POR CÉSAR SALVO, CRONISTA OFICIAL DE VILLAR DEL ARZOBISPO (VALENCIA)
1. La Fundación del Monasterio
La idea de construir un Monasterio Carmelitano en nuestro pueblo se fragua a finales de los años 40 en el Convento del Corpus Christi de Valencia, del cual era priora la Reverenda Madre María Pilar de San José, que había ingresado como novicia en dicho monasterio a la edad de 20 años, el 12 de abril de 1903. Debido al gran aumento que -tras la guerra civil española- se produce de vocaciones religiosas y más concretamente carmelitanas. Y dado que la comunidad del Corpus Christi ya no podía atender más ingresos, es cuando decide impulsar la creación de un nuevo palomarcito, como decía Santa Teresa cuando se refería a sus fundaciones. Durante los primeros años de la década de los 40 se van estudiando diferentes poblaciones de la geografía valenciana, entre ellas se pensó en las poblaciones de Benicàssim, Chiva y Villar del Arzobispo, aunque fue finalmente nuestro pueblo el elegido gracias a la intercesión desde el primer momento del sacerdote villarenco D. Juan Beaus Mora. Y así, el 12 de septiembre de 1946 una comisión de la comunidad del Corpus Christi visitó El Villar a fin de elegir una zona apropiada para construir el monasterio. Cuenta la hermana Cecilia que eligieron “como es natural el que reunía mejores condiciones, resguar¬dada de los fríos, y del fuerte calor del verano; un sitio muy ameno y deleitoso, con una exten¬sión de vista magnífica, y que sin estar lejos del pueblo se goza de una soledad amenísima, que ayuda al alma a la oración y contemplación de la hermosura de Dios”.
Todo ello cristaliza en la petición que hace el 28 de febrero de 1947 al Ayuntamiento de Villar del Arzobispo la Madre Superiora de las Carmelitas Descalzas del Convento del Corpus Christi de Valencia de un permiso para construir un monasterio en las inmediaciones de un casco urbano que en esos años se estaba expandiendo por los cuatro puntos cardinales. Meses más tarde, en la noche del 11 de julio se celebra una sesión municipal en el Ayuntamiento y, tras haberse entrevistado el entonces Alcalde, D. José Vicente Roger Rubio, con el presbítero de la época y ya nombrado, D. Juan Beaus Mora, propone a los ediles contribuir con la cantidad de 38.500 pesetas para la compra de doce hanegadas y tres cuartones (alrededor de 10.000 m2) de tierra en la partida de la Hoya; en esta misma sesión se dieron amplios poderes al señor Alcalde para hacer entrega de dicha cantidad a la comunidad religiosa referida. Dicha entrega se hizo ante Notario y se recogió copia del acta notarial que se unió a los libramientos de pago. Ahora bien, la adquisición de los terrenos en donde se pensaba construir el Monasterio no resultó nada fácil. Al día siguiente, a las doce de la noche y en la Casa de la Villa, el Señor Alcalde y el Señor Cura se reunieron con los propietarios de los terrenos que se querían adquirir, los cuales adujeron que querían cobrar 5.000 pesetas por hanegada, un precio altísimo para las aspiraciones del edil y del párroco. No obstante y pasados unos días para que ambas partes reflexionasen sobre el precio de los terrenos, se volvieron de nuevo a reunir en la Casa de la Villa, esta vez para llegar a un acuerdo que satisfizo a todos, siendo el precio final estipulado de 3.000 pesetas. La escritura de compraventa se firmó el 14 de agosto, siendo visitado el solar por el Provincial de la Orden, Fray Reinaldo de la Eucaristía, el 2 de septiembre.
El 27 de ese mismo mes se allanan los terrenos, aunque todavía se tardaría casi un año hasta la colocación de la primera piedra del Monasterio de Carmelitas Descalzas, que fue un acto multitudinario ocurrido en el atardecer del viernes 24 de junio (día de San Juan) de 1948 y, en palabras de Vicente Llatas Burgos, “fue colocada y bendecida con las formalidades de rigor”, actuando como padrinos el Alcalde D. José Vicente Roger y Dª Ángeles Oficial, segunda esposa de D. José Beaus Mora y cuñada del sacerdote villarenco ya nombrado, D. Juan Beaus Mora. El 2 de septiembre dieron comienzo las obras de construcción, que contaron con una aportación económica de 69.383 pesetas donadas para tal efecto por Dª Concepción Panach, vecina de Alboraya, además de la gratuidad del proyecto arquitectónico, obra del arquitecto D. Eduardo Alegre Foyos, por haber renunciado de forma generosa a sus honorarios. En los inicios de 1951 la fase inicial de este monasterio estaba finalizada prácticamente y a la espera de la llegada de las hermanas del Carmelo… Pero aún tardarían en venir más de tres años, debido a que la imprescindible licencia por parte del Sr. Arzobispo D. Marcelino Olaechea no les era concedida de forma sistemática, arguyendo la falta de recursos económicos para sustentar la capellanía del convento. Un asunto que se resolvería finalmente en diciembre de 1951, pero no así el de la propia asignación del capellán que se prolongaría hasta mayo de 1954, cuando el nuevo Padre Provincial Fray Reinaldo de la Eucaristía, que estaba muy ilusionado con el proyecto y tras presentarse después de su designación en el convento del Corpus Christi de Valencia y ante el asedio de las hermanas pidiéndole que impulse las gestiones pertinentes ante el Arzobispado, pide una entrevista con el Sr. Arzobispo; trascurridos únicamente ocho días desde su nombramiento, logra conseguir la tan deseada licencia.
2. Las monjas ocupan el Monasterio
Unos años atrás, el 15 de octubre de 1951, se había abierto la Avenida de San Juan de la Cruz, que conectaba la carretera de Valencia con la entrada al pueblo por el Balsón y con la salida hacia el pueblo vecino de Losa del Obispo, precisamente en el punto donde se ubicó el edificio que iba a cobijar dicha orden y que tomó al santo acompañante de Teresa de Jesús como titular del mismo y que es, para la comarca valenciana de La Serranía, la única presencia de vida contemplativa. Así las cosas, el 13 de junio de 1954, domingo y día de la Santísima Trinidad, fue inaugurado el Monasterio de San Juan de la Cruz de las Madres Carmelitas Descalzas, siendo presidida la solemne ceremonia por el Muy Reverendo Padre Provincial de las Carmelitas Descalzas, Fray Reinaldo de la Eucaristía y Comunidad de Padres de Valencia. Actuaron -esta vez- como padrinos D. José Ramírez Adrián y Dª Gracia Girona Vanaclocha, esposa de uno de los ricohombres del pueblo, el “Tío Paco Heliodoro”.
Las siete hermanas habían llegado a primeras horas de la tarde al pueblo, acompañadas de los Padres Carmelitas y familiares siendo conducidos hasta la Iglesia Arciprestal en solemne procesión, donde se les ofreció una calurosa bienvenida, por parte del señor cura párroco y Arcipreste D. Eugenio Laguarda y del Reverendo D. Sebastián Montón Hernández. Allí se cantó la Salve y los Gozos y tras recoger el Santísimo para llevarlo al Convento partieron hacia su nueva morada de clausura, de nuevo en majestuosa procesión. Tras la Cruz Parroquial iba la Doctrina Cristiana, Hijas de María, Acción Católica, Cofradías del Carmen, de San Antonio de Padua y del Corazón de Jesús y Adoración Nocturna acompañando al Santísimo Sacramento, y en andas la imagen de la Virgen del Carmen, y tras ellos un grupo de religiosas fran¬ciscanas, Hermanitas de Ancianos Desamparados, Colegio Filosófico de los Carmelitas Descalzos, Superiores de los conventos del Desierto de las Palmas y Castellón. Las calles estaban alfombradas con pétalos de flores, laurel y murta, los balcones engala¬nados con colgaduras, guirnaldas y escudos arzobispales, mientras numerosos vecinos estaban emplazados en las bocacalles. Las campanas al vuelo y las tracas estallando en la plaza de la Iglesia anunciaron que la procesión iba a dar comienzo: abría la comitiva la Banda de Música, seguida por los familiares y amigos de las carmelitas y tras ellos: las siete hermanas fundadoras con el velo tapándoles el rostro y portando un cirio en la mano, los hermanos del colegio de Filosofía de los Carmelitas, el Alcalde D. Antonio Ramírez, las autoridades civiles y militares, el padrino y la madrina y, cerrándola, el Padre Provincial seguido por un nutrido grupo de vecinos que iba creciendo conforme discurría la magna procesión. A las siete y media de la tarde y tras las ceremonias rituales de rigor se inauguró la Capilla del Monasterio, tras lo cual el Padre Provincial dirigió unas palabras a los presentes y procedió a bendecir las nuevas dependencias e imponer la clausura en el cenobio a las siete hermanas; el alguacil del pueblo y poeta local escribió unos versos para conmemorar el evento, del cual repro¬ducimos los cuatro primeros: “Por fin ya se ha inaugurado/El esperado convento/Que no sé lo que pasaba/Que estuvo unos años muerto”… En palabras de la hermana Cecilia de la Santísima Trinidad para las carmelitas que llegaban a ocupar el Monasterio fue una escena conmovedora, tanto en el recibimiento como en el acom¬pañamiento, “ver a un pueblo que en bloque se apiñaba por las calles sembradas de flores acompañando a Jesús-Hostia” y a unas monjitas que, por su amor y juntamente con Él, iban a encerrarse y formar un pobre y sencillo convento… El solemne Te Deum cantado por todos los fieles puso fin a tan emotiva jornada.
De estas siete monjas, hermanas del Carmelo, daremos una breve semblanza: la Madre María Pilar de San José nació en Valencia en 1883 e ingresó en el Monasterio del Corpus Christi de Valencia veinte años después, fue el alma de la fundación del Monasterio de El Villar; la Hermana Mercedes de la Santísima Trinidad nació en Bar¬celona en 1896 y no fue hasta la muerte de sus padres a quienes cuidó que pudo llevar adelante su vocación temprana, a la edad de 51 años; la Madre Encarnación de San José nació en Benaguacil en 1894 y profesó con 21 años, fue maestra de novicias y priora; la Hermana Amparo de la Santísima Trinidad nació en Valencia en 1922 e ingresó en el Carmelo de Manises con 20 años, fue enfermera y maestra de novicias y llegó a ser priora; la Hermana María Cecilia de la Santísima Trinidad nació en Valencia en 1905 e ingresó en el Monasterio del Corpus Christi con 25 años, también maestra de novicias y priora; la Hermana Ana de San Bartolomé nació en Alboraya en 1904 e ingresó en Corpus Christi al finalizar la guerra civil española, fue una de las impulsoras del huerto y cocinera; y, por último, la Hermana Teresa de Jesús, que nació en l’Alcudia en 1903 e ingresó con 26 años en el Corpus Christi como cantora, pues tenía muy buena voz.
Cuando desaparece la gente el silencio se hace casi absoluto, las monjas se reco¬gen para empezar la clausura y realizan sus primeros rezos en la Capilla; a continuación se dirigen al refectorio donde gracias a la caridad de la madrina, Dª Ángeles Oficial, pudieron comer un plato de hervido valenciano y dos huevos para cada hermana, aunque solamente comieron uno guardando el otro para el día siguiente, pues las monjas no tenían absolutamente nada. Hasta proceder a la elección de cargos queda como Vicaria la madre Pilar, aquella que nombramos al principio como la ideadora de este nuevo monasterio, una mujer pequeñita de cuerpo, muy humilde y de un grandísimo corazón, quien con su habitual gracejo y su extraordinaria ecuanimidad se había ganado en la anteriores visitas el amor de cuantas personas del pueblo la trataban. Convocado el Capítulo fue elegida Priora, y también fue reelegida el trienio siguiente. Una monja que leía asiduamente las obras de los Padres Reformadores, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, y que alternó su Priorato (a excepción de un trienio) con el cargo de Maestra de Novicias, en cuyo oficio murió. Un año después, día de Jueves Santo, la madre Pilar de San José sufrió un ataque cerebral y falleció el Domingo de Pascua, a la edad de 82 años. La Priora de entonces, la Madre Cecilia de la Santísima Trinidad, accedió a los ruegos de los vecinos y ordenó trasladar su cadáver amortajado y coronado de flores al Coro de la Capilla para que fuese velado por los feligreses. El lunes por la tarde se ofició la Misa de Requiem y después fue enterrada en un improvisado nicho construido en una esquina del huerto, pues todavía no había cementerio.
Para las monjas sólo existe Dios y –a través de Él- la Providencia, y en ella confían. Las primeras semanas trascurrieron duras entre oraciones y sacrificios, y debieron pasar bastantes estrecheces para salir adelante. Incluso hubieron días en que debían esperar a la colecta de la misa para poder encargar algún alimento; pero también contaron con la generosidad de los vecinos, pues por falta de dinero no se pudo construir el muro trasero que circundaba el huerto y tampoco disponían de claustro ni de celdas. Una circunstancia que duró hasta 1965. Así pues, la primera morada del monasterio constaba únicamente de una pequeña capilla, un exiguo refectorio y una sala abierta en el piso superior para las celdas y el baño. La primera novicia en ingresar en el nuevo cenobio fue el 13 de julio de 1955, la señorita Isabel Bel Roig, que adoptó el nombre de sor Isabel de San Juan de la Cruz y realizó se Profesión Solemne el 21 de enero de 1960. Referir como visita relevante al Monasterio la que realizó el “Santo Brazo” incorrupto de Santa Teresa de Jesús, los días 21 y 22 de enero de 1963; el pue¬blo se engalanó de nuevo y se realizó un triduo en la Iglesia, los vecinos acompañaron la reliquia a la entrada del pueblo y en procesión la acompañaron hasta el Monasterio donde pasó la noche. Las hermanas cantaron –aún estando en enero- los maitines de su fiesta que es el 15 de octubre; numerosos vecinos llevaron rosarios, joyas, relicarios y otros objetos para que fuesen pasados por la reliquia de la santa. En la tarde del segundo día fue llevada –de nuevo en procesión- hasta la Iglesia donde e3stuvo expuesta para que el pueblo se despidiera y de allí inició su marcha hacia Valencia.
El 13 de abril de 1964 se celebraron las bodas de diamante de la Madre María Pilar de San José, la primera Madre Priora del Monasterio Carmelitano de San Juan de la Cruz, siendo los padrinos D. Juan Serer y Doña Presentación Sanmartín, quienes corrieron con los gastos de la fiesta. Un año después, esa mujer pequeñita de cuerpo y llena de humildad, de habitual gracejo y extraordinaria ecuanimidad, la madre fundadora del Monasterio, fallecía de un ataque cerebral. En 1969 se inician las obras de ampliación del monasterio que culminaron seis años después, cuando se inaugura también la iglesia anexa que pudo construirse gracias a los donativos de D. Honorato Laguarda, hombre muy religioso y soltero, tío del párroco de la época D. Eugenio Laguarda, quien compró las cuchillas metálicas de la estructura del edificio, y también del proyecto arquitectónico que realizó gratuitamente el arquitecto D. Luis García Amorena, padre de tres religiosas que había en ese momento en el Monasterio. Aunque no fue hasta 1974 que se consiguen los fondos para las estructuras metálicas de la cubrición del nuevo templo, que fue finalmente inaugurado el 29 de junio de 1975 con gentes que llegaron de fuera y también en gran número del pueblo, con enorme sencillez y armonía; en junio de 1979 se colocaron las campanas en el nuevo campanario.
El edificio tiene un estilo neo-eclecticista realizado en ladrillo cara vista con exigua ornamentación y muy luminoso debido a la colocación en los muros este y sur de sendas vidrieras de vivo colorido; para levantar los muros se utilizaron los sillares previstos para la construcción de una nueva Iglesia en el centro del pueblo y que durante años habían estado junto al Patronato Parroquial. En la fachada un gran mosaico cerámico de ladrillo cuadrado reproduce la imagen de San Juan de la Cruz, a cuya advocación está dedicado el Monasterio. Por otro lado comenzó a funcionar el huerto un proyecto que se puso en marcha y llegó a culminar gracias al afán y dedicación de las hermanas Ana y Lucia (que también era la cocinera) quienes se encargaban del cultivo de las verduras y tomates que ayudaban al sustento de las hermanas; en él se plantaron cincuenta olivos, más otros tantos que hay en dos campos fuera de las tapias del Monasterio. También se sitúa bajo el presbiterio un pequeño cementerio que ya cuenta con las tumbas de diez hermanas fallecidas en su corta pero fructífera historia.
Así pues, las penurias primeras fueron paliadas poco a poco gracias a la solidaridad y colaboración de vecinos y el apoyo de la familia Sanmartín-Serer y del padre Eladio, natural de El Villar, ayuda que procuró el hermano Vicente de Santa Teresa desde su convento de carmelitas en Texas. Las hermanas recuerdan con afecto las limosnas en aceite, pastas, carros de leña y agua; porque en aquel tiempo todavía no había agua corriente, una instalación que tardaría en llegar hasta febrero de 1961. En 1962 finalizan las obras del refectorio, la cocina y el nuevo pabellón de celdas, algo más espaciosas que las que habían tenido, pues de estrechas que eran a alguna hermana le tocaba entrar de espaldas. El 4 de agosto de 1957 había hecho su Profesión Solemne como carmelita descalzo el Padre Jesús Castellano, natural de Villar del Arzobispo y primera vocación carmelitana desde la implantación del Monasterio, quien el 18 de julio de 1965 cantará su primera misa en la Iglesia Arciprestal de Nuestra Señora de la Paz de nuestro pueblo. Al día siguiente celebró su segunda misa en la vieja capilla del primitivo Monasterio. En 1967, se produjo un cambio relevante en el Monasterio con la introducción de unas máquinas de tricotar que contribuirían grandemente a sacar ade¬lante el cenobio villarenco gracias a los trabajos realizados con ellas para algunas em-pre¬sas valencianas de ropa infantil. Desde entonces y aunque hayan proseguido las ayu¬das y limosnas externas, las hermanas carmelitas se ganan su sustento día a día con diferentes trabajos que más adelante enumeramos. Es a finales de la década de los 60 cuando, gracias a un donativo de 10.000 pesetas de la Corporación Municipal y un préstamo de 27.000 pesetas (que posteriormente se saldó gracias a un donativo de D. Joaquín Maldonado) se inició el cercado del Monasterio con muro de piedra y ladrillo y se abrió un nuevo pozo, todo ello contando con la colaboración en las obras de un grupo de soldados que envió el Capitán General de Valencia. Y se dio paso al huerto donde poder cultivar verduras y frutos con lo que ayudar paralelamente a su diario sustento. Se llega así a estar el Monasterio libre de deudas y cuando se les pregunta a las hermanas qué les hace falta, estas respondieron que necesitaban libros de lectura: los primeros tomos de la modesta biblioteca que mantienen fueron los quince tomos de la Historia del Carmelo Descalzo en España, Portugal y América del Padre Silverio de Santa Teresa. Desde 1982 las monjas cotizan en la Seguridad Social, de manera que cuando llegan a los 65 años se jubilan y su pensión es un nuevo ingreso interesante para el mantenimiento del Monasterio.
3. El Monasterio en el siglo XXI
Los días 25, 26 y 27 de junio de 2004 se conmemoró el Cincuenta Aniversario del Monasterio con una serie de celebraciones que fueron seguidas por numerosos vecinos. En la actualidad la comunidad la integran catorce monjas, siendo la Madre Superiora una hija de El Villar, Sor Carmen Teresa de Jesús, nacida en 1949, que ingresó en el convento el 2 de enero de 1967. Desde 1990 la designación del Capellán del Monasterio recae en el Sr. Cura Párroco y Arcipreste de la parroquia de Nuestra Señora de la Paz. En su vida contemplativa diaria, que está jalonada de oración, vida fraterna y trabajo, que se ofrecen por el bien de la Iglesia y de todos los seres humanos. El trabajo que actualmente realiza la Comunidad (después que cerrase la empresa alemana para la que trabajaban envasando gominolas en paquetes) es la elaboración de algunos productos de artesanía: cuadros piro¬grabados, cuadros bordados a punto de cruz, cuñas de madera, pañuelos y pechitos de bebé bordados a mano, escayolas pintadas de figuras religiosas, rosarios de distintos modelos, pulseras-rosario, pulseras con nombre o frase, evangelios, escapularios, guarda-alfileres y marcadores de libros a punto de cruz… Además que cuentan con una pequeña Hospedería que permite disfrutar de algún día de silencio y oración a las personas que lo deseen.
Decir para finalizar que las celebraciones típicamente carmelitanas forman parte de la vida del pueblo y que existe una Cofradía de la Virgen del Carmen, encargada de organizar una fiesta popular que reúne al pueblo en su procesión por la parte antigua del casco urbano y en la verbena popular que se celebra por la noche muy cerca del monasterio y que las hermanas, aunque en silencio, participan de la alegría de sus convecinos.
NOTA BIBLIOGRÁFICA
LLATAS BURGOS, Vicente. Monasterio de Carmelitas Descalzas del Villar del Arzobispo, Archivo Vicente Llatas Burgos, Ejemplar 6 Capítulo 7 y Documento 453.2.
LLATAS, Francisca y LÓPEZ, Nicomedes. Comunidad de las Carmelitas Descalzas de El Villar del Arzobispo. RevistAteneo, nº V, diciembre 1993, págs. 16-20
Sor María Cecilia de la Santísima Trinidad. Primera flor del jardín carmelitano de Villar del Arzobispo. Ed. Tipografía El Monte Carmelo (Burgos)
Convento Carmelitas Descalzas San Juan de la Cruz Villar del Arzobispo: Cincuenta Aniversario