POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Bueno, bueno, bueno… Pasaron las elecciones -¡loado sea Dios!- con toda su carga de campañas, de escrutinios, de comentarios poselectorales y de «análisis de resultados» (que, por cierto, nadie analiza objetivamente) para que todos, aún reconociendo derrotas, resulten GANADORES.
Pero no se alegren en demasía.
Ahora nos espera un mes de «tomas de posición y de posesión» para, casi de inmediato, entrar en nuevas campañas, nuevas elecciones, nuevos éxitos y fracasos, nuevas interpretaciones y LOS MISMOS GANADORES.
¡Oiga! ¿Y esto qué tiene que ver con las cosas de cocina?
Verán; les cuento.
Fue don Bernardo Manuel de La Calle Caballero (1827-1887) un ilustre gaditano, alcalde de Cádiz, Comisario Regio de Agricultura, Industria y Comercio, Diputado Provincial, Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y primer marqués de La Calle , título pontificio concedido por el Papa León XIII en 1880) , y que ,según nuestros datos, no se ha actualizado por sus descendientes.
Este señor y su esposa, doña Margarita, tuvieron en su casa a una sirvienta-niñera, de nombre Celestina, para cuidar de su nieta Joaquina de Lizáur y de La Calle; sirvienta que, pasado el tiempo, siguió prestando servicios en la casa como cocinera.
Esta diligente moza, que según cuentan aprendió a leer y a escribir gracias a un novio gijonés, Ciriaco, redactó a lo largo de sus años de trabajo una «libreta de cocina», auténtica joya , que bajo el título «RELIQUIAS CULINARIAS-1880» ha sido editado por la Junta Local de Hostelería de Tineo en el año 2005.
Es una libreta de cocina redactada en un tiempo azaroso, políticamente hablando.
Destronamiento de Isabel II, proclamación de un rey extranjero (Amadeo I), I República, Restauración de la Monarquía con Alfonso XII… Sucesos varios que Celestina acoplaba a sus recetas: «Timbal amaedista», «bizcochos sagastinos», «alfajores carlistas», «bizcochos republicanos»…
Veamos estos BIZCOCHOS SAGASTINOS en honor de don Práxedes Mateo Sagasta:
Se mezclan muy bien una libra de azúcar y otra de manteca de Flandes; cuando estén bien trabajadas se agrega libra y cuarta de harina, un cuartillo de leche y un huevo. Se hace una pasta y se deja descansar una hora. Se extiende con el rollo, se cortan los bizcochos dejándolos del grueso de tres pulgadas y, untados con una pluma mojada en leche, cuecen a horno templado.