TORREVIEJA… UN PUERTO DE NUNCA ACABAR (3)

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Planta de reedificación de Torrevieja (1929). / José Agustín Larramendi. BPR

Planta de reedificación de Torrevieja (1929). / José Agustín Larramendi. BPR

Tras la destrucción de Torrevieja por el terremoto del 21 de marzo de 1829 y su reedificación no dejó de ofrecer dificultades. Muchos tenían un miedo extraordinario por su ubicación y quisieron que se trasladar poco más de media legua hacia Cartagena, arguyendo a su favor diciendo que las casas que había en aquel punto se habían caído.

El traslado de Torrevieja a otro punto hubiera obligado a la construcción de un nuevo muelle –única edificación que había quedado en pie tras el seísmo-, eso suponiendo que en el otro sitio hubiera un buen fondeadero; además se debería de construir un nuevo canal o acequión desde la salina al nuevo puerto, es decir, suponía un gasto considerable a cambio de una ventaja incierta. Por esas consideraciones el ingeniero José Agustín de Larramendi proyectó la reedificación de la población en el paraje de la antigua población.

Cincuenta y ocho años después de la construcción en las eras de la sal del muelle-embarcadero de poniente, se inició, a mediados de julio de 1835, un muelle o prolongación de la punta titulada del fuerte. Las obras que se prolongaron durante seis años contando con varias partidas: una de 23.207 reales, en 1837, y otra de 6.752 reales en 1839, a cargo de la Dirección General de Rentas Estancadas del Ministerio de Hacienda. En 1841, el maestro de obras Félix Torregrosa obtuvo por 5.990 reales el remate para componer el muelle recién construido afectado por un huracán.

En marzo de 1838, se sacaron a pública subasta varios solares de Hacienda, que habían sido afectados por el terremoto de 1829, conservando el solar de la casa-administración. El arquitecto Tomás Soto Jiménez fue el encargado de valorar los solares que iban a enajenarse. En marzo de 1839 se mandó subastar las obras de reedificación, que fueron acometidas en agosto por el maestro de obras Francisco Adalid, con un presupuesto de 30.600 reales al que hubo que añadir 4.994 reales más para las reparaciones por los daños causados por un temporal.

La construcción del puerto debería traer grandes beneficios a las poblaciones de Torrevieja y a la huerta de Orihuela. Además de la construcción del puerto, era también una necesidad urgente el trazado de una carretera que enlazara esta población con los diferentes pueblos de la vega baja del Segura, pues en esa fecha sólo existía una malísima vereda sujeta a las incesantes variaciones según la estación y mayor o menor tránsito de carruajes.

El puerto de Torrevieja sería el más próximo a esa vega, la mayor parte de los frutos que se producen en la huerta serían transportados a Torrevieja para su embarque y conducción a las posesiones francesas de África.

Eso ocuparía a centenares de carruajes, cuyos dueños se darían por muy satisfechos si después de emplear ocho o diez horas en andar cuatro leguas y media que había de Orihuela a Torrevieja, no perdieran además los animales y carruajes en alguno de los muchos vuelcos que de continuo se daban.

Ese peligro, y la pérdida de tanto tiempo, eran el motivo de exigir por el transporte de los géneros mayor cantidad de lo que debieran. Quien pagaba por estos perjuicios eran los labradores, que se veían en la precisión de dar más baratos los frutos y aun así, habían años que no se vendían ninguno.

Sobre todo en verano, huyendo de los excesivos calores, se trasladaban a Torrevieja numerosas familias de Orihuela, de Murcia y otros pueblos de la vega del Segura, resultando que después de ocupar toda una tarde de verano en un viaje, que sólo debía de durar dos o tres horas, se daban por satisfechos si sólo perdían el tiempo y no se agregaba además alguna cabeza o miembro roto en un vuelco del carro. Que no sucedieran esas tragedias todos los días se debía únicamente al duro trabajo y buenos conocimientos de los conductores de carruajes, que en muchos sitios los sostenían con sus brazos, y en todo el camino no podían separarse un momento del diestro de las caballerías.

Consecuencias de no haber camino eran las razones por las que transitaban más gentes de las que debiera en la estación seca del año, pues en la lluviosa, quedaban cortadas las comunicaciones para los carruajes, quedando abiertas sólo para las caballerías, y aun así dando unos grandes rodeos.

Plano de la bahía (1846). / Aloyse Speyser. Grupo Salins

Plano de la bahía (1846). / Aloyse Speyser. Grupo Salins

Entre 1841 y 1846 las salinas fueron arrendadas al financiero José de Salamanca, mejorando la explotación, por medio del procedimiento que iniciaba la recolección de la sal con agua en la laguna –entes se hacía en seco-, por medio de barcas. Salamanca se interesó por la construcción de un puerto bajo el proyecto trazado en 1846 por geómetra Aloyse Speyser en un intento de mejorar el fondeadero de los barcos que veían a cargar sal.

Plano de la Era y embarcadero de la fábrica de sal (1848). / Antonio García. I.H.M.

Plano de la Era y embarcadero de la fábrica de sal (1848). / Antonio García. I.H.M.

En agosto de 1848, el arquitecto titular de la provincia de Alicante, Antonio García, reconoció detenidamente el terreno para después trazar el plano de ampliación de la era. En el año 1850 se hicieron grandes obras en las eras, depósito de embarque y acarreo, se construyó otro muelle para el embarque de sal más a levante, una oficina para la administración y resguardo en un edificio de dos pisos, incluyendo una nueva casilla para la Capitanía del Puerto, esta último firmado por los maestros alarifes José Aguirre García y Juan Sánchez Guillén.

Urgía la construcción de un puerto de abrigo, ya no sólo para Torrevieja sino para ser utilizado como embarcadero seguro por todos los pueblos de la Vega Baja. En 1855, en los inicios de la industrialización, Guardamar pretendió conseguir su propio embarcadero en detrimento del de Torrevieja, argumentando su mejor emplazamiento respecto de la comarca de Bajo Segura y la navegabilidad del río. El Ayuntamiento guardamarenco escribió la siguiente carta dirigida a la reina Isabel II:

El Ayuntamiento, mayores contribuyentes,… “exponen. Que teniendo esta población más de 3.000 almas; el hallarse situada muy próxima al mar con la circunstancia además de ser navegable el Segura…; que se halla más próxima que otro punto de la costa de más de quince pueblos agricultores también en esta vega y huerta hasta Orihuela [manifiestan su conformidad porque] se les impongan cuantiosos perjuicios obligándolos a embarcar los frutos del país por los puntos de Torrevieja y Santa Pola que tienen aduana y no haberla en esta; puesto que para efectuarlo han de conducir los productos todos de sus cosechas como son trigo, cebada, maíz, habas, patatas, sandías, melones, naranjas y limones, vinos, aceite, higos, cáñamo, lino y frutas…

En consideración a todo lo expuesto se permitió desde tiempo inmemorial embarcar y desembarcar frutos y efectos del país con intervención del comandante y jefe de carabineros, previas las licencias correspondientes de la Aduana de Torrevieja que es más inmediata, hasta hace algunos años que obliga a todo este pueblo y sus fronterizos a que conduzcan sus cosechas y se surtan de madera para construir casas y hasta de carbón y leña para guisar donde hay aduana, a pesar de la distancia que la separa…

Por cuyas razones suplican rendidamente a V.M., que previa la licencia de la aduana de Torrevieja,… ver permitir por este punto embarcar frutos y efectos del país y desembarcar carbón, leña y madera para la construcción de casas…”.

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 5 de septiembre de 2015

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