“GUIRIS” EN SEGOVIA: LO QUE LOS TURISTAS NO CONOCEN DE SEGOVIA
Nov 07 2013

POR FRANCISCO PUCH JUAREZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDESIMONTE (SEGOVIA)

Segovia.
Segovia.

Después de muchos años, he venido a pasar unos días en esta Segovia mía en la que durante más de la mitad de mi vida estuve residiendo, donde pasé mi niñez, mi juventud, y gran parte de los años de lo que podríamos llamar mi madurez, si es que alguien alguna vez, puede considerarse ser un ser maduro.

Y en estos pocos días en los que he estado viviendo en Segovia, como un turista más de los que todos los fines de semana vienen principalmente desde Madrid, se me ha ocurrido hacer algunas fotografías de lugares de la ciudad que por su escaso o nulo atractivo no son dadas a conocer a los medios de difusión y por tanto no son publicadas en revistas y periódicos en las que sólo aparecen los súper conocidos monumentos a nivel mundial como son El Acueducto, La Catedral y El Alcázar.

Para infinidad de visitantes de nuestra monumental ciudad, todo se resume en haber visto (que no visitado) esos tres principales monumentos, con lo que se dan por conformes con haber visitado Segovia.

En estos días he aprovechado para deambular por algunas calles, callejuelas y callejucas de la Segovia antigua que siguen conservando ese sabor a antigüedad que tenían cuando siendo un chaval deambulaba y jugaba por ellas sin darme cuenta del atractivo que tenían.

Muy próximas a lo que hoy hemos dado en llamar el casco histórico o casco antiguo, como si Segovia toda ella no tuviera una antigüedad de más de dos mil años, nos encontramos con una serie de callejones o callejuelas que los turistas que visitan la ciudad no conocen.

Al lado de uno de los restaurantes hoy más afamado y visitado de la ciudad, situado a unos metros de la Plaza Mayor, tenemos el Callejón del Vainero, el Callejón de la Pescadería, la calle de la Herrería que no pasa de ser un callejón y la calle de la Cabritería que en su inicio es un callejón que viene a expansionarse al llegar a la Plazuela del Potro pero que en el resto de su recorrido hasta Capuchinos Alta vuelve a convertirse en un estrecho callejón.

En mi intento de hacer una visita a lo que hoy denominan casco histórico, he tomado en la Plaza Mayor, junto a la monumental Dama de las Catedrales, ese minibús al que se me ocurre bautizarle con el nombre de El Trenecillo, y una vez subido en él y haber sacado el billete, pregunté a su conductor por el recorrido que hacía; pues mire usted, me respondió: bajo hasta El Alcázar y allí tomo a la izquierda para siguiendo por lo que es la muralla de la ciudad llegar hasta la estación de autobuses en la calle de Gobernador Fernández Jiménez, seguir por la Avenida de Fernández Ladreda hasta el Acueducto y volver a subir por la calle de San Juan hasta el lugar en el que estamos.

Lo siento le dije pero no era ese mi propósito, pues intentaba conocer si eso del recorrido de este medio por el casco antiguo era ciertamente algo interesante para mí, así que lo siento pero seguiré deambulando por callejones, callejuelas y callejucas del casco histórico por el que este minibús no pasa.

Tomé por la calle de San Frutos, costera a la propia Catedral, fotografiando la parte donde más se estrecha que es al llegar a su cruce con las calles de Barrio Nuevo y Judería Vieja, hay que ver la contraposición de ambos nombres, nuevo y vieja y caminando por la Judería Vieja, llego hasta la calle de la Puerta del Sol cuyas vetustas paredes de los edificios que la encajan, han sido remodeladas y pintadas dándoles un aspecto de modernidad que no tienen.

En la parte baja de la calle, que da acceso al Paseo del Salón de Isabel II, sigue el arco que siempre allí estuvo y que ha sido restaurado. Desde la parte alta se divisa una magnífica vista en la lejanía de los altos de La Piedad, con su cenáculo perfectamente centrado en la vista, y en la lejanía una magnífica vista de la Sierra, esa Sierra segoviana que para los que nacimos en esta tierra es inconfundible.

En ese deambular por las calles de la ciudad, uno que es de oreja despierta, tuve laocasión de escuchar la siguiente conversación de unos turistas: “oye, pero es que no hay nada más que ver en Segovia. ¿Qué más quieres ver?, hemos visto el Acueducto, la Catedral, el Alcázar, la calle Real y la plaza Mayor, ¿Qué más crees tú que se puede ver en Segovia?

Quiénes así hablaban no eran guiris, vocablo destinado a los turistas que no hablan nuestra lengua y que por lo general cuando visitan una ciudad, la recorren, la fotografían, y no se conforman con visitar solamente lo que aparece en las guías turísticas; éstos eran simplemente turistas domingueros que venían de Madrid, a tomar unos vinos, a comer en alguno de los muchos afamado restaurantes que Segovia tiene, y que al lunes siguiente, presumen entre sus amigos y compañeros de trabajo de haber venido a Segovia a comer cochinillo y tomar unos vinos.

Si a los turistas que nos visitan los fines de semana les diéramos a conocer los otros muchos atractivos y encantos que tiene Segovia, amén de los gastronómicos, tal vez no se conformarían sólo con venir a disfrutar de nuestro yantar, si no que, de verdad, vendrían a conocer nuestra ciudad y a divulgar sus lindezas por otros lugares.

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