POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

A la Fiesta Matancera de la Sierra de Jaén me dio por venir un día y aquí estoy como un pincel para pintar su salero en versos de olé y olé, por lo que vos me estimáisy por lo que sé que hacéis: puro “arte comestible” del cerdo… a tutiplén!

¿No es así, oh Alicia Ríos, o es que yo me lo inventé, cuando con Asun Balzolay con Ulises Wensell escribías e ilustrabas cuentos del antaño ayer? Cerdo arriba y cerdo abajo con vuestros dedos al bies, yo no tengo más remedio que alabároslo al través de esta copla romancera que me sale con placer por contar y por cantar su gloria en mesa y mantel, desde la cabeza al rabo dispuesto para comer en plato, cazuela o bol, en puchero o en sartén.

Y es que si admiro la gracia del gorrino españolés, más admiro la galana forma en que nos lo ofrecéis sacándole el alma a flor de pelos, patas y piel, manitas, vejiga, lomo, costillas, orejas, je… (ta), sesos, tocino, filetes, lengua espesa rosicler y tripas embutidoras en un sangro santiamén en el que choris, morcillas y longanizas fetén se deshacen en los dientes con enorme placidez. Si sabrosos en la boca, no diré cuánto después en cuanto que desembocan por ese agujero exprés que damas y caballeros ocultan sin dejar ver.

El cerdo en todos sus términos es la noble exquisitez y hasta en sus andares muestra la apostura de un virrey, un virrey del encinar y del olivar verdel. Bellotera y olivácea es su carne cien por cien. ¡Rindémosla pleitesía, que la merece, pardiez!

Gracias a don Juan Infante, celebérrimo gourmet, y a toda su Compañía de “El Dornillo” jienés por traérnoslo al estómago con dilecta esplendidez. Y gracias a Pepe Oneto de “Los esteros”, también, por hermanar los cofrades de su salinero Edén -esa Isla fernandina que le derrotó al francés- trayéndonos pescaditos acabados de nacer, con moluscos y crustáceos cual el camarón exprex, para juntarlos a tono y con gran esplendidez con el ibérico macho que da jamones por pies.

¡Valdepeñeros altivos, no ignoráis con cuánta fe he apostado por vosotros en tan noble menester como hacer arte del puerco del derecho y del revés, aquí en la cumbre suprema de la Sierra de Jaén!

II

Ya desde el sábado tarde en que llegué de Madrid, me sentí como uno más de la Fiesta Mataril asistiendo en “La Beata” -una finca de postín- a la exhibición de ciervos, jabatos y jabalís.

Y en cuanto se metió el sol por su raja de carmín, en la Bodega “La Fuente” me dispuse a intervenir, provisto, según costumbre, de un impoluto mandil, como Matancero ilustre que me nombrásteis, sí, sí.

Pero ni hombres ni mujeres permitieron que en su lid yo compitiera ¿Por qué? -Porque es chulo de Madrid y no sabrá conjuntar el ajo y el perejil, el aceite, el pimentón, y la cebolla monjil con la panceta rosada y el careto al cuchifrí.

¡Qué locura, qué hermosura, qué entretenido trajín para terminar cenando viandas de ir y venir, con “Los Esteros” al tanto de las ostras, ay, Pedrín!

La noche sacó entretanto su lunita a relucir y con el alma en la luna nos echamos a dormir.

A la mañana siguiente de este Domingo febril, os acompañé al Molino cual artesano fabril del esparto que se esparce por las lindes de aguas mil, y luego escuché el Pregón sonoro y valdepeñí del periodista Manuel Giménez, conmigo afín, después que le presentara Piedrahita, otro gentil colega cordobesista del buen hablar y escribir.

Y a partir de allí marchamos en un desfile sin fin, calle arriba y calle abajo convocados al festín cantando y bailando juntos sin “jartarnos” de reír.

Allí rondallas, charangas. Allí flauta y tamboril. Allí “Esencia rociera” del bajo Guadalquivir. Allí “Ticana”, teatro, y “Dando la Nota” mil. Allí el baile “Juana Mari” con faralaes carmesí. ¡Qué majas las guapas mozas! ¡Qué talante revoltil! ¡Qué faldas frunciendo al viento! ¡Qué estampa para un selfí!

Pasa una, pasa otra. Todas marcan su perfil, las rubias y las morenas, cada cual a más lucir. Una rosa, otra clavel, otra más.., blanco jazmín, otra y otra y otra y otra sacando pecho y pernil… y poniéndonos el alma y el cuerpo a arder…¡Oh, jolín! Resumo la convivencia: Fui muy feliz, muy feliz.

Ya me despido, Cofrades. Palmas por oirme aquí. Valdepeñas de Jaén residirá siempre en mí con el Cristo de Chircales encima de la cerviz. Buena suerte, Dios mediante. Adiós, adiós, yes y oui. Me despido con el cante de un pequeño colibrí:

“Yo me subí a un pueblo blanco
por ver si… si me quería
por ver si…si me quería,
y me quedé con el pueblo
y el pueblooo quedó en mi vida,
y el puebloooo…quedó en mi vida…”

Alcaldesa MariPaz…
¡Viva Valdepeñas, viva!