POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
No, por favor, no se asusten ni indispongan su ánimo contra mi ¡Cómo voy a hablar mal de las manzanas!
Ellas, vamos a admitirlo así, fueron la joya del paraíso terrenal; el fruto más deseado «por la parejina» (es decir, Adán y Eva), el placer de los placeres. Además, siendo como soy colungués, he de hacer honor al cantar:
«Colunga, Colunga,
es un pueblo de sandunga;
y el de la mejor manzana
de la comarca asturiana…”
No, no. Aquí y ahora hablamos de otra cosa. Más concretamente de aquel juego infantil que llamábamos «EL ESCONDITE».
Un grupo de niños y niñas debían sortear a uno que, con ojos tapados y cara a una pared, esperara a que los demás se escondieran. Al cabo de unos minutos preguntaba ¿Voy?; y si el resto respondía ¡Ven!, inmediatamente iba a buscarlos y descubrirlos… y a procurar que el descubierto no llegara a la pared antes que el descubridor porque, en tal caso, se salvaba.
¿Cómo se hacía ese «sorteo» de personaje buscador?
Puestos los participantes en corro, uno de ellos recitaba una fórmula cabalística cuyo final, a quien le «tocase salir», aseguraba su libertad.
En Colunga estas eran las fórmulas más frecuentes:
«Unilla, dosilla;
tresilla, cuartana;
color de MANZANA,
Ferbolla la pez;
una, dos y tres,
¡sálite tu, que te toca la vez!
MANZANA ASADA,
una, dos, tres y nada.
MANZANA PODRIDA,
una dos, tres y salida
¡Ay, Dios mío!
¡Qué placer de paladar las manzanas asadas en el horno de aquellas viejas cocinas de carbón, que llamaban «bilbaínas «!
¡Ay, aquellas manzanas camuesas, minganes, reineta colorada, perumingán…!
Les daré la fórmula que yo empleo para horno eléctrico:
Elijo manzanas de buen tamaño, sanas, y de «buena raza. Con la ayuda de un sacabocados elimino los corazones (la «jaspia») y el hueco lo relleno con un poco de miel, completando con un chorrito de vino blanco castellano fuerte o un oloroso andaluz. Dispuestas en una bandeja de horno, con un ligero fondo de mezcla de agua, vino y canela, hornean a 180º C hasta que estén blandas, pero enteras.
Se ofrecen en bandeja con un espolvoreo de avellana o nuez, tostadas y molidas groseramente (opcional).
Parodiando la formulilla del juego: MANZANA ASADA, UNA, DOS, TRES… Y MUCHAS MÁS.