LAS ESPIGADORAS EN LOS CAMPOS
Dic 17 2015

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

las_espigadoras

Jean Francois Millet pintó al óleo en 1857 un cuadro alegórico al campo y la recolección en el que representaba a varias mujeres de las zonas rurales, espigando en los campos en los que, con anterioridad, los segadores habían recolectado la cosecha de cereales y, trasladados los haces de mies a las eras para ser trilladas y separar el grano de la paja tras ser aventada en sus grandes cedazos.

Pues bien, en las haciendas de secano de los campos de Ulea, las mujeres a quienes acompañaban, muchas veces, niños y niñas, llevaban la comida, el agua y el vino a los segadores y, a continuación, se quedaban para recoger las espigas que habían quedado sueltas entre los rastrojos, las malezas o entre las piedras y tormos. A estas mujeres se les llamaba y se les sigue llamando, espigadoras que, con la recaudación de los pequeños haces que obtenían tras ser vendidos a los trilladores de las eras, conseguían unas monedas con las que ayudaban a sufragar los gastos de los mermados recursos económicos de hogares de nuestro pueblo.

Como digo, aquí en nuestra localidad, era corriente ver a grupos de mujeres, ataviadas con vestidos largos, algunas con pantalones de sus maridos o de sus hijos, y tocadas con sombreros de paja de ala ancha, que iban preparadas para recolectar las espigas de trigo, cebada o centeno que se habían quedado perdidas entre los rastrojos o malezas de los bancales.

Al acabar la jornada, recogían los manojos de mies y los colocaban sobre unos rodetes de tela que llevaban sobre sus cabezas, y regresaban a sus casas previo paso por las eras del pueblo en donde se los compraban los trilladores de la mies.

A estas mujeres, llamadas espigadoras, les acompañaban con bastante frecuencia niños de corta edad, que en los campos ya cosechados les ayudaban con sus dedos más finos a recoger espigas que estaban entre hierbas o malezas; así como entre tormos y piedras.

Cuando en la década de 1940 viví con mis abuelos en la finca de los Tollos, mi abuela Clarisa (el abuelo Joaquín estaba enfermo), en unión de todas las mujeres mayores que vivían en aquél paraje (la tía Secundina del manco, la Josefa del tío de la pipa, la Asunción de Justo, la Isabel de chichas, la tía Josefa del gallo, La Encarnación de la Rosina,) se colocaban sus atuendos de faena y se iban a espigar durante los meses de junio y julio, a las fincas del Tinajón, Cuesta Blanca, las Minas, los arrieros y de Pastor. Les acompañé en algunas ocasiones durante tres veranos y, tuve la suerte de comprobar la extremada dureza de su trabajo y, por extensión, el de los segadores.

Sí, en aquellos años de 1940, las espigadoras eran un símbolo de la penuria de los tiempos que les tocó vivir y que con tanto acierto pintó al óleo Jean Francois Millet en un cuadro magistral.

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