacerdotal-, como eficaz dirigente de esta entidad cordobesa, en la cual –como ya he dicho- realizó infinidad de obras sociales, de ayudas a Córdoba, su provincia y comunitario andaluz e incluso a elevación nacional, éste “impar” sacerdote fue muy apreciado por todas las personas de su entorno; (aunque no cabe la menor duda de que tuvo sus detractores, como ocurre siempre en ésta viña del Señor), lo que sí es cierto es que recibió, por otra parte, muchos parabienes en recompensa a la cantidad de acciones que realizó en su mandato como “Banquero” a todos los niveles (ayuda a la restauración de Iglesias, la cultura, la investigación, las cofradías y hermandades, rehabilitación de edificios y emblemáticos monumentos de la ciudad y pueblos de la provincia y a cientos de miles de personas que solicitaban su ayuda en prestamos para hacerse con una vivienda y otros menesteres.
Hoy como Presidente de la Fundación que lleva su nombre, y como él dice en todos los actos que en ella se celebran: “Esta Fundación Miguel Castillejo, es de Córdoba y, para los cordobeses, para hacer el bien por la Cultura, la Música, y ayudar sin paliativos a los jóvenes que se acercan a ella, como estudiantes de las Bellas Letras y las Nobles Artes, la Poesía y la Lírica” y que a sus 85 años sigue haciendo todo el bien que puede y le permite su limitada economía.
El pasado lunes día 23 de marzo, se celebró en la Fundación que Preside uno de los actos más importantes de la Semana Santa cordobesa, como es: “EL PREGÓN DE LA EXALTACION A LA SAETA 2.015, y que estuvo a cargo de mi también querido amigo y compañero en estos “actos” literarios, el Excmo. Sr. D. Ramón Serrano Rioja, General del Ejército español en la Reserva, nuestra amistad se retrotrae unos años, ya que después de que éste Cronista que les habla; pronunciara el Pregón de la Romería de Santo Domingo de Escalaceli en 2003, tuve el honor de presentarlo como “Pregonero” para el 2004.
El Pregón de exaltación a la Saeta que pronunció el pasado día 23 de marzo, y que reproduzco a continuación:
“Excelentísimo y Reverendísimo Monseñor D. Miguel Castillejo Gorraiz, Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, Señoras y Señores.
Quiero empezar con palabras de agradecimiento, dando las gracias a la Fundación Miguel Castillejo por haber acordado designarme para realizar esta Exaltación, les aseguro que he puesto de mi parte todo lo que he sabido y podido para no defraudar la confianza en mí depositada.
Gracias a mi presentador, D. Antonio José García Uceda, por las palabras que me ha dirigido, se ha notado la amistad que nos une desde hace muchos años porque ha escrito una amplia carta de presentación con unos méritos que bien cabrían en un telegrama de tarifa mínima, muchas gracias Antonio José.
Gracias a todos ustedes por su presencia, que da más realce a este acto y gracias, sobre todo, a los que van a ser los verdaderos protagonistas de esta manifestación cantada, los saeteros que hoy nos acompañan, sin ellos esta exaltación no tendría sentido.
Al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires, titulares de mi Hermandad, invoco y me encomiendo para que guíen mis pasos y sean pastores de mi palabra.
Buena Muerte, compañero
Antes de dejar de verte
Quiero enterarme, primero
Si por pecador yo puedo
Tener también Buena Muerte
Congregante y Jesuita
De Colegiata, Señora,
Eres tú la más bonita
Lo dicen a todas horas
Los Mártires de la Ermita.
Sea ésta, Padre mío, mi oración y mi saeta, cantada a flor de piel y escrita a través de tantos testimonios y tantas generaciones, en el venero fiel de nuestra historia y de todos los hijos de esta tierra, que han recibido el don de pregonarla a golpe de garganta y sentimiento.
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, Saeta viene del latín «Sagitta» (Saeta o flecha). Hasta la cuarta edición de dicho Diccionario, en 1.803, no le dio, entre sus acepciones, una de significado religioso que la definía como “cada una de las coplillas sentenciosas y morales que suelen decir los misioneros y también se suelen decir durante la oración mental”. El actual Diccionario la define como “copla breve y sentenciosa que para excitar a la oración o a la penitencia se canta en las iglesias, especialmente en las procesiones de Semana Santa y es típica de Andalucía”.
Por su parte el diccionario Cofrade Cordobés añade que, generalmente, está escrita en estrofas octosílabas de cuatro o cinco versos y que, como la flecha, es capaz de clavarse en el ánimo de quien la escucha.
Ricardo Molina, uno de los eminentes intelectuales que han estudiado el flamenco dijo que desconoce la razón por la cual se llama saeta a las coplas que se cantan ante los “pasos” (en su accesión 22 del Diccionario de la Lengua Española dice: Efigie o grupo que representa un suceso de la Pasión de Jesucristo) y que están estrechamente ligadas a las procesiones de Semana Santa y no se concebirían estas sin aquellas.
Saeta, ¿de donde vienes?
¿Quién te dio tu nacimiento?
¿Quién te lanzo por los aires
Estremeciendo los pechos?
¿Quién te dio ecos de bronce?
Y ¿Quién tanto sentimiento?
Que dejó sobre tus letras
Sangre cuajada en lamento
¿Quién eres tú? Di, saeta
¿Por qué pregonas el duelo?
¿Por qué le cambias los pulsos
Al que te escucha en silencio?
¿Por qué si digo saeta
Digo tanto sentimiento
Que se me llena la boca
Del amargor de tus versos?
Por eso tú eres, saeta
El lamento de mi pueblo
Que se llega hasta la Cruz
Y se enreda en el madero.
Por eso, para cantarte
Hay que amar a Dios primero
Y hay que tener en la voz
Ecos de duendes flamencos
Propiciado por su contenido, su dura carga dramática y su impactante estética, la saeta es un cante sobre el que se ha derramado abundante tinta a lo largo de la historia.
Todos los grandes escritores y poetas que, de una forma u otra, han vivido la Semana Santa andaluza se vieron sorprendidos, siempre, por el misterio insondable de la saeta, el cante sagrado de nuestro pueblo. Por ello, en verso o en prosa, nos dejaron su impresión emocionada de lo que, para ellos, suponía algo más que una determinada manifestación folklórica.
Como muestra, Rubén Darío nos dejaba, en prosa, su definición de la saeta: “… y las saetas, esos cantos que brotan en su aguda tristeza, quejidos del pueblo, dolorosas y sonoras alondras de una raza.»
Por su parte, los hermanos Álvarez Quintero nos la dejarían en verso:
Es la saeta canción
Que hasta el cielo se levanta,
Un grito del corazón,
que al pasar por la garganta
se convierte en Oración.
Para mí, la saeta, es un acto de Fe, que tiene el don de compartir el sentimiento del que la canta, con los que la escuchan, y que muchas veces hay a quien la emoción no le deja terminarla.
¿Quien no siente al escuchar
el canto de una saeta
que le salta el corazón
y la garganta le aprieta?
¡Que rotundo acierto tuvo
quien la bautizó saeta!
Es un grito, un alarido,
es oración, es protesta,
venablo de plata y ébano
con que el, pueblo manifiesta
el dolor y el sentimiento que
la Pasión le despierta
¡Que bien los nombres ponía
¡Quién le puso el de Saeta!
Es la copla voladora
que hiere, que va directa
hasta el fondo de las almas
de la gente que respeta
con su profundo silencio
el canto que ,desde una puerta,
un balcón, una ventana,
una esquina, una plazuela,
de hombre o mujer
que se arranca
al pasar la silueta
de una imagen, de una talla
que a Cristo o María representa.
¡Que bien los nombres ponía
Quién le puso el de Saeta!
Hay diversas teorías sobre sus orígenes, unos han querido verlos en orígenes árabes, el gran erudito y arabista D. Rafael Castejón y Martínez de Arizala, decía que sus raíces están en los cantos que los almuédanos hacían desde los alminares de las mezquitas llamando a la oración a los fieles.
A sus pregones, convocando a los fieles, añadieron oraciones y lamentaciones versificadas en las que querían mostrar sus cualidades de cantante, cualidades que habían de poseer a la perfección para desempeñar el cargo de almuédano, entonces bien retribuido y que era motivo de orgullo del barrio que poseía el mejor, estableciéndose competencias y rivalidades que han llegado hasta nosotros traducidas al cristianismo y teniendo por motivo los saeteros en vez de los almuédanos.
Por otra parte, dado el carácter llano de la Saeta antigua, ciertos investigadores la enlazan con las músicas litúrgicas de los hebreos, antecedentes directísimos de las salmodias cristianas; tanto el judío alemán Máximo José Kan que escribía con el pseudónimo de «Medina Azara», como José Carlos de Luna y Rafael Manzano creen que el son melódico de la Saeta hay que buscarlo en los cantos de los sefardíes.
Se asegura que en las sinagogas de Kiew, al menos hasta hace unos años, se mantenía un canto que presenta grandes semejanzas con las saetas.
Finalmente, está la teoría que hace derivar la saeta de los antiguos cantos procesionales, su más preclaro defensor fue Fray Diego de Valencina, basándose en estos tres motivos:
1º.- En las «Saetas penetrantes» que cantaban los frailes Franciscanos en las procesiones de penitencia durante sus misiones. Se realizaban según el gusto y facultades de cada intérprete, hasta que se fijó el cuerpo melódico de lo que se llama saeta vieja y que se mantuvo inalterable hasta finales del siglo pasado.
2º.- A la tradición oral, ya que asegura, que por “tradición no interrumpida sabemos que la melodía de la saeta antigua la debemos al Santo misionero Fray Diego de Cádiz y recuerda mucho al ritmo del Trisagio y otras letrillas suyas”.
3°.- Basándose en que la saeta, como cante popular, tuvo que tener el mismo origen que tienen todos los cantos populares:
Rodríguez Marín, dice que el hombre siempre ha sentido inclinación a la música, pero no a la reglamentada sino a la natural. Por medio de ella expresa los sentimientos que más profundamente le afectan, como son las penas, los dolores, los gozos, las alegrías y demás afectos del alma.
Para ello, en su canto, utiliza palabras exaltadas o apasionadas, bellísimas imágenes, comparaciones ingenuas y exactas que suelen deleitar a los oyentes. De ese modo, asegura Fray Diego de Valencina, y no de otro, nació la saeta.
– Configuración literaria:
El origen de la forma literaria de la mayoría de las saetas hay que buscarlo en cuatro fuentes:
a) Las que crearon los misioneros franciscanos para sus actividades apostólicas.
Ya hemos dicho que muchas de las letrillas que escribió Fray Diego de Cádiz para sus misiones pueden cantarse con la melodía propia de las saetas procesionales de Semana Santa, un ejemplo:
Tú eres mi amparo y mi guía
mi Dueño y mi creador
mi consuelo y mi alegría
mi Padre y mi Redentor
y única esperanza mía.
b) Las que tienen una clara descendencia de los antiguos romances de Pasión y coplas de Vía Crucis. D. Benito Más y Prat, en su libro «La tierra de María Santísima» escribe: “El romancero de Pasión y Muerte existe en España, aunque no suele correr en colecciones y libros vulgares, acaso son derivaciones de él las Saetas dé Semana Santa:
Jesús que triunfante entró
domingo en Jerusalén
por Mesías se aclamó
y el pueblo todo, en tropel,
a recibirle salió.
c) Las debidas a la inspiración poética ya sea poetas cultos o de copleros populares. De esa unión entre el pueblo y sus poetas nacen las más bellas, armónicas, sugestivas, emocionadas y punzantes saetas.
El pueblo, limpio de contagio técnico¬ literario se deja llevar por su corazón y crea imágenes poéticas imposible de mejorar.
Las cuentas de tu Rosario
Van rezando Avemarías
en las varas de tu palio,
y cantan la letanía
diez mil luces con sus rayos.
Y muchas veces estas letras surgen espontáneamente e incluso improvisadas, a propósito de esto quiero aprovechar para contar lo que sucedió en Sevilla en la Semana Santa del año 1931.
El viernes de Dolores, Azaña pronunció la frase de que España había dejado de ser católica, dos días más tarde, el Domingo de Ramos contestaba, creo que El Gloria, con esta Saeta:
«Que España ya no es cristiana
dicen en el banco azul
y aunque sea republicana
aquí quien manda eres tu
Lucero de la mañana»
Esta letra se propagó rápidamente por todas las ciudades andaluzas que gozan de prestigio semanasantero.
Los poetas eruditos colaboran a la creación del riquísimo tesoro tanto religioso como literario que forman los retablos saeteros.
Como ejemplo esta saeta de Juan Morales Rojas:
En tus brazos va el Señor
y en tu corazón la pena
No llores Madre de Dios
que ha «floreció» una azucena
en tus mejillas en flor.
d) Un grupo reducido que son paráfrasis del miserere. Se rematan con una música especial producida por ciertos instrumentos de viento, conocidas popularmente como el miserere de Cristo.
Este corto grupo de saetas, parece que son cinco, las recopila Fray Diego de Valencina en su «Historia documentada de la Saeta».
Una de ellas:
Miserere mei, Dios mío
miserere mei, repito
de corazón, porque yo
aborrezco mi delito
que ingrata muerte os causó.
– Clasificación:
En cuanto a su clasificación existen diversas. Según D. Luis Montoto las clasifica en dos grandes grupos:
Narrativas: Las que tienen por tema directo a la Pasión y muerte de Jesucristo.
Afectivas o pasionales: Brevísimas composiciones o lamentos de dolor expresivos del estado del alma.
Según su tema literario Ricardo Molina y Antonio Mairena las clasifica en:
• Saeta Plegaria: Un ruego o suplica dirigida a Cristo o la Virgen.
Santo Cristo de la Sangre
Virgen del Mayor Dolor
Dale fuerzas a los hijos
Que le llevan con amor
Por ser su padre y su madre.
• Saeta Laudatoria: Alaba o ensalza a la imágenes.
María es más bonita
Que la azucena en la campo
Que la rosa en el rosal
Y la nieve en el barranco.
• Saeta descriptiva o narrativa: Nos narra y nos describe un acontecimiento ocurrido en el tiempo:
En el patio de Caifás
Cantó el gallo y dijo Pedro
Yo no conozco a ese hombre
Y nunca fue mi maestro.
• Saeta exhortativa: La que induce a una persona a que realice algo:
Silencio, guarden silencio por Dios
Que Cristo va en la Cruz muerto
Y muerta de pena su mare
En un noche sin luz.
Otra clasificación las divide según su estilo en:
*Saeta antigua: La cantada brevemente sencilla y sin adornos superfluos, que desdicen del objetivo a que se destinan.
* Saeta clásica, vieja o llana: Las derivadas de las viejas cancioncillas cuaresmales.
* Saeta flamenca o moderna: La que, fruto de una lenta transformación, a partir de las saetas llanas se cantan con ecos flamencos
Podríamos decir, mejor, aflamencados, porque teniendo un cante flamenco como patrón, tienen su propia personalidad, abandonando la matemática medida del cante originario.
Citaremos como estilos de la Saeta flamenca:
– La Toná: Quizás sea el estilo más antiguo de saeta flamenca. Hoy muy de tarde en tarde se escucha la antigua toná que lleva el nombre de la Toná de Cristo y que parece que fue D. Antonio Chacón quien la rescató del olvido y que dice así:
Oh, Padre de almas
Ministro de Cristo
Tronco de nuestra Madre Iglesia Santa
y árbol del Paraíso.
– El ‘Martinete: Del grupo flamenco de las Tonás, cante sin guitarra, la elección del martinete para el cante de letras de saetas fue acertada, el carácter patético y el desgarramiento emotivo del martinete casan a la perfección con el espíritu de las letras de las saetas, y ha dado origen a un estilo muy popularizado de hermosas saetas.
– La Carcelera: Cante del mismo tronco, que admite ciertas libertades interpretativas, pero que se canta poco, a pesar de su gran categoría y belleza.
– La Seguirilla: El cante más extendido en la saeta. Partiendo de la saeta llana se le fue incorporando a ésta elementos formales de flamenco hasta convertirla en la saeta por seguirilla, que encontramos ya con personalidad propia a partir de los años 20 del siglo xx.
Como todos los anteriores, cante triste y adaptable al cante por saetas, donde se expresa el dolor, el arrepentimiento y la devoción del saetero, que todos son personas de fe, pues de otra forma no podrían nunca cantar saetas.
Las saetas, coplas definitivamente incluidas en el acervo musical y literario del cante flamenco, no son otra cosa que tratados de vida espiritual, mínimos ejercicios espirituales, urgentes y sobre la marcha, para la gran muchedumbre que va en pos de Cristo o de su Madre.
Es natural que la saeta tenga mayor difusión en aquellos pueblos en los que la celebración de la conmemoración de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, en su faceta procesional, adquiere más relieve y esplendor. Las modificaciones que realizaron, en las más primitivas, determinados intérpretes de ciertos pueblos dieron lugar a las saetas propias o autóctonas.
Voy a citar alguna saeta autóctona, de los centros saeteros más importantes de la provincia de Córdoba.
La Saeta Vieja Cordobesa: Pablo García Baena la define como llana, melismática, litúrgica, grave, parsimoniosa, sin divismos y gorjeos pulmonares, que tiene más de salmos gregorianos que de cante jondo.
Entre juncos y una fuente
un carpintero cortó
una cruz pesada y fuerte
y al Calvario la llevó
aquel Cordero inocente.
Con este nombre «Saeta Cordobesa», compuso, en 1949, el Maestro Pedro Gámez Laserna una marcha procesional dedicada al Cristo de la Buena Muerte.
La Cuartelera de Puente Genil: Saeta llana que tiene el mismo armazón musical de todas las saetas viejas pero que al arraigar profundamente en las Corporaciones Bíblicas de esta Villa cordobesa se configuró melódicamente logrando su forma actual.
Moisés fuiste el decano
del reino del Faraón
Aquella Ley que tu mano
en las tablas escribió
pa redimir al cristiano.
La saeta Cuartelera, no hace muchos años aún se cantaba por un solo cantaor, por los años 20 del siglo pasado los hermanos Hierro modifican la saeta vieja en el sentido de cantar cada uno un tercio, creando así la saeta dialogada, fue tan grande el éxito de los hermanos Hierro con el diálogo saetero que no se concibe otra forma de interpretar la Saeta Cuartelera.
– Las Samaritanas de Castro del Río: Donde mejor y más ricamente se conservan las ordenadas estructuras melodiales básicas de la saeta vieja o llana.
No son las Samaritanas simples tonadas salmodiadas, como ocurre con otras saetas autóctonas de otros pueblos, sino cantes purísimos, auténticos, surgidos, no se sabe donde, pero que por su riqueza melodial representa el más importante foco saetero cordobés, según Luis Melgar Reina y Ángel Marín Rújula…
El mundo todo es dolor
mucha sombra y poca luz
solo nos queda tu amor
después de muerto en la Cruz
hoy, Divino Salvador.
– Saetas del Prendimiento de Cabra: Creo que ya desaparecidas.
Viendo Pedro que ultrajaban
al Divino Redentor
la espada desenvainaba
y arrimándole a un sayón
una oreja le cortaba.
Y así una vez inventariado el ciclo de su historia, hemos de declarar que la saeta ha pasado del Viejo Testamento de la Salmodia al Nuevo Testamento del flamenco.
No podemos imaginarnos una Andalucía sin sus Cristos y Dolorosas, sin sus pasos, sus palios, sus flores, su candelaria, sería como si faltara algo tan necesario como el sol y la cal de nuestros pueblos.
Nuestras procesiones constituyen, desde hace tantos años, el acto o manifestación ciudadana que más almas congrega a lo largo del año, como resultado de la identificación del andaluz con su Semana Santa y que se nos aparece como algo natural y espontáneo de nuestra manera de ser.
La tibieza perfumada del aire, desgranando suaves aromas de flores, bajo la tarde o noche de primavera, contribuye a configurar ese clima característico, ese olor, color y sabor que trasciende la Semana Santa en Andalucía.
Y junto a ese sabor primaveral, a tierra, húmeda y saturada de flujos y savia, el dramatismo de los Cristos y Vírgenes el bálsamo de los cirios, el aroma del incienso, la riqueza de los pasos, los símbolos, la música, el redoble marcial de los tambores resonando en el silencio de las calles, la triunfal trompetería desgarrando la túnica sagrada de esas noches serenas de Pasión. ¡Y la Saeta!
En las noches de Semana Santa, las saetas saltan al aire desde cualquier rincón, un balcón, la propia calle, es el grito incontenible del alma y el corazón que se alarga en la noche y es cuando el pueblo expresa su devoción a las imágenes.
Guardo silencio cantando
Al mejor de los «nacios»
La pena me está matando’
Porque no tiene «sentio»
Lo que un Dios está aguantando.
Para exaltar la saeta, para explicar su poder de transmisión, seguro que sobra toda palabra, porque la saeta se canta a sí misma en el aguijón de sus estrofas, porque tiene el poder de mezclarnos con la valiente y solitaria voz de quien la interpreta y el cantaor es el que habla y reza por todos.
La medida de todo dolor es la intensidad del amor, solo nos duele dejar o perder aquello que amamos. Con esta regla tratamos de medir el dolor de María, era un dolor de Madre y con esto se dice todo. Dios quiso juntar en su corazón todas las ternuras de todas las madres para que, con este amor, amara a su Hijo.
Por ello, el pueblo andaluz, dentro de su silencio y recogimiento, que son el alma viva de la ciudad, se siente llamado a la veneración de sus Vírgenes y adoración de sus Cristos y utiliza la saeta como vehículo de su fe y como norma inquebrantable y heredada de otras generaciones.
La saeta es el más vivo y apasionado reflejo de un pueblo, sencillo y alegre como el nuestro, que canta mejor que habla y que para identificarse con la Pasión inventó el grito desgarrado de la saeta, como plegaria y como piropo.
Entre aromas de azahares, palmas y fervores populares se abren las puertas de las Iglesias y Conventos para la salida de nuestras Sagradas Imágenes, que proyectan de continuo escenas de dolor y soledad ante nosotros.
Antes, la Cruz en alto, guía de nuestro caminar y norte de nuestro rumbo, recorrerá un largo trecho para que empiece a ordenarse la estación de penitencia. El nazareno, tomando para sí el mismo nombre con que Jesús fuera conocido durante sus salvadoras andanzas por la tierra, pasará ante nuestros ojos formando parte de la cofradía.
El capataz entre costaleros, fijadores y contraguías, con una infinita fe, tras fijar los ojos en el cielo, con voz preventiva pone en tensión a la cuadrilla, que junto al saetero y a las Sagradas Imágenes son los únicos que arrancan emocionadas ovaciones, con voz poderosa exclama ¡Al cielo con El!¡Arriba con “toa” la fuerza!¡A esta es!
Nadie te ve costalero
y haces andar a Jesús
yo te envidio y te venero
sin ti no podría el Cordero
con el peso de la Cruz.
Aparece el Santísimo Cristo, sobre un monte apretado de claveles rojos, ofrece una visión de conjunto extraordinaria, iluminado con cirios o faroles de mástiles retorcidos que forman una estampa plena de color y amor, que es diana de todas las miradas.
Un hombre carraspea, ha tenido una larga espera, nervioso y preocupado, se adelanta, unos pasos y con voz poderosa, con fuerza, armonía y musicalidad canta una saeta:
El calvario está teñido
de la Sangre derramada
de todo su cuerpo herido
y al Padre Eterno clamaba
¡Perdona a mis enemigos!
Es la fe a gritos, como diría Díaz Plaja, salida de una garganta anónima que hace resbalar algunas lágrimas de los que la escuchan. El cantaor dice su copla a todos aquellos que, en ese momento, sienten necesidad de llorar por dentro la propia culpa y el saetero es siempre el que abre la espita del sentimiento masivo.
Prosigue el cortejo procesional y cuando el pueblo ve que la Madre sale al encuentro del hijo y comienza a caminar, cuando ve el llanto amargo de su pena honda, se vuelve loco por consolarla y hasta las flores cobran vida cuando la vara blanca de la vela quiere ser rastrojera en llamas de su candelaria para iluminar y aliviar el dolor de la Virgen.
Una voz de mujer, potente y segura llega hasta la Señora:
Esas lágrimas preciosas
que te ruedan por la cara
se paran en tus mejillas
¡No hay paño para limpiarlas!
Parece ser que gracias a la saeta vino la costumbre de mecer a las Vírgenes. Una de las anécdotas que he leído, cuenta que el mecido de los pasos sin que avancen lo iniciaron los costaleros de la Macarena, oyendo cantar una saeta al Niño Gloria, desobedecieron la orden del capataz de seguir adelante y empezaron a marcar pasos sin moverse del sitio.
El capataz piensa que ha de entrar en la carrera oficial a la hora marcada, cuando termine la estación de penitencia y la Cofradía vuelva a su Iglesia ya no hay prisa y las saetas acuden a las gargantas desde cualquier punto, llegándose a “pisar” los cantaores en algún momento.
Por la vía de la emoción de un instante es posible predicar cantando desde un balcón, una reja, la calle, perdido el que canta en un mar de cabezas humanas que escuchan, captan y sienten el mensaje breve y anónimo del saetero.
Porque, además de cante, la saeta es versículo, oración deshojada, predicación que templa el gregoriano y lo exalta en el rincón más íntimo, en el balcón supremo donde todo se alcanza, donde todo se eterniza y en la plazuela oscura donde Dios es presente y es camino y amigo. Oración, meditación que exalta el corazón.
Machado compuso el arquetipo excelso de una poema, cuyo verso, medido y comprendido en el rumor que apunta a lo infinito, corrobora, esa muestra infalible y precisa que áurea el calendario de nuestra poesía costumbrista y religiosa.
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
O la saeta de mi estimado amigo, escritor, poeta, pregonero y Cronista Oficial de Hornachuelos, Antonio Ortega Serrano:
¡Saeta!…
Cante de amor y esperanza.
Cante que sale del alma,
cante de “quejío” y de rezo
cante de Semana Santa.
¡Saeta!…
Por “seguirillas”,
por soleares y tientos,
mineras y carceleras,
martinetes y tarantas.
¡Saeta!…
Llenas el aire de gracia.
Con tu sublime grandeza,
cuando rompes el silencio
desde el balcón de una casa.
Sólo se escucha el tambor,
redoblando con tristeza,
y cuando tú has terminado
lo agradece una trompeta.
¡Saeta!…
Cuando tú hablas…
en alguna balconada.
Se estremecen los luceros
y hasta la luna se apaga.
La garganta se desgarra
del hombre o mujer que canta,
y a la Virgen Nazarena
se le ilumina la cara.
¡Saeta!
No calles nunca…
Por las calles y las plazas,
que tu mensaje es amor
y tu cante es alabanza.
¡Saeta!…
¡De Andalucía…
de Sevilla y su giralda,
de Málaga perchelera,
de Almería y su alzaba.
Granada y el Sacromonte,
Huelva rociera y santa,
Cádiz tacita de plata,
Jaén y su Santo Rostro
y Córdoba la Sultana.
¡Saeta!…
Rompe el silencio
con dulzura, con sosiego,
que la Madre del Señor
te bendecirá en el Cielo.
¡Saeta!…
Cuando tu cante…
Gorjoea en la garganta
y la voz se le desgarra,
llora en silencio de pena
¡La saetera que canta!.
¿Puede decirse más? ¿Puede hacerse y fijarse, en ocho versos o más, la saeta, bajo una inspiración más profunda y humana? ¿Puede medirse el verso, y medirse, de una forma más clara y más sublime? La saeta es todo un cántico rezado y orado que cuando germinan tiempos de azahar y la luz se acrecienta en la primavera, nos hace cómplices de Dios, hermano de sangre y coparticipadores de su gloria, a través de ese Evangelio Nuevo que predican sus palios y misterios.
Rezo que canta el pueblo, oración y desgarro, don y gracia de este pueblo que reza cantando y canta rezando.
Pero todo esto de lo que hemos hablado tiene que tener un soporte imprescindible que es el saetero, la voz del hombre o la mujer que canta.
El saetero es el portavoz del pueblo, es la persona en la que, por sus facultades su sensibilidad y su estilo, el pueblo deposita sus sentimientos pasa que los lance en Saeta a Jesús o María:
Yo os recuerdo a vosotros, maestros del ayer y de hoy, vosotros los que fuisteis primeros en la andadura de este gozo perpetuo, venid a cantar con nosotros y a recrear la gracia y la agonía, que mece en su costal el costalero, me refiero a vosotros:
Manuel Torre. Niño Gloria. Vallejo. Centeno. La Niña de los peines. Pepe Lora. María la “Talegona”. Manolo el “Pitraco”. El Niño de la Rosa. Rafael Tavira. La Niña del Clavel. Pulgarín. La “Pulgarina”. La Niña de la Huerta. El Niño de la Magdalena. Y otros cantaores de Andalucía. Y sobre todo a vosotros, que hoy nos acompañáis acudiendo a esta cita con vuestro arte. Algunos ya han anticipado el tiempo y cantarán allí seguirillas de Lirios y tonás de romero, otros seguís aquí acalorando la cosecha que aviva los sentidos. Vosotros sois apóstoles, señalados por el que todo lo puede que convertís el silencio en oración y el dolor y la muerte sinfonía. Vosotros vais cantando, en esta Sinagoga que por Córdoba se alza cada Semana Santa, el milagro de la Cruz. Vosotros sois la voz de la liturgia que se revela al pueblo y lo atestigua por cada callejón, en cada plaza y en el rincón perdido de un recodo donde camina Cristo. Vosotros hijos de la saeta, cantaores de ¬Dios por los respiraderos de esta Córdoba que exuda primavera, que afiláis la saeta y exhortáis al rezo arrepentido. Sois el grito, la sentencia, la cátedra de aquella teogonía que vocea a Dios Hijo que se abraza al madero y consuma el Misterio.
Continuadores de otros tantos, sumidos en el olvido, que hicieron grande la pasión de Cristo, para interpretarla en otra voz que empapa los sentimientos y lastra su heredad en noches de saeta.
El arte del saetero nace no sólo con su aprendizaje, sino de una inmensa, profunda y sincera espiritualidad que asombra y emociona. El saetero emociona con su cante cuando él se emociona asimismo cantándolo y no habrá cantaor perfecto por muy bien que diga los cantes si no vibra con lo que canta, identificándose con el mensaje escrito del poema que intenta comunicar. Eso es lo que los cantaores llaman transmitir, ellos mismos dicen que cuando no hay transmisión no hay mensaje, ni hay cante bien hecho.
Los espectadores somos privilegiados asistentes a un acontecimiento de intimidad personal: la oración o petición del hombre o mujer que canta a Cristo o a su madre. Todos quisiéramos tener las facultades o el valor del saetero, por eso:
¡Te tengo envidia saetero!
Porque al paso de una imagen
Se crispa todo tu cuerpo
y sale «de tu garganta,
Hecho canto, el sentimiento
y consolando a una Virgen
En su infinito tormento
O dándole con saetas
Más vigor al Nazareno,
Tiene tal fuerza tu voz.
Que llega hasta los luceros
Te lo digo de verdad
¡Te tengo envidia saetero!
Porque con tu voz detienes
El pulso tenso del pueblo
y a la Madre Dolorosa
Das en tus cantes requiebros
O le dices a Jesús
Que bendiga a este pueblo
Que recuerdan a su Cristo
Esta noche, aunque estéis lejos
Eres de este noble pueblo
Portavoz y pregonero,
Por eso te tengo envidia
¡Que suerte tienes saetero!
Cuando desgarra tu canto
Al pasar el Nazareno.
O la Virgen tu le dices
Un piropo retrechero
Si hablas de libertad
A ese Jesús que va preso
Todos saben que tu canto
Es, ante todo, sincero
y están seguros que llega
A lo más alto del cielo
¡Cuánto puede una saeta!
¡Canta…,cántala… saetero!
Las penas que tu pasaste
por redimirnos, Señor,
los tormentos que sufriste
hasta morir en la Cruz
déjame que te los quite
con mi saeta, Jesús,
Deja Cristo que mi voz
sea un bálsamo divino
con que calme tu dolor
en tan amargo camino
Deja que esta saeta ardiente
que mi corazón te envía
llegue hasta ti quedamente
mitigando tu agonía.
¿Que pueblo hay en el mundo que rece, cante y llore a la vez? ¡Eso es la saeta! ¡Rezo, cante y llanto…! ¡Muchas gracias! Ramón Serrano Rioja”
Y por mi parte también les reitero mis más efusivas gracias por leer mis cónicas y mis artículos.