POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

El sábado 20 de marzo de 1915, el periódico liberal ‘Diario de Orihuela’ que dirigía José M. Teruel, en un artículo que llevaba por título «Las procesiones de Semana Santa y la Centuria Romana» hacía un vaticinio de lo que ha llegado a ser nuestra Semana Mayor en los siguientes términos: «no tardarán tiempos en que a la Semana Santa de Orihuela acudan viajeros de todas partes». Ha transcurrido un siglo desde entonces, y para el periodista sería impensable comprobar cómo las siguientes generaciones han sido capaces de alzarla hasta ser distinguida como de Interés Turístico Internacional. Pero en aquellos momentos, hace un siglo, la organización de nuestra Semana Santa era muy diferente, teniéndose que luchar por la búsqueda de financiación para poder sacar con relativa dignidad los pasos a la calle, e incluso intentar celebrar algunas de las procesiones.

Para nuestros abuelos, el asunto estaba complicado, ya que una disposición vigente prohibía a los Ayuntamientos sufragar festejos con fondos municipales mientras no se tuvieran cubiertas otras atenciones de carácter urgente. Así, la Corporación Municipal que presidía con carácter accidental desde el 1 de junio de 1914 Manuel Ferris Ibáñez, hasta que fue nombrado oficialmente el 29 de enero del año siguiente; se daba por enterada a través de un telegrama del gobernador civil de tal prohibición. Desde un primer momento, el 20 de marzo a propuesta del concejal Mariano Botella, se había acordado celebrar la procesión del Santo Entierro de Cristo y contribuir con 125 pesetas (cantidad mitad que el año anterior) a la salida de la Centuria Romana en todas las procesiones. Sin embargo, al final no se celebró dicha procesión en la tarde del Viernes Santo. Poco a poco, el contagio de la supresión de procesiones fue incrementándose, de manera que se anunciaba que la Mayordomía del Pilar había acordado no sacar su procesión del Miércoles Santo por la noche por falta de recursos, y que la procesión de Misión, que desde Santiago hacía estación en San Agustín el Domingo de Ramos en su tarde, haría lo propio a pesar del ruego que la prensa hacía al canónigo Mariano Olmos, organizador de la misma el año anterior. Asimismo, por dificultades económicas Los Armaos tampoco estarían presentes. En los momentos en que las imágenes de los altares eran cubiertas con paños morados en la Semana de Pasión, también se rumoreaba que la V.O.T. tampoco desfilaría con sus pasos el Miércoles Santo por la tarde ni el Viernes Santo de madrugada. Solo quedaba la procesión que organizaba Ramón Montero Mesples el Martes Santo, y éste debido a la ausencia de las demás adoptaba la misma actitud. Con lo cual, en 1915 se vislumbraba que los pasos de Semana Santa no discurrirían por las calles oriolanas. Al final no fue así y únicamente estuvieron ausentes «los legionarios romanos» y no se celebró la procesión del Santo Entierro. Circunstancias muy criticadas por el ‘Diario de Orihuela’, al igual que el hecho de que los ediles municipales dejasen de visitar los monumentos, tal como venían haciéndolo de inmemorial.

El citado periódico, con objeto de que ese año la Semana Santa mantuviera el esplendor de otras veces gracias a la contribución de la Centuria Romana, inició una campaña a fin de recaudar fondos para la misma en la que además se añadía un carácter benéfico, pues era un ingreso económico para aquellos que vestidos de soldados romanos podrían «satisfacer unos días las más apremiantes necesidades de la vida: las del estómago». Para ello se organizó por el Centro Obrero una velada teatral en el Teatro Circo el lunes 22 de marzo, contando con la colaboración desinteresada del nuevo arrendatario del local, Manuel González. Se esperaba una buena recaudación, y para hacer más atractiva la asistencia de público, se sorteó entre los asistentes dos medias sacas de harina y un reloj de sobremesa. Se puso en escena la comedia ‘Las codornices’ de Vital Aza, la zarzuela ‘Amor ciego’ de Pastor Ruvina, música del maestro Penella y el diálogo cómico ‘Los monigotes’. El fracaso fue de tal magnitud, que arrojó un déficit de 79,10 pesetas, siendo los ingresos del orden de 300,05 pesetas y los gastos de 379,15 pesetas. Entre estos últimos los más destacados fueron los correspondientes al pago de artistas, su desplazamiento y manutención que ascendió a un total de 211,15 pesetas. Este descalabro, unido a que el Ayuntamiento había reducido a la mitad la subvención del año anterior a Los Armaos, dio lugar a que en 1915 no hubiera Centuria Romana en la Semana Santa. Sin embargo, las procesiones del Perdón, de la Mayordomía del Pilar y la V.O.T., al final decidieron desfilarar por las calles y plazas de Orihuela. Ahora bien, la procesión de la madrugada del Viernes Santo tuvo que modificar su itinerario debido al estado de inseguridad que presentaba el Puente de Poniente.

A esas horas de madrugada, de «por ventanas y balcones», las calles estaban muy animadas, a lo que acompañó el alumbrado de las calles, «brillando por doquier las lumbradas de los fogariles en donde se fríen chirriando los indigestos buñuelos, que salen dorados de la sartén y cubiertos de blanca azúcar». Así se salvó la Semana Santa de 1915, pudiéndola disfrutar nuestros padres y abuelos en momentos de precariedad económica debida a la mala situación de la agricultura y a la Guerra Europea. Sin embargo, existía la esperanza de que en años sucesivos fuesen más lucidas y más ordenadas, que se mejorase el adorno de los pasos y se contara con mayor número de nazarenos provistos de nuevas vestas de variados colores, así como que fueran acompañadas por mayor número de músicos.

Ha pasado un siglo, y aquella premonición del periodista se ha ido cumpliendo año a año. Y cuando la primavera deje el aroma del azahar en el ambiente, recordaremos a aquellos que la hicieron posible, a pesar de las muchas dificultades que vivían en aquel bélico año de 1915.

Fuente: http://www.laverdad.es/