POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Llegadas las fiestas de Semana Santa, en Ulea, en el año 1743, los corregidores ordinarios Don Josepf Piñero López y Don Francisco Yepes Montoro, se enfrentaban a un problema insólito: los miembros de su Corporación Municipal no asistían a los actos litúrgicos y, los pocos que lo hacían, acudían a las procesiones que se efectuaban por las calles angostas y empinadas de nuestro pueblo que, casi siempre se encontraban en lamentable estado; llenas de tierra, piedras y barro.
Estos pocos ediles que para más detalles habían hecho sus milicias en condiciones ventajosas, tenían sus trajes de gala guardados en sus roperos y, los desempolvaban para lucirlos en plan presuntuoso, en los desfiles procesionales, en lugar de usar trajes sencillos y oscuros; como correspondía a esos días de pasión.
Los señores. Corregidores advirtieron a los caballeros ediles de su Corporación Municipal, que no vistieran esos días con trajes suntuosos; tanto en las procesiones de Semana Santa como en la de la Santa Cruz, venerada en nuestra localidad desde tiempos desconocidos.
El Corregidor Don Francisco Yepes Montoro, observó con gran desencanto qué, en la Adoración a la Santa Cruz, tres de sus más directos colaboradores en la regiduría del Ayuntamiento de Ulea, asistieron a su turno de vela con una chaquetilla de colores, pantalón hasta debajo de las rodillas y medias blancas. También portaban el gorro militar de gala que, de forma reverente, llevaban en la mano.
Aun fue más irritante para el Sr. Corregidor Don Francisco Yepes Montoro, que en los días lluviosos, en los que habían charcos de agua y barro en las calles, estos prebostes miembros del Consistorio acudían a los actos religiosos en traje militar y, para no ensuciarse, lo hacían en sus carruajes tirados por caballos bajo las riendas de sus muchos servidores y lacayos.
De tal forma se indignó el Corregidor que en la puerta de la iglesia de San Bartolomé fueron sancionados de forma severa; hasta el punto de hacerles retornar a sus domicilios.
El teniente cura Juan Pay Pérez, en lugar de salir al quite en defensa del Corregidor contemporizó y se encogió de hombros. El resultado fue el previsto: a la semana siguiente fue destituido el Alcalde Francisco Yepes Montoro, siendo reemplazado por Joseph Piñero López.