SEGÚN EL CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA, FRANCISCO SALA ANIORTE, LA CASA ES «CLARO EJEMPLO DE LA ARQUITECTURA MODERNISTA, FUE CONSTRUIDA POR VICENTE CASTELL SATORRE, PASANDO LUEGO A SUS HIJOS MANUEL Y VICENTE CASTELL IBÁÑEZ A FINALES DEL SIGLO XIX»
Patrimonio
Tras una nube de polvo quedó un testigo de los episodios más destacados de la corta historia del municipio de Torrevieja. La conocida como «Casa Rosper» quedó, el pasado día 16, reducida a escombros desapareciendo, más allá de su valor patrimonial no reconocido con una protección, una parte de la ciudad, reflejo también de secuencias como la del cantón y movimiento federalista de 1873.
El pasado día 16 desaparecía entre los escombros, que dejaba un equipo de derribos, una de las fachadas con más historia de la calle Ramón Gallud, conocida entre los torrevejenses de más edad por el nombre de «la Casa de Rosper». El inmueble, de balconada corrida y motivos de decoración arquitectónica de inspiración «art decó», tan del gusto de la pequeña burguesía comercial de finales del siglo XIX, conservó en sus bajos hasta hace bien poco el uso comercial que desarrolló durante los últimos 150 años. Lo último fue un establecimiento de ropa y complementos deportivos. Pero durante varias décadas había sido una de las tiendas de tejidos con más solera de Torrevieja junto a la de Tomás «el Barato», y hasta mediados del siglo XX, almacén de coloniales y ultramarinos propiedad de una de las familias de comerciantes más conocidas de la ciudad, los Castell.
El pasado día 16 desaparecía entre los escombros, que dejaba un equipo de derribos, una de las fachadas con más historia de la calle Ramón Gallud, conocida entre los torrevejenses de más edad por el nombre de «la Casa de Rosper». El inmueble, de balconada corrida y motivos de decoración arquitectónica de inspiración «art decó», tan del gusto de la pequeña burguesía comercial de finales del siglo XIX, conservó en sus bajos hasta hace bien poco el uso comercial que desarrolló durante los últimos 150 años. Lo último fue un establecimiento de ropa y complementos deportivos. Pero durante varias décadas había sido una de las tiendas de tejidos con más solera de Torrevieja junto a la de Tomás «el Barato», y hasta mediados del siglo XX, almacén de coloniales y ultramarinos propiedad de una de las familias de comerciantes más conocidas de la ciudad, los Castell.
En una anotación del cronista oficial de Torrevieja en las redes sociales, Francisco Sala Aniorte dice de la casa que es «claro ejemplo de la arquitectura modernista, fue construida por Vicente Castell Satorre, pasando luego a sus hijos Manuel y Vicente Castell Ibáñez a finales del siglo XIX». Nombres que se unen a la etapa más revolucionaria y activista de la historia contemporánea de la localidad, la del cantón torrevejense, y de la que el inmueble, ahora desaparecido, sería testigo de excepción.
El historiador Juan Bautista Vilar describe la Torrevieja de 1870 como villa marítima, mercantil y progresista. Una ciudad portuaria de talante abierto y cosmopolita de 8.500 habitantes donde el ideario demócrata, y luego el republicano federal, encontró, también por motivos económicos, el caldo de cultivo adecuado para su arraigo y expansión. Y, de hecho, la ciudad se erigió en uno de sus focos pioneros ya que fue la primera localidad de la región valenciana en adherirse a la revolución cantonal estableciendo el suyo propio y erigiéndose, por tanto, en autonomía separada de Valencia. Fue un 19 de julio de 1873, el mismo día en que lo hacían Sevilla y Cádiz, y dato significativo -apunta Vilar-, horas antes que Valencia, donde la insurrección no triunfaría plenamente hasta el día siguiente. Entre los nombres protagonistas de aquella jornada y las sucesivas se encuentran los de Concha Boracino, poco estudiada precursora de lo que hoy conocemos como feminismo, o destacados federalistas como Vicente Castell, cuyo almacén de coloniales quedaría en el refranero popular local ligado al movimiento cantonalista: «En un día se quedó el pueblo sin voluntarios, los Casteles sin arroz y Bartolo sin caballo».
En la historia más reciente, sin embargo, la casa se asociaba a la tienda de tejidos Rosper. De allí salieron los ajuares de muchas torrevejenses que siguiendo con la costumbre, desde mocitas iban comprando toallas, mantelerías para bordar y paños de cocina con vistas a proyectos de vida que pasaban en su mayor parte por el matrimonio. El pasado sábado 16, desde bien temprano y con la Ramón Gallud cortada por el derribo, una pala cargadora recogía los restos de ladrillos y azulejería de una casa que vio pasar la historia de Torrevieja por su puerta ante la mirada de vecinos y curiosos. Algunos comentarios de los allí presentes justificaban el derribo de este inmueble que no contaba con ningún nivel de protección aludiendo a la libertad de decisión de los propietarios. Es la ley de los tiempos que corren.