POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Actuaron como representantes del Casino en la firma ante el notario Juan Puigcerver Campillo: los entonces vocales de la Junta Directiva Luis Ibáñez Galiana y Vicente Blanco Mateo.
En ese verano de 1888, aparece publicado en la prensa en lugar destacado, los ricos helados de ‘La Numancia´ y otras viandas, pasando desde la exquisita langosta hasta la nutritiva ternera que allí se vendían y que tuvieron fama entre los veraneantes de Murcia y Orihuela que por aquí venían a disfrutar de los baños de mar.
El día 6 de enero del año siguiente, 1889, se volvió a celebrar la Junta General del Casino de Torrevieja para la elección de cargos y aprobación de las cuentas del semestre último y se procedió a la votación secreta con arreglo al art. 32 del reglamento, resultando electos por lista de votos los Socios Propietarios que tenían el derecho de elegir y ser elegidos, tomado parte en la votación 67 individuos de los cuales, fueron elegidos de forma muy reñida: presidente, Francisco Ballester Alberola; tesorero, Nicolás Blanco; y secretario, Manuel Vallejos.
Ese mismo año, el 26 de agosto de 1889 la sociedad Casino de Torrevieja, titulado “Numancia”, compra a las hermanas Concepción y Pilar Blanco Calero, las casas laterales, dos estancias iguales de 6,11 metros de ancho y 5,62 metros de profundidad.
En aquel verano sobresalió entre las actividades programadas un baile y un concierto que tuvo lugar en el salón y en la terraza, levantándose un tablado en la explanada, revistiéndose las columnas que lo sostenían de verde y florido follaje de mirtos y adelfas. Con este baile el Casino obsequió a los forasteros y a los hijos del pueblo.
Llegada la noche, cerca de las once, con retraso y con gran disgusto de la gente que esperaba ya dos horas en sus asientos, la orquesta preludió el primer vals con lo que dio principio el baile, durando hasta la una y pico de la madrugada. La concurrencia extraordinaria; la animación menor de lo que se esperaba. Según las crónicas, las mujeres jóvenes, que concurrieron en gran número, lo animaron, formando contraste los tonos claros que componían sus vestidos con los colores oscuros de los trajes de los hombres.
El baile que, si bien tuvo mucha afluencia de gentes y fue de mucho lucimiento, no pudo alcanzar su máximo esplendor al haber poco orden al hacerse entrega de cromos y ‘bouquets’, no pudiendo cumplirse más que en una tercera parte por falta de bailadores.
Ese mismo año, el 14 de agosto, hubo un nuevo concierto, también en el salón, que terminó en un baile. La conocida pianista malagueña, María de Ugarte, inició el concierto, escuchando después algunas difíciles ejecuciones a cargo del torrevejense Manuel Capellín. A continuación, la oriolana Araceli Die cantó con un gusto exquisito y suma delicadeza la preciosa partitura Camprodonne ‘Música prohibida’, que fue calurosamente aplaudida, entonando después, a instancias de la numerosa y selecta concurrencia, la habanera ‘Niña Pancha’, acompañada al piano por el profesor Capellín.
La fiesta pudo tener un desenlace dramático, pues se oyó, en unas de las salas del Casino, una detonación espantosa que fue, según unos, el estallido de un quinqué, y, según otros, un petardo, con lo que las señoras se asustaron, máxime cuando también se comentó, en los primeros momentos, que podía haber sido un terremoto. Algunos caballeros temerosos se precipitaron por un balcón algunos. A pesar de todo se tranquilizó el público y continuó el baile, aunque algunas familias se retiraron bastante afectadas. Después se averiguó que el ruido había sido producido por un pequeño petardo que se disparó junto al salón de tresillo.
Otro de los días se celebró un concierto de carácter privado, por los aventajados pianistas, el murciano señor Puig y el ilustre torrevejense y Presidente de Honorario del Casino, Luis Cánovas Martínez.
Luis Cánovas, como notable artista, mereció muchos aplausos, no quedando en lugar inferior Puig que hizo una asombrosa ejecución. Ambos resultaron a gran altura. Cánovas Martínez jugó con las notas, teniendo muy desarrollado el gusto artístico. Puig, un estudiante, con bastantes años menos, ejecutó con limpieza e hizo fácil lo difícil.
En 1890, se publicó en la prensa una noticia anunciando que varios socios del Casino de Torrevieja habían acudido a quejarse al señor gobernador de la provincia solicitando la anulación de las elecciones celebradas en aquel centro el día 26 de enero, exponiendo como motivo “el adolecer de un vicio legal reglamentario”, pidieron también que anularan todos los acuerdos tomados por dicha junta, ya que, según ellos, perjudicaban los intereses de la sociedad.
En aquel verano, como todos los años, se celebraron conciertos improvisados en el casino ‘Numancia’. El tenor cómico Barrenas que tan aplaudido y estimado había sido en aquella temporada por el público madrileño, proporcionó una magnífica velada. Con bonita voz y su gusto peculiar, hizo oír las mejores partes de la zarzuela ‘La Bruja’ y el aria de tenor de ‘Marina’.
El Casino ejerció actos de beneficencia, como sus estatutos indicaban. En 1890, cuando unas inundaciones ocasionaron numerosos desastres en Consuegra y Almería. Cumpliendo con sus fines, contribuyó con 2.500 pesetas para el socorro de los damnificados. El Ayuntamiento de Torrevieja, más tacaño que el Casino, aportó con solamente 500 pesetas para la misma causa.
Continuó colaborando con ayudas a los necesitados, y en otras obras benéficas. El 30 de abril de 1895, se organizó una colecta en Torrevieja por una estudiantina constituida en Orihuela, con la finalidad de recaudar fondos para los familiares de los náufragos del desaparecido crucero ‘Reina Regente’, entre los que se encontraban varios marineros torrevejenses. A las tres de la tarde se personó la estudiantina en el Casino donde su presidente, Manuel Ballester, la recibió tributando a Ramón Montero Mesples, presidente del grupo musical, numerosos elogios. Los amplios salones y café del establecimiento no pudieron contener al gran número de personas congregadas, pues costó trabajo hacer espacio para los músicos que difícilmente pudieron usar sus instrumentos. La estudiantina tocó varias piezas acompañada por el coro de cantores, interpretando peticiones, que todos los socios contestaron aportando un nuevo donativo.
Ramón Montero Mesples, con el permiso del presidente del Casino, hizo uso la palabra pronunciando frases de dolor para los náufragos del ‘Reina Regente’ y lástimas y tristezas para sus familias; agradeció a la sociedad junto con su presidente, terminando por solicitar a uno de los postuladores que le siguiera en el uso de la palabra. Un joven aceptó, y en un breve discurso pidió a todos que rogaran por las almas de los infortunados del crucero ‘Reina Regente’, y que cada cual con arreglo a sus fuerzas hiciera lo que pudiera por las desamparadas familias de esos desgraciados, especialmente a las del vecindario de Torrevieja. Terminó agradeciendo sus donativos al pueblo y, en especial, al público congregado en el Casino. El presidente Manuel Ballester Albentosa, en nombre de la sociedad, dio las gracias a la juventud que componía la estudiantina y dio cien pesetas en nombre del Casino.
El Casino se fue convirtiendo en el lugar encuentro de la burguesía local, la mayoría de los ricos armadores de buques y comerciantes constituían esa sociedad elegante que celebraba bailes con el sello de distinción y con el buen tono que sus socios demandaban. Pero, en la década de los noventa, los socios se lamentaban de no contar con un establecimiento adecuado y demandaron unas instalaciones dignas de la importancia que tenía Torrevieja.
A finales de 1895 el edificio no reunía las condiciones de capacidad necesarias para objeto al que se destinaba. Ofrecía poca seguridad y se encontraba la obra en muy mal estado, por lo que la Junta directiva pensó que lo mejor sería proceder a su demolición y construir en el mismo solar un nuevo edificio. Se encargó un proyecto de la obra a los arquitectos José Guardiola Picó y Tomás Aznar, que en esos momentos de ocupaban de la terminación de los trabajos del nuevo templo de la Inmaculada Concepción, cuyos primeros planos fueron trazados por arquitecto José Ramón Mas Font en 1864.
José Guardiola Picó fue uno de los arquitectos de mayor nombradía en lo que se refiere a eclecticismos y de transformaciones en la arquitectura alicantina.
Nació en 1836 y fallecido en 1909. Estudió en Madrid, donde obtuvo la titulación, siendo arquitecto diocesano, provincial y municipal de la ciudad de Alicante. Fue reconocido académico de la de Bellas Artes de San Fernando.
Su quehacer como arquitecto a secas, y como urbanista más ampliamente, se dejó sentir en obras tan significativas, además del Casino de Torrevieja, en otras muchas de la ciudad de Alicante, como la plaza del paseo de los Mártires y las reformas en el paseo de la Reina, ambas realizadas en 1867; la plaza de toros, el asilo de Nuestra Señora del Remedio, la reforma del Teatro Español (1876), donde trabajaron igualmente los arquitectos Francisco Fajardo Guardiola y posteriormente Juan Vidal Ramos. Suyo fue el proyecto de la casa Alberola, de 1894, rematada por un cilindro o torreón de ventanas de herradura coronado con cúpula semiesférica con cubierta de bronce, donde el arquitecto utilizó un lenguaje nuevo y diferenciador. También reconstruyó la ermita de San Roque y proyectó el matadero municipal de nuestra capital de provincia.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 13 de junio de 2015