POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Sucedió hace ya bastantes años.
Estábamos en Tazacorte, un pueblo pesquero, cercano a Los Llanos de Aridane, en la isla de La Palma, la que muchos llaman «La isla Bonita».
Cosa nada extraña porque con su alternancia de mar y cumbres, con su paisaje verde, con su vegetación de pinares, castaños, almendros y pradreríos se parece tanto a Asturias…
Estábamos en un restaurante que, acorde con el paisaje, se llamaba (supongo que seguirá en su línea de máxima calidad) Playa-Mont. Y allí, tras una exquisita degustación de pescados, conocí al BIENMESABE.
¡Qué placer! ¡Qué maravilla! ¡Qué confirmación de cielo en la Tierra!
Este es nuestro postre bandera, me dijo Narciso Francisco Henríquez, Paco, industrial que en Los Llanos tiene unos modernísimos molinos de gofio.
Su historia se remonta a los años de la conquista por los españoles peninsulares.
Yo, en silencio, fui guardando estas cosas en mi corazón.
Pasó el tiempo. Un grupo de periodistas y escritores de turismo, asturianos, fuimos invitados por la Junta de Andalucía para conocer Málaga y sus alrededores (Fuengirola, Benalmádena, Mijas, Álora, Antequera, Torremolinos…).
En Antequera, preciosa ciudad por donde -así dicen- se pedía que saliera el sol, cosa que nadie supo explicarme el porqué, conocí la historia del BIENMESABE.
La dominación árabe, con su carga de afición dulcera, fue la protagonista primera de esta exquisitez.
Después, reconquistada la ciudad, y ya cristiana de nuevo, el arte conventual para las preparaciones dulceras hizo el resto.
Conventos como el de Belén, de las monjas Clarisas, o el de San José, de las Carmelitas Descalzas, ya desde mediados de 1630, fueron focos de luz «bienmesabera».
Y de Antequera a Canarias; primero a Tejeda, en Las Palmas; después a Tenerife, La Palma, Lanzarote… como nos recuerda Francisco Rodríguez Machado, nieto de doña Tomasa Machado Real, en su libro «Los Postres Canarios de doña Tomasa» (Tenerife,2002).
La esposa de Paco Henríquez me dio su receta:
Con agua y azúcar, al fuego, se prepara un almíbar más bien flojo y, ya en su punto, se le agrega almendra tostada molida, batiendo de continuo hasta que despegue del cazo y «se vea» su fondo.
Se aparta del fuego, aromatiza con canela molida, y se suman de 4 a 5 yemas de huevo, batiendo muy bien a fuego manso. Cuando la mezcla sea bastante homogénea se suma bizcocho desmenuzado a mano, se revuelve bien… y ya está.
En Antequera aún son más golosos. Preparan la «pasta» del bienmesabe igual que en La Palma y después montan así el dulce:
En un molde circular o rectangular forran el fondo con una plancha de bizcocho, que humedecen con almíbar. Encima, disponen una capa de dulce de cabello de ángel; sobre ella vierten el bienmesabe y, finalmente, decoran con un espolvoreo, en bandas, de azúcar glas y canela en polvo.
No lo duden: un postre de Ángeles, Arcángeles, Querubines, Serafines y demás miembros de la corte celestial.