POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Estaba yo tan contento viendo como progresaban los trabajos del Cinturón Verde de Arévalo, en este caso de la primera fase, la del río Arevalillo, el poniente de mi ciudad, que está quedando fenomenal y está siendo muy visitado ya por gentes de todas las edades, cuando ha corrido como la pólvora la noticia del robo de muchas de esas plantas que se están poniendo en ese entorno.
Una ola de indignación a aflorado entre las gentes de bien que sufrimos la vergüenza ajena de algún ladrón desaprensivo, vergüenza ajena de la mayoría de ciudadanos por la acción de algún indeseable, amigo de lo ajeno que hace daño a toda la sociedad. Aún peor cuando se roba a la colectividad, a la ciudadanía entera, o casi entera, a todos menos a esos pocos que tanto daño hacen robando plantas, rompiendo papeleras, dejando las plastas de sus perros en las calles, ensuciando…
Y no tanto el daño material, que también, porque esas plantas se repondrán, tampoco cuestan tanto. Cuesta mucho más la acción de robar a la sociedad, cuesta mucho más el trabajo para recuperar unos espacios degradados, mucho más el realizar esos planes tan hermosos y el plantar esas plantas. Qué ruines son esas míseras personas que no compran sus plantas, será mejor robarlas!!! Anoche han robado el resto…
Ya comentábamos hace unas semanas que faltaba la plantación de especies arbóreas o arbustivas adecuadas al terreno y al lugar que se quiere repoblar, esas cuestas arcillosas bajo las cuales transcurre ese camino fluvial.
Que adornen y embellezcan esos parajes recuperados para el bien de la ciudad, que dentro de un tiempo remozarán el paisaje de un entorno del parque fluvial, el cinturón verde de Arévalo, una idea acariciada durante tanto tiempo y que ahora, cuando va siendo una realidad, no seamos capaces de cuidar. O al menos que la mayoría de ciudadanos que sentimos lo mismo, tenemos que ser capaces de desenmascarar a los desaprensivos y caiga sobre ellos, una pena económica, pero principalmente la evidencia y la vergüenza social.
Hay demasiados lugares que no somos capaces de mantener limpios. En estas cuestas todos esos escombros marmóreos que ahora han sido tapados con tierras, o los basureros junto al puente de Valladolid, que aún siendo limpiados varias veces, se siguen ensuciando por lo mismo y por los mismos, o los efectos del botellón.
Sin embargo, ahora mismo y al tiempo que transcurren estas cosas, tenemos otro tema que también ha encendido las redes sociales, ese grupo de pinos albares que una ciudadana arevalense, Tere, ha plantado cerca de la explanada del Castillo ya hace unos cinco años. Una idea muy emotiva, porque cada pino representa a una persona del barrio del castillo, fallecida y por eso son respetados y queridos por todos.
Se dice que perjudican a las bodegas, pero no lo creo por su situación, aquello antes era una escombrera. Aunque bien se podían haber preocupado antes de lo que perjudica a las bodegas, que se las están dejando hundir… Me dicen que estas bodegas de Perotas han sido cedidas al Ayuntamiento. Pues a ciencia cierta no lo sé, pero independientemente de su propiedad, están ahí. Mídase si es preciso. Pero querer arrancar esos pimpollos del entorno del Castillo está siendo muy criticado por un amplio sector de ciudadanos.
Son muchas las firmas y las adhesiones que hoy miércoles, cuando lean esta columna, se entregarán en el Ayuntamiento a favor de mantener estos pinos. Otros muchos también dicen que más plantaciones se tendrían que hacer, aquí y allá, en todos los entornos naturales de nuestra ciudad, que por su configuración física está rodeada de los barrancos de los ríos y están tan necesitados de plantas que adornen y sujeten la erosión.
Yo hoy quería escribir de otras cosas, porque estos asuntos de incivismo me duelen, me disgustan, me cabrean, me deprimen… pero en realidad, si esta columna es una especie de atalaya de mi ciudad, estos son unos temas de triste actualidad, y debo y quiero decir algo de todo esto, porque si no, no me quedaría a gusto.