TORREVIEJA… UN PUERTO DE NUNCA ACABAR (5)
Sep 19 2015

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Muelle de Antonio Mínguez Sánchez ‘el Turbio’. / Colección de Fco. Sala Aniorte
Muelle de Antonio Mínguez Sánchez ‘el Turbio’. / Colección de Fco. Sala Aniorte
Antonio Mínguez Sánchez ‘el Turbio’. / Colección de Fco. Sala Aniorte
Antonio Mínguez Sánchez ‘el Turbio’. / Colección de Fco. Sala Aniorte

En 1874, fue proyectado el muelle de carga y descarga de Antonio Mínguez Sánchez ‘el Turbio’, proyecto que informado favorablemente para su concesión y levantamiento por el Ayuntamiento y en noviembre de ese mismo año pasó el informe de la Comisión de Sanidad General de la Junta Provincial de Alicante, aunque no fueron autorizadas las obras hasta marzo de 1876. Fue el único muelle privado que existió en la localidad durante el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX.

Según las cláusulas de la concesión del muelle a Antonio Mínguez, éste tenía a perpetuidad el uso y explotación del servicio del muelle con libertad de tarifas y facultad de enajenar o ceder sus derechos.

En lo que respecta a la comunicación vial de la vega baja del Segura con Torrevieja, tuvo su fecha de arranque con la publicación en la ‘Gaceta de Madrid’ con fecha 24 de octubre de 1878, con la subasta de la carretera de Orihuela a Torrevieja, pensándose que esa obra llevaría a la consecución y construcción de un puerto en la villa salinera.

La Ley de Puertos de 7 de mayo de 1880, al enumerar en su artículo 16, que puertos eran de Interés General, no recogía entre ellos al de Torrevieja, no obstante haber sido estudiado por cuenta del Estado y haber sido subastado con cargo a los presupuestos de la nación. Este olvido provocó la protesta social de la comarca. Una segunda Ley de Puertos, la del 27 de abril de 1882, si lo incluyó al de Torrevieja como de Interés General de 2º Orden, con lo que el Estado. En virtud de ello, el Estado contrajo la obligación de construirlo por su cuenta dicho, conforme a los artículos 18 y 25 de la ley de 7 de mayo de 1880, que disponían que era competencia del Ministerio de Fomento ordenar los estudios y proyectos de los puertos de Interés General, que tenían que ser costeados por el Estado con arreglo a las cantidades que se consignasen en los presupuestos generales. Sin embargo, el interés estatal se aprecia en años sucesivos no se dotó ninguna partida económica para la obra.

El ferrocarril, innegable factor de desarrollo de la revolución industrial, amenazó, sin embargo, el porvenir torrevejense al sacrificar la construcción de su ansiado puerto reiteradamente obstaculizado por Alicante, que aspiraba a beneficiarse por el embarque de sal.

La ‘Compañía de Ferrocarriles Andaluces, que había construido un ramal desde Albatera a Torrevieja y desde la estación de Torrevieja a los diques de las salinas, presentó instancia a la dirección general correspondiente solicitando “[…] la concesión necesaria para tomar sal en aquellos diques por medio de sus wagones y la rebaja en el precio de la sal equivalente a las partes que el Estado abona por el transporte desde los indicados diques a la Era de despacho”.

Esta concesión parecía lo más inocente pero no se perseguía otra cosa, con lucro para la compañía que suprimir la carga de sal en la bahía de Torrevieja, en beneficio del puerto de Alicante.

Una Real Orden autorizó a la ‘Compañía de Ferrocarriles Andaluces’ a transportar sal tomándola en el dique 3º de las salinas y conducirla hasta Alicante pagándola en el acto con la rebaja en el precio del tanto que representaba el acarreo a la era-cargadero que pagaba Hacienda, haciéndole también una bonificación de en aquella sal que exportaban de 95 céntimos por tonelada. Tal real Orden representaba poner fin al acarreo de la sal desde las salinas a la era en que se empleaban un mínimo de sesenta o setenta carros diarios, que cobraban nueve céntimos por quintal métrico de sal aunque siempre transportaban más sal de la que se les pagaba. Pero además, otra cosa que desaparecía con esa Real Orden era la carga de barcos en la bahía y con ello el paro de estibadores, barqueros y personal de la Era.

El 29 de mayo de 1887 se celebró en Torrevieja una manifestación en la que participaron numerosísimas personas de todos los colores políticos, clases y posiciones sociales, en demanda del ansiado puerto. Reunidos los manifestantes en el paseo de Vista Alegre se dirigieron al teatro, donde se nombró una ‘Junta Popular Cooperadora del Puerto y Mejoras de Torrevieja’ compuesta por los señores Puigcerver, Balaguer, Onteniente, Torregrosa, Ortega, Pego y Moreno, designándose los tres primeros para que como delegados permanentes gestionasen el deseo general de tener un puerto en Torrevieja. Se pronunciaron elocuentes discursos que se prodigaron con ruidosos aplausos bajo un gran entusiasmo.

La cuestión era tan grave como trascendental y en ella estaban interesados todos los pueblos de la ribera del río Segura tanto como Torrevieja, porque ganaría mucho siendo punto de importación y exportación de todo el distrito agrícola, dando la huerta salida a sus frutos y la cómoda entrada de los artículos extranjeros para nutrir al comercio. Los vecinos de la villa salinera comenzaron a trabajar para que la Compañía de Ferrocarriles Andaluces, que estaba construyendo el tramo Albatera-Torrevieja, construyera el tan deseado puerto.

Hartos de las reiteradas e incumplidas promesas de construcción de un dique de abrigo y muelle comercial, diversos pro-hombres torrevejenses intentaron la constitución de una sociedad por acciones para llevarlo a efecto desde la iniciativa privada. Se constituyó en Torrevieja la ‘Junta Popular Cooperadora del Puerto y Mejoras de Torrevieja’, presidida por el notario Simeón Juan Puigcerver.

Por aquel entonces era corriente, y un ejemplo era Águilas, conceder a sociedades o particulares la construcción de puertos, obteniendo la explotación del mismo por un número de años y el dominio de los terrenos ganados al mar. Una comisión formada por Antonio Miralles, Antonio Sala y el presidente de dicha Junta exploraron la voluntad de las personas pudientes, a fin de conocer la oferta de unos 12.000 duros que debían de depositarse para obtener la concesión de las obras del puerto. Otra comisión formada por Agustín González, Valentín Rodríguez y Mariano Ibáñez se encargó de gestionar los términos, bases y condiciones de la concesión para conocer su importancia y viabilidad para constituir una sociedad por acciones.

El domingo 12 de junio de 1887, a la cinco de la tarde se volvió a reunir la ‘Junta Popular Cooperadora del Puerto’, asistiendo no sólo los veinticinco miembros que la componían, sino también un crecido número de vecinos. El presidente Simeón Juan Puigcerver dio la noticia de que se la empresa de ferrocarriles insistía en sus pretensiones para que se le concediera el llevar las sales al puerto de Alicante, quedando todos los asistentes sorprendidos, pues se les había asegurado que esa pretensión había quedado desestimada en consejo de ministros.

Se acordó elevar una exposición al gobierno, firmada por todo el vecindario, pidiendo que no se accediera a la pretensión de la compañía de ferrocarriles, ya que causaría la ruina del pueblo, sin beneficiar en nada los intereses del Estado. A continuación se pasó a tatar sobre el puerto, ofreciéndose Victoriano Mínguez a obtener de Águilas los datos y antecedentes necesarios sobre la concesión y construcción de aquel puerto, para que sirvieran para el estudio del de Torrevieja, acordándose aceptar su ofrecimiento.

Sánchez Quilez, expuso la conveniencia de que se hicieran gestiones acerca de la empresa del ferrocarril, para ver si se conseguía que ella hiciese el puerto; y Sánchez Gómez, presentó una carta del conde de Vía Manuel, demostrando gran interés por Torrevieja, ofreciendo su mediación entre el pueblo y la Compañía de Ferrocarriles Andaluces.

Habiendo tenido noticia el presidente que se hallaba en Torrevieja el señor Bobadilla, delegado del director de la compañía de ferrocarriles, se aprobó invitarle a la siguiente reunión de la ‘Junta Popular Cooperadora del Puerto’, cosa que aceptó gustoso. Tuvo lugar la sesión el día 15 de junio, a las diez y media de la mañana, con gran concurrencia de vecinos, y al poco tiempo, acompañado por varios miembros de la ‘Junta Popular Cooperadora del Puerto’, hizo su entrada Bobadilla, concediéndosele un sitio de preferencia.

El presidente expuso los buenos deseos que animaban al pueblo de Torrevieja en favor de los intereses de la compañía de ferrocarriles, lejos de declarar una hostilidad malintencionada.

Valentín Rodríguez expuso el error en que estaba la compañía de ferrocarriles al pretender llevarse la sal a Alicante, indicando que el interés de la compañía debía de estar en realizar el puerto de Torrevieja, dando vida y movimiento al ferrocarril y por consiguiente a la población y a la comarca. Rafael Sala Satorres y otras personas apoyaron lo expuesto por Rodríguez y se ofrecieron a suministrar datos y antecedentes.

Bobadilla pidió a la ‘Junta Popular Cooperadora del Puerto’ que eleve una memoria descriptiva al jefe de su empresa, con todos los antecedentes y cálculos, asegurando que la compañía apreciaría en mucho los deseos del pueblo.

Después de haberle explicado con los planos a la vista el calado y buenas disposiciones del puerto, pasaron todos a inspeccionar los sitios, disolviéndose la comitiva después de acompañar a Bobadilla a su alojamiento.

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 19 de septiembre de 2015

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