POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLA (CÁCERES), Y OSCAR DE SAN MACARIO SÁNCHEZ
La ermita en deplorable estado de conservación, actualmente forma parte de unas cuadras para el ganado. Propiedad privada. Tenía nave única con capilla mayor cubierta con bóveda vaída, aún se conservan los arranques de las bóvedas de la nave, dividida en dos tramos y los contrafuertes exteriores. Probablemente se trate de una obra realizada en la primera mitad del siglo XVI, pues aparece constatada en el Libro de Visitas núm. 1 que se conserva en el Archivo diocesano Coria-Cáceres donde se da detallada cuenta de las posesiones que tenía la citada ermita, siendo una de las más citadas el molino de venta moros. Hay que tener en cuenta que tanto la Cofradía de la Vera Cruz como la de San Bartolomé gozaron de gran prestigio en la segunda mitad del siglo XVI a tenor de las numerosas referencias a las que se hace alusión en el Libro de Visitas de Capellanías de Santiago del Campo.
Del conjunto arquitectónico apenas quedan restos, podemos destacar una pila de cantería de una sola pieza y, la exuberante decoración pictórica de su capilla mayor, de características estilísticas e iconográficas parecidas a las pinturas que decoran la bóveda de la ruinosa ermita del Santo Cristo del Egido del cementerio viejo en la vecina población de Talaván, también perteneciente a los Cuatro Lugares, ejecutada probablemente por el mismo artista anónimo que la bóveda de la ermita de San Bartolomé, es obra de hacia 1630. La ermita que nos ocupa conserva sus muros maestros, pero en lamentable estado de conservación, construida a base de mampostería de granito y lajas de pizarra, utilizando el ladrillo para los vanos de medio punto rebajados. La capilla mayor está cubierta con bóveda vaída que tiene en el centro una especie de gran florón, mientras que el resto de la cubierta tiene una secuencia radial de florones inscritos en cuadrículas, profusamente decorada a base de tramas de distintos esgrafiados en doble encintado en posición rectangular con motivos vegetales y cenefas geométricas, cabezas de querubines alados, de los que parten hojas que se reparten por todo el espacio. La capilla mayor decora sus paredes con esgrafiados, técnica decorativa utilizada para revestir este paramento interior, basada en la superposición de capas de revoques utilizando los colores blanco y negro, aplicándose una lechada de cal que servía de base al dibujo trasladado al muro, en este caso motivos vegetales, friso de roleos entrelazados y motivos figurativos a base de angelotes. Se conserva en un lateral una hornacina con dintel avenerado de hacia 1550. La sacristía se encuentra en el lado del Evangelio, se cubría con bóveda de aristas, conservándose los jarjamentos de la misma.
La ermita de San Bartolomé que en el inventario realizado por el párroco don Juan Manuel Rubio y Crespo en 1821 se la cita, considerándola abierta al culto, estaba situada en el barrio de la Cruz, donde existió un crucero o cruz de San Bartolomé. En la Visita realizada a Santiago del Campo el 4 de octubre de 1821 se hace mención a la ermita de San Pedro, junto con las de Ntra. Sra. de la Concepción, la Soledad, San Bartolomé y la de San Marcos. Actualmente, deterioro progresivo, interior y exterior, por completo abandono. Riesgo de derrumbes. Pérdida casi total de los esgrafiados.
Es importante destacar que en el primer Libro de Visitas que se conserva (1545-1592) en el año 1566 y en años sucesivos se hace referencia a la existencia de un Hospital activo en Santiago del Campo. Era un hospital benéfico para atender y dar refugio temporal a los pobres y también actuaba como hospital propiamente dicho. Contaba con una fuente de ingresos suficiente que le permitía ofrecer una asistencia médica adecuada para la época. Hemos de indicar que en España en el año 1524, Carlos I establece un reglamento donde se especifica la función que tiene el enfermero, se distinguen las figuras del enfermero mayor y enfermeros asistenciales y las actividades y tareas de cada uno. Estas consideraciones se modifican después del siglo XVII.
En Santiago del Campo existía una hermandad, que colaboraba con los enfermeros en actividades asistenciales (lo que hoy llamaríamos atención primaria).