POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Era yo un joven estudiante de bachillerato (época de la dictadura dura) cuando cayó en mis manos un libro sorprendente: «Viajes morrocotudos. En busca del Trifinus melancólicus».
Su autor fue el abogado, humorista, dramaturgo, versificador extraordinario… Juan Pérez Zúñiga (1860-1938).
Este libro estaba ilustrado con dibujos del gran Joaquín Xaudaró (1872-1938), aquel que en sus viñetas de ABC hizo famosa la figura del perrito «compañero».
Un libro para leer y releer hasta enterarse que el tan buscado Trifinus melancólicus no era otra cosa que el hermafrodita Pollicipes (del latín polles-icis: dedo gordo del pie) cornucopia Leach (del latín cornu: cuerno; copia: abundancia).
Es decir: el percebe o, mejor aún, LOS PERCEBES o LES PERCEBES.
En estos días estivales se cerró la veda (se suprimió la prohibición) de la captura de este animalito excepcional cuya galanura de sabor supera todas las dichas imaginables.
Evidentemente hablamos de los «percebes de sol», esos que son cortos y gruesos como «la dea del pie»; no de los percebes aguarones o «de sombra» que, como indica su nombre, son eso: aguarones.
¡Oiga, oiga! ¿Y cómo andan de precio?
Pues según leí en la prensa asturiana, creo que en estos días el kilogramo oscila, en subasta de lonja, entre los 80-90 euros.
¡Vaya!; como escribió Calderón de la Barca:
“¿Qué es la vida? Una ilusión;
una sombra, una ficción,
donde cualquier bien es pequeño;
pues toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son»
¿Y cómo se cocinan?
Les cuento.
Alfredo Tella («Equis») escribió un poemilla-receta al respecto, que fue publicado a comienzos del siglo XX por Manuel María de Puga y Parga, «Picadillo» en su libro «La cocina práctica».
Extractamos la fórmula:
«No es necesario ser madame de Thebes,
ni saber brujería o cartomancia,
ni haber nacido en Inglaterra o Francia,
para guisar percebes.
………………..
Una vez el molusco en la cocina
la receta cualquiera la adivina:
con agua y sal, en pote, van al fuego;
se sopla un poco y a comerlos luego»
Juan Fernández de la Llana, «Juan Santana», en «De Gastronomía Asturiana» (Oviedo 1970) reproduce la receta que, por telegrama desde Barcelona, un asturiano envió a unos amigos avilesinos: LITRO DE AGUA. CUCHARA DE SAL. AGUA HERVIR. PERCEBES ECHAR.VUELTA A HERVIR. CREDO REZAR. PERCEBES SACAR. ABRAZOS.
Se me olvidaba un consejo.
Son los versos finales del poema antes citado:
«Como fin de receta:
no los comáis jamás sin servilleta
que os tape todo el busto,
si queréis evitaros un disgusto.»