POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La pesca era muy habitual en las aguas del río Segura a su paso por Ulea. Como el río era y es fronterizo con el vecino pueblo de Villanueva, los personeros públicos de ambos pueblos, tomaron la decisión de que ningún pescador echara el anzuelo para pescar, más allá del centro del cauce del río aproximadamente y, menos aún, que cruzaran a la orilla contraria.
En nuestra ciudad, la saga de la familia Yepes eran expertos pescadores fluviales y, no solo se abastecían sino que, además, vendían generalmente por encargo a personas pudientes y, también, aquellas de exquisito paladar. Estos pescadores tenían fama de buenos faeneros y además, solventaban la discreta economía de sus familias.
Como según las ordenanzas consensuadas por los pueblos de Villanueva y Ulea no podían cruzar a la otra orilla, los hermanos Teófilo, Tomás y Luis Yepes, confeccionaron una pequeña plataforma de madera sobre dos haces de cañas, en el sentido de la corriente de las aguas y, ubicados sobre dicha plataforma, lanzaban al agua sus sedales con varios anzuelos y distintos cebos. A este sistema de pesca que era puro arte se le llamaba, en los albores del siglo XIX, Palangre.
Esa plataforma, día sí, día no, recorrían el cauce del río Segura por la zona jurisdiccional desde El Salto de la Novia hasta pasado el Parque en su límite con Archena (frente al balneario de dicho pueblo).
¿Por qué faenaban en días alternos? Sencillamente; porque un día lo dedicaban a pescar y otro para trasladar dicha plataforma al punto de partida y esta tarea la hacían como si portaran un santo: en andas.
Otros vecinos de Ulea solicitaron permiso para pescar en dichas aguas con las mismas artes de Palangre pero, ante la avalancha de peticiones, el personero público le sometió a pública subasta con el fin de otorgar las licencias de pesca; fijando los días que correspondía a cada pescador. Al no ser tan expertos como los hermanos Yepes, todos los neófitos acababan aburriéndose y, al no serles rentable, terminaban por dejar la pesca.
Además de pescadores, los Yepes eran remeros adiestrados; manejaban la plataforma con destreza y conocían el oficio a la perfección. Nadie como ellos escrutaba los recovecos en donde se escondían los peces. Escudriñaban en las curvas del río (en los meandros) y, allí, lanzaban los anzuelos con sus cebos; obteniendo una abundante y suculenta pesca.