POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
El oficio de carbonero estaba en Ulea muy arraigado y extendido. Casi, en todas las casas había una persona que sabía quemar bien la madera; con la finalidad de hacer buenas brasas para atizar las planchas de la ropa o llenar unas latas que hacían las veces de braseros, cuyas ascuas se encontraban semienterradas en las cenizas. Su finalidad era la de conservar el calor durante algún tiempo y, de esa forma, mitigar el frío de los crudos días invernales.
Desde principios del siglo XIX, hasta mediados del siglo XX, apareció la figura del carbonero profesional. El más afamado, venido del vecino pueblo de Ojós, que atendía por el nombre del tío Bermejo (hermano de los palmeros del mismo apellido, que se asentaron a vivir en nuestro pueblo). Dicho carbonero disponía de una reata de bestias de carga que utilizaba para proveerse de maderas secas de montes bajos, después de haber sido escardados los pinos y arbustos, con la finalidad de transportarlos desde la Sierra de la Pila unas veces, desde Verdelena otras y, desde la Navela el resto.
En el amplio corral de su casa en la Calle Nueva, efectuaba el quemado de dichos troncos y maderas, consiguiendo carbón en abundancia y de gran calidad, que vendía a los uleanos y, en la primera mitad del siglo XX, a dos camioneros uno de Archena y otro de Villanueva que utilizaban el carbón como combustible para accionar su camionetas y coches; que dedicaban al transporte público. Por tal motivo se les llamaba vehículos accionados por gasógeno.
El otro carbonero profesional era, el tío Pagán que efectuaba el quemado de sus troncos y maderas en la explanada de Las Piqueras de Ulea. Este carbonero fabricaba carbón en menor cantidad que el tío Bermejo, pero, también vendía para usos domésticos.
Estos carboneros eran vigilados por los guardas de los montes del Estado, con posterioridad llamados forestales ya que, en alguna ocasión, cargaban troncos de madera en plan furtivo, al no ser de escarda. Eran vigilados para evitar que depredaran la foresta.
No en vano, en varias ocasiones se les requisó la mercancía y, en dos ocasiones que haya constancia, les inmovilizaron las caballerías. Uno de ellos, al ser reincidente, fue sancionado y encarcelado, durante el tiempo que ordenaban las ordenanzas municipales del Ayuntamiento.
Durante el invierno del año 1887, muy crudo, por cierto, merodeaban por nuestro pueblo los corredores o intermediarios que se dedicaban a comprar carbón al por mayor. Tal es el caso del mercader cartagenero Miguel Hurtado, que consiguió comprar una fuerte remesa de carbón con el fin de abastecer las fábricas de Cartagena.