“MERCEDES DEL PEQUEÑO”, LA PRIMERA CONDUCTORA DE CAMIONES DE TRANSPORTE PÚBLICO DE LA REGIÓN DE MURCIA
Abr 16 2015

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Nació Mercedes López López “Mercedes del Pequeño” en Ulea, en la calle Alfonso XII, hoy D. Juan O´Donnell, el día 31 de julio del año 1930.

Desde pequeña, era una niña inquieta y espabilada, hasta el punto de que, sus maestros -durante una década 1933 a 1943- Víctor Martínez, Carmen Molina y Francisco Susarte, le auguraron a sus padres un gran porvenir.

Estaban convencidos de que Mercedes no se dedicaría -como hasta entonces se decía- a ser solamente ama de casa. Se le notaba otro desparpajo; se le vislumbraban otros puntos de mira.
Su padre, José Antonio López Abenza “El Pequeño”, tenía un camión -de cuatro ruedas- y se dedicaba al transporte público desde Ulea a Murcia y Cieza, a la vez que gestionaba cuantos encargos le hacían.
Este trabajo le fascinaba a Mercedes y, desde los 11 años cuando sus obligaciones escolares se lo permitían, acompañaba a su padre con el camión.

Ya estaba dotada, físicamente, para el trabajo de carga y descarga y, también, para recibir y entregar los encargos que le solicitaban. Sin embargo, tenía otras ilusiones: la conducción le fascinaba y siempre le suplicaba a su padre que la enseñara a conducir. Le sonreía, la cogía por los hombros y le decía: ¡No ves que eres muy pequeña! Mercedes se ponía seria y no le hablaba hasta llegar a casa. A los pocos días, se la llevó a una explanada—para evitar la circulación de personas y animales- y le comenzó a instruir en el arte de la conducción.

Al principio se sentaba a su lado y, su padre, le instruía sobre el cuadro de mandos, las marchas, el embrague, los frenos, el acelerador, etcétera, pero a ella lo que le gustaba era conducir. Su padre se “armó de paciencia” y, cuando estimó que sabía cuanto le había enseñado del camión, empezó a dejarle conducir.
Al principio, como era pequeña, la sentaba sobre sus rodillas para que alcanzara a visualizar el suelo y el horizonte. Otras veces se ponía de pie, delante de su padre, manejando el volante entre los dos, hasta que, cuando se veía capaz, le decía que la dejara sola que ella ya sabía conducir. Le miraba de reojo y le sonreía y como si fuera una mujer adulta, le decía que ya sabía manejar la camioneta y que le tenía que dejar circular por la carretera.

Al oír estas palabras, se ponía serio y le decía: ¿no te das cuenta que hasta que no seas mayor de edad, no puedes manejar ningún vehículo? Estas palabras le pusieron de mal humor y, de vez en cuando, si no había peligro, le dejaba conducir un rato.

Por el hondo de la paira, se apostaba la pareja de la Guardia Civil y tenían que evitar que les vieran, ya que, de inmediato, serían denunciados, por circular siendo menor de edad y no tener carné de conducir.

Tenía 19 años y era una novedad que una señorita se presentara a examen del carné de conducir, por tres motivos: el primero por ser mujer; el segundo por ser tan joven y el tercero porque aspiraba a obtener la documentación que le otorgara el permiso legal, para conducir coches y camiones de cuatro ruedas (automóviles de 1ª C y 2ª A, destinados a servicio público).

Aún no tenía el carné de conducir y ya le dejaba conducir el camión, aunque vigilantes para que no les cogieran los guardias de tráfico y de la Guardia Civil y les denunciaran. Para eso, cuando conducía Mercedes, iban al acecho para detectar la presencia de los agentes de tráfico, dejar el volante y ocultarse debajo del asiento.

Otras veces, cuando les sorprendían, se apeaba de la camioneta y se perdía entre los árboles del hondo de la paira, según habían convenido. Además, tenían estudiada la estrategia, con el señuelo del claxon, de que si tardaban los agentes en marcharse, que se adentrara entre los naranjos y albaricoqueros y regresara a su pueblo, andando, saliendo a la altura del cementerio de Villanueva y, desde allí, a casa.

Era corriente ver a corrillos de gente, en la plaza o en las cuatro esquinas, exclamando, cuando se acercaba la camioneta ¡cuidado, que viene Mercedes! Ni que decir tiene que Mercedes pasaba de estos comentarios, pero, para sus adentros decía ¿Por qué no se comportan de la misma manera con los hombres? Lo que más le llamaba la atención es que las mujeres eran más incrédulas que los hombres y qué, de forma solapada, eran las que más le censuraban.

Había una faceta que te molestaba sobremanera. Las personas con 20 años más que tú, censuraban tu actitud, porque no entendían que una mujer trabajara fuera de la casa. Las mujeres, decían, tenían que ser, sobre todo amas de casa y el trabajo de la calle; para los hombres.

Lo lamentable es que la mayoría de las quejas provenían de las propias mujeres. Sin darte cuenta, Mercedes; o quizá sí, fuiste una adelantada en el tiempo, al reivindicar, con hechos, la igualdad entre hombres y mujeres. No tardaron en darse cuenta de que las que no iban por los derroteros adecuados; eran ellas y te envidiaban por la valentía que habías tenido, erigiéndote en abanderada de todas cuantas seguían atrapadas por imperativos de la época que les tocó vivir.

Como tantas otras vecinas, tuviste que emigrar, aunque seguías añorando tu pueblo, tu familia y tus amistades. No tardaste en formar una familia y con tu marido y tus hijos, te veíamos, con frecuencia, en nuestro pueblo, disfrutando de la tranquilidad y los encantos de nuestra tierra.

Mercedes me contó una anécdota curiosa y es que, cuando se dedicaba al transporte público, hasta Murcia y Cieza y viceversa, no veía nada más que hombres conduciendo y se sentía ruborizada cuando le decían: “Mercedes ¡no te da vergüenza conducir camiones como si fueras un tío!”

En un gesto de rabia, arrancó la foto del carnet y la llevaba aparte, por si la Guardia Civil, o los Agentes de Tráfico, le pedían la documentación.

Ulea tenía un buen equipo de fútbol y, el medio de transporte era la camioneta del “pequeño” que, casi siempre- desde que tenía el carné de conducir- era Mercedes la que nos llevaba y traía. En una ocasión, el equipo juvenil jugaba en Ricote y yo era miembro del equipo. Tenía 17 años y hacía dos días que había salido del hospital, en donde me habían operado de apendicitis aguda.

El partido era importante y de ese resultado dependía el que ascendiéramos de categoría, o no. Pues bien, entre el compromiso que me hicieron los componentes del equipo y “los grillos e insensatez de mis 17 años”, desoí los consejos de mi padre y decidí ir a jugar, a pesar de que un golpe, o un esfuerzo, podía acarrearme serias consecuencias.

El camión lo tenía aparcado, Mercedes, en los árboles grandes y, mi padre, merodeaba alrededor de la camioneta para comprobar si le obedecía, o no. Para pasar desapercibido, tramé con Mercedes, donde esconderme para que no me viera y cuando lleváramos unos 500 metros, salir de mi escondite, que era un pequeño maletero de la camioneta. Allí, junto al equipaje, hecho un ovillo, permanecí un buen rato. Jugué el partido de fútbol y, afortunadamente, no me ocurrió ningún contratiempo.

Cuando regresé a casa, mi padre, enterado de que había jugado desoyendo sus consejos, no me abrió la puerta de la casa, a pesar de las súplicas de mi madre y, tuve que pasar la noche a la intemperie, acurrucado en el portal de la casa, en una gélida noche del mes de noviembre. Confieso que merecí dicho castigo.

Pues bien, Mercedes, como sabes, he ejercido de médico, en Santomera, durante los últimos 21 años y, allí me jubilé. Sin embargo, este es el núcleo central del homenaje que el pueblo te tributa un año antes de jubilarme -en el año 2007-, una paciente me lleva un periódico en el que un reportero de prensa murciana, reivindica que le han hecho una entrevista como la primera mujer de la Región de Murcia que obtuvo el carné de conducir de camiones, en el año 1951, a los 21 años.

La ciudadana de Santomera se llamaba Pilar Zapata Andúgar y, con la confianza que tenía conmigo por ser su médico de cabecera durante muchos años, me dijo: Joaquín, es verdad que tenía 21 años cuando me saqué el carné de conducir coches y camiones de cuatro ruedas, en el año 1951, pero a decir verdad hubo una señora- que ignoro del pueblo quién es, que obtuvo el mismo tipo de carné de conducir casi un año antes que yo.

Como es natural le tomé oído a cuanto me contó y con los datos recogidos comencé a investigar en los Archivos de Murcia y su comarca, así como en el de Simancas, en Valladolid y, en Jefatura de Industria. La búsqueda fue fructífera y conseguí la identidad de la persona que, verdaderamente, fue la pionera en obtener el carné de conducir coches y camiones de cuatro ruedas. Esa persona se llamaba y se llama, afortunadamente: Mercedes López López, nacida en Ulea el día 31 de julio de 1930. Hija de José Antonio López Abenza y Concepción López. Sí, Mercedes; esa señora eres tú: “Mercedes la del pequeño”.

Te presentaste a examen antes de cumplir los 20 años, en la Delegación de Industria de Murcia, ante el Ingeniero examinador Gustavo Abizanda Alba, para la obtención del carné de conductora, mediante el examen reglamentario, con arreglo a las prescripciones del vigente código de circulación, de la época. Sin embargo, no te pudieron extender el correspondiente documento de permiso de conducir de 2ª clase, hasta el día 9 de octubre del año 1950, registrado con el número 18192.

Mercedes, el trabajo realizado para obtener esta documentación, ha merecido la pena. Personalmente, me siento orgulloso de haberlo logrado. Por eso, todo el pueblo, sin excepción, te tributamos este merecido homenaje. Un abrazo.

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