POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Hace varios siglos, cuando se discutía acerca de la naturaleza corpuscular u ondulatoria de la luz, un sabio jesuita le asignó esta definición: «La luz consiste en un fenómeno luminiscente emitido por un foco luminoso».
Y se cuenta que los sabios, cuando escucharon esto, hasta aplaudieron por tal «claridad conceptual.
Bueno, pues algo parecido me sucedió a mi cuando busqué información acerca de la anguila.
Esto descubrí: «La anguila (Anguilla anguilla L.) es un pez de aspecto anguiliforme de la familia de los anguílidos».
¡Pues qué bien!
Como a mí las anguilas siempre me recordaron a las culebras de agua (Tripodonotus natrix) me dije: ¡Caray!, voy a consultar en el diccionario latino la palabra castellana CULEBRA y me encontré con este término: ANGUIS (serpiente, culebra, dragón).
¡Ya está resuelta una duda! Lo de aspecto anguiliforme quiere decir lo que yo ya sabía de pequeño cuando íbamos al río a pescar «anguiles con merucada»: un pez con forma de culebra ¡Con lo fácil que resulta escribir en «normal»!
¿Y en qué consistía lo de «pescar con merucada?
Verán: en un hilo se insertan lombrices de tierra (Lumbricus agricola), que en Colunga llamamos «merucos», para que sirven de cebo a las anguilas. Estas muerden con sus dientes de presa y no sueltan. Ya enganchadas, se sacan a tierra.
La anguila, según los organismos internacionales, es un pez en peligro crítico de extinción. Dicen los estudiosos que pueden vivir en sus ríos hasta 90-100 años, alcanzando tamaños de más de 1 m de longitud y pesos cercanos a los 7 kg.
En Colunga, antiguamente, a los ejemplares de gran tamaño los llamábamos «anguilones»; pero yo, la verdad, nunca los llegué a ver.
La anguila, para mi gusto, tiene dos importantes destinos culinarios: en fritura y en empanada.
Yo le tengo especial afición a la EMPANADA DE ANGUILA; y ello porque la fórmula de su preparación me la proporcionó un gran amigo mío, párroco en Colunga, don José Rendueles Trabanco.
Él me contaba que los romanos, en su dominio sobre el territorio colungués, disfrutaban con la sobresaliente calidad de las anguilas de nuestros riachuelos.
Así se elabora la «empanada de don José»:
En una sartén con aceite, al fuego, se doran la cebolla y el ajo (picados); se suman después sal, azafrán y tomate troceado; tras un tiempo de fritura se añaden los trozos de anguila (pelados y exentos de espinas), un poco de zumo de limón y medio vasito de brandy.
Cuece suavemente hasta que el pescado esté tierno. Reposa y enfría.
Con este relleno se completa la empanada (mejor si la masa es de hojaldre), se cierra, barniza con yema de huevo, y hornea a unos 180º C hasta que esté a punto.
Y para complementar, un fresco albariño DA OCA.
¡Ay, Dios mío!
Albariño, sí lo hay; las que faltan son las anguilas. Su pesca está vedada.