POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Los agricultores uleanos, que guardaban sus herramientas agrícolas en las cámaras o cambras -también llamados revoltones- de sus casas y, por supuesto, en las cuadras de sus animales de labor y de carga, llegada la primavera, desmontaban de sus ganchos clavados en las paredes, todas las herramientas que debían utilizarse en cada época y, para finales de marzo, un artilugio imprescindible, era la hoz.
La hoz, utensilio necesario para la siega de cereales, hierbas silvestres y alfalfa era- y sigue siendo- una herramienta agrícola metálica, derivada de la aleación del hierro y el cobre, que le proporciona potencia y le previene de la humedad. Se trata de una cuchilla cortante, en forma de media luna, y un mango para poder asirla y manejarla con destreza. En algunas tierras les llaman corvillas en otras segadoras. Son semejantes a las guadañas aunque su hoja cortante es más curvada.
Desde el Neolítico, en que se fabricaban con piedra y hueso; hasta el advenimiento de las máquinas segadoras -también llamadas máquinas cosechadoras- el uso de las hoces y guadañas estaba muy extendido entre los agricultores uleanos. También han sido utilizadas en contiendas y reyertas; como armas defensivas.
Una pieza importante de las hoces son los mangos que eran fabricados en Ulea, por los artesanos José María Carrillo López y Francisco Ramírez Salinas, desde mediados del siglo XIX. Dichos mangos eran fabricados con maderas de gran calidad; a las que se adherían unas virolas que los ajustaban a la parte metálica de las hoces.
Los mangos de las hoces, desde tiempo inmemorial, eran elaborados con astas de ganado vacuno. Los fabricantes podían presumir de fabricar aperos para la agricultura de gran calidad, en toda su extensa variedad de utensilios. Su venta al público estaba garantizada ya que gozaban de gran prestigio y, además, sus precios eran atractivos; teniendo en cuenta las menguadas economías de los agricultores.
En Murcia, se emitió un ‘Memorial del Gremio de los Artesanos y Talabarteros’, en el que hacían hincapié de qué, todas las herramientas de los agricultores, tuvieran la máxima fiabilidad, en los mangos de las hoces, corvillas, corvillones y guadañas. Se recomendaba, además, que fueran lo más económicas posible.
El regidor Juan Carrillo, tomó nota de la advertencia e instó a los fabricantes a que siguieran trabajando con honestidad y, de esa manera, evitarían ser sancionados; tal y como se indicaba en dicho Memorial.