POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Oviedo está de fiesta. San Mateo es el gran protagonista de la «folixa» capitalina con sus conciertos de rock, de canciones «raphaeleras», con sus chiringuitos, con sus romerías y bailes populares… Días de esplendor con un grandioso desfile de carrozas que responde al pomposo nombre de Día de América en Asturias, celebración a la que no fue ajeno aquel gran escritor, dibujante, acuarelista y químico, llamado Alfonso Iglesias y López de Vívigo.
Él, el creador de aquellos celebérrimos personajes, Telva, Pinón y Pinín («que de Pinón ye sobrín») y su genial «madreñogiro».
Oviedo, la ciudad capital, finaliza sus fiestas con la celebración del Santísimo Cristo de las Cadenas.
Una festividad enmarcada por una triste leyenda de amor, que ahora les cuento.
Pues, señor, éranse dos jóvenes enamorados y eran tiempos de guerra contra los moros, allá en tierras africanas.
El rapaz, al marchar a su destino de lucha, díjole a su enamorada: Planta este rosal en tu jardín; si alguna vez ves que florece es señal de que habré muerto y debes rezar por mi alma.
Pasaba el tiempo y el rosal no florecía.
La moza, agradecida, iba diariamente a re-zarle a un Crucificado que se veneraba en una ermita, en lo alto de una pequeña colina cercana a Oviedo.
Un día la visitó un peregrino con este mensaje: Tu novio y yo fuimos prisioneros de moros; ya estamos libres y él se encuentra muy enfermo y casi moribundo. Me encargó que te entregara las cadenas de su esclavitud.
Tomó la moza las cadenas y, llorando, las colgó de los brazos del Crucificado.
Al llegar a su casa y mirar el jardín vio cómo su rosal, aún siendo casi invierno, se embellecía con preciosos ramos de rosas.
Supongo que muchos ovetenses y muchos asturianos conocerán esta emotiva leyenda.
Tanto los que la conocen como los que no saben que El Santísimo Cristo de las Cadenas, ahí desde su promontorio, brinda protección, ayuda y bendiciones a toda la asturianía.