POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)

Tendría yo unos cinco años cuando se murió mi abuelo Antonio. Tuve poco trato con él, por líos de familia, pero de ese día me quedaron imágenes tristes que no he olvidado. Una de ella fue la visita a la modista del pueblo para que nos hiciera a mi hermana y a mi un vestido de medio luto. Lo llevamos encima, como si se tratara de una penitencia, bastantes meses. Eran los años oscuros de la España en blanco y negro que siguió a la guerra civil. De esos colores era el vestido de medio luto por un abuelo para una niña de pocos años en un pueblo alpujarreño.

Entonces, en la España del No-Do, todo se tasaba. Por eso había lutos, negros; alivios de lutos, grises, y fin de lutos, multicolores. Grados aplicables a lo divino y lo humano, desde las infinitas variedades de clases sociales que se contaban en cualquier pueblo, a las penas que se imponía a los presos. En la otra vida sucedía igual: había infierno, purgatorio y cielo. El purgatorio, o la pertenencia a la clase trabajadora, por poner un ejemplo, era una especie de medio luto. Un estatus temporal que obligaba a cargarse de paciencia y de capacidad de esfuerzo para hacer meritos, salir o ascender. Como hacían los presos en la cárcel, redimiendo penas a base de trabajos forzados. O como los malos estudiantes, padeciendo la gota gorda en el verano si querían pasar de curso en septiembre. Entonces todo fallo se pagaba y precisaba redención.

Seguramente a causa de esa mentalidad, los que nos curtimos en aquellos ambientes somos una especie de todoterreno que resiste mejor las piedras del camino de esta dichosa crisis. Pero, a la vez, nos saca de quicio tanta tolerancia y tanta blandenguería con los responsables de lo que nos ha llevado hasta aquí. Por ejemplo, nos molesta que la justicia sea como de plastilina, capaz de perdonar casi todo lo que conviene políticamente. Por eso, porque nadie nos regaló nada, nos fastidia que se vayan de rositas los que han dejado España hecha un erial, sin pasar ni una semana en el purgatorio. Nos subleva el nihilismo generalizado, y no entendemos que se escaqueen del uniforme de medio luto los responsables de las colas del paro, o los que han gastado el dinero del contribuyente en beneficios partidistas. Más aún indigna que haya beneficios judiciales para reos de terribles asesinatos, caso de los etarras y otros similares. Porque no se entiende que se pague lo mismo por asesinar a uno que a veinte. Eso es lo que ha sucedido con una sanguinaria etarra tras el fallo en Estrasburgo contra la llamada “Doctrina Parot”, que han soltado a esta asesina en serie y encima la indemnizan con nuestro dinero. La culpa de esta chapuza es la vergonzosa negociación política con los etarras, uno de cuyos episodios mas negros fue lo sucedido en el Bar Faisán, donde la policía española avisó a estos asesinos para que no se presentaran cuando estaban a punto de caer en manos de la justicia.

La sentencia reciente de este escándalo, el “caso Faisán”, y la de Estrasburgo ha humillado a las víctimas y nos ha puesto a todos carne de gallina, animal menos volador que el Faisán, al parecer. Porque muchas pruebas de este caso se han esfumado. Lo peor de esto es la falta de confianza en la justicia que se trasmite a los jóvenes y que, a los que todavía esperamos algo de ella, nos dejan sin argumentos para convencer a los hijos de que conviene ser honrado, porque quien la hace la paga. Si, nos han dejado sin el recurso de imponer riguroso luto por los delitos atroces, y medio luto para los demás. Porque en esta España, si arrancas en el monte un puñado manzanilla para hacerte una infusión, o te pasas un plazo en hacienda, igual te mandan al trullo o te embargan la cuenta; pero si avisas a un etarra para que se escape, te ascienden. Mi papelera y una servidora están que trinan con tanto desatino. No somos los únicos: hoy, al mirar por la ventana, hemos visto pasar a muchos vecinos con cara triste. Están avergonzados. Llevan medio luto por las víctimas de la ETA, por las niñas violadas. Por tanto corrupto suelto. Por el drama del paro. Hoy España ha amanecido gris.

Fuente: Diario IDEAL. Jaén, 7 de noviembre de 2013