LA CRIPTA OLVIDADA DE FELIPE V
Jun 07 2015

POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFIICAL DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)

24(1339)

A lo largo de estos años dedicados a la investigación sobre la historia del Real Sitio, un servidor ha escuchado leyendas y rumores varios, algunos ciertamente fantásticos y otros, no tanto. Resulta, cuando menos, lógico, teniendo en cuenta la singularidad del lugar y la notoriedad de muchas de las personas y personajes que con el devenir del tiempo acabaron pasando por este Paraíso.

De los mitos fundacionales asociados a reyes cazadores y puercos salvajes, pasando por monjes habitando rocas y monasterios, que no conventos, misteriosos o asnos rebuznando como humanos, a las leyendas históricas de reyes fantasmagóricos de vida disoluta, revoluciones palaciegas, golpes de estado, reinas enamoradas de generales o elecciones de monarcas al calor de una copa de jerez, el Real Sitio de San Ildefonso, como le ocurre a la Insigne Ciudad de Segovia, podría cubrir cientos de páginas asociadas tan solo a la rumorología.

De todos esos acasos, ninguno tan sorprendente como el referido a la tumba del rey fundador, Felipe V. A pesar de existir un cenotafio construido ex profeso por Fernando VI para recibir los restos mortales de su padre e Isabel de Farnesio en la Capilla de las Reliquias de la Real Colegiata, siempre escuché que los cuerpos de los reyes no se encontraban allí. Sin saber explicar muy bien porqué, todos los que pregunté desde mi ya un tanto lejana infancia me aseguraban que en un extraño lugar de la Colegiata, entre pasillo y altar, puerta y ventana, tapiz y coro, se encontraban depositados los Reales Restos arrebatados al tétrico panteón del Escorial. El niño fantasioso que siempre fui, amante de misteriosos enigmas, cada vez que entraba en la Colegiata, siempre a hurtadillas, intentaba escaparse del grupo, tratando de localizar alguna señal que diera pista certera del lugar preciso de eterno reposo de aquel triste y apenado rey francés que tuvo a bien construir el Real Sitio.

Con el paso de los años, joven y adolescente, la mirada furtiva se transformó en pregunta inquieta y reiterada a cuantos guías y profesores, vecinos o trabajadores dePatrimonio Nacional pudieran saber algo al respecto. Todos estaban seguros de que los reyes no estaban en el cenotafio y algún que otro valiente me aseguró haber sido testigo del hallazgo de los cuerpos en un pasado incierto pero no muy lejano. La leyenda de la tumba real de Felipe V e Isabel de Farnesio, para mi desgracia, quedó en el debe de mi amplio desconocimiento del Real Sitio hasta mejor ocasión.

Y la ocasión llegó hace unos días. La tía de mi esposa, Ana Escudero, más tía mía que suya por el aprecio inmerecido que me profesa, decidió entregarme un documento que había atesorado durante los últimos sesenta años y que ha hecho las delicias del que suscribe. Su padre, abuelo de mi señora, había sido sacristán de la Real Colegiata y, como tal, conocía todo lo allí sucedido y de lo que no podía afirmar personalmente, guardaba copia. El documento en cuestión resulta ser copia del acta levantada en el momento exacto del descubrimiento de la cripta perdida de los Reyes Fundadores.

Fechado el 15 de junio de 1954 a las once de la mañana, el texto, de apenas página y media, recoge un suceso de lo más sorprendente. Como bien medio sabían los vecinos adictos al rumor, el hecho tuvo lugar al calor de la restauración de la Real Colegiata afectada por el incendio de la linterna de la misma en 1945. En el transcurso de las obras de restauración, en las que participaría mi abuelo materno, Francisco Valero, maestro escayolista fetén del foro, hubieron los trabajadores de retirar lo que quedaba del altar, derruido por las circunstancias citadas. Uno de los trabajadores, de quien no consta nombre, retirando escombro quedó prendado por un brillo extraño. Ahondando más, dio con una puerta bronceada de dos hojas marcada con lises, emblema de los Borbones. Lógicamente, entre los trabajadores corrió la noticia cual rayo y las malas lenguas dieron por decir que un tesoro había sido encontrado en la obra de la Colegiata. Abad y capitulares se apresuraron a relatar a los obreros que allí se encontraban los restos de Felipe V e Isabel de Farnesio, como bien intuían a tenor de los documentos custodiados en el Archivo Colegial. Sin embargo, puesto que era cosa aceptada por todo la vecindad que los cuerpos de los reyes descansaban en el panteón, a pesar de lo que decían los documentos del archivo colegial, la autoridad competente tomó la decisión de abrir aquellas puertas y acabar con cuentos y leyendas…

Fuente: http://www.eladelantado.com/

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