UN PRESIDENTE DE LA DIPUTACIÓN RESCATADO DEL OLVIDO: D. JOSÉ ANTONIO SERRANO RUIZ (PRIEGO, 1838-CABRA, 1898)*
Dic 27 2015

POR MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL, CRONISTA OFICIAL DE PRIEGO DE CÓRDOBA

Fachada de la Diputación Provincial de Córdoba, antiguo Convento de la Merced.
Fachada de la Diputación Provincial de Córdoba, antiguo Convento de la Merced.

Deben sentirse orgullosas las Corporaciones Provinciales bicentenarias, como es el caso de la Diputación de Córdoba, por su espléndido pasado pleno de logros y aciertos en beneficio de la Comunidad. Entre ellos no puede olvidarse haber sido la promotora de una Universidad Libre en el siglo XIX, que el poder central no apoyó para que se consolidara, retrasando el progreso de la capital y provincia más de un siglo. Citar las numerosas aportaciones de la Diputación en el campo de las comunicaciones, o de la beneficencia, por ejemplo, iría más allá de nuestros propósitos, pero queden aquí anunciados para que no tarde mucho tiempo en que se publique una gran y necesaria historia de este instituto que los recoja y pondere.

Don José Antonio Serrano Ruiz, que nació en la entonces villa de Priego en el año 1837 y falleció en la ciudad de Cabra en 1898, sesenta años después. Accedió a la más alta magistratura administrativa provincial en el año 1895, y su estadía al frente de ella fue breve, pero no menos fecunda, tratando de llevar a cabo muchos de los proyectos que acariciaba. Sirvan estas líneas para situar al personaje en su entorno y valorar sus méritos.

Don José Antonio Serrano Ruiz fue hijo del licenciado en jurisprudencia don Rafael Serrano León y su esposa doña María de la Encarnación Ruiz de Castro Caballero, ésta por vía materna emparentada con la familia del célebre virrey de Nueva Granada, arzobispo de Santa Fe y obispo de Córdoba, don Antonio Caballero y Góngora. Eran, por tanto, sus padres personas adineradas e ilustradas, que, ante todo, decidieron darle a su hijo una educación acorde con su estirpe.

En el año 1848 se traslada a Jaén en cuyo Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, anejo al Colegio de Humanidades, cursa los seis años de Filosofía, obteniendo las mejores calificaciones. Terminado este período de aprendizaje alcanza el grado de Bachiller de Filosofía en la Universidad de Sevilla en 1854, para comenzar aquí sus estudios jurídicos, cuya licenciatura en Derecho Civil y Canónico obtiene en la de Granada en 1861. El 25 de mayo de 1865 casa “con la esclarecida y virtuosa señora” doña Cecilia Serrano y Vargas, de la que habría de tener cuatro hijos, dos varones y dos hembras, de los que solo le sobreviviría una hija, pues los restantes murieron a cortad edad.

En su patria chica comienza a ejercer la profesión de abogado, que la desempeña hasta 1868, sin resistirse a la tentación política que le permite obtener acta de diputado provincial por el distrito de Priego en 1867. Las ideas conservadoras de su ascendencia familiar le impelieron a ingresar en el partido moderado “distinguiéndose desde muy joven por el ardor con que defendía las doctrinas expuestas en el programa de su partido político”.

Era a la sazón diputado por Priego don Juan Valera, perfecto conocedor de la estructura caciquil de su circunscripción y de los tejemanejes coyunturales de una Administración viciada y sesgada por intereses electoralista, antes que por los de mejorar las condiciones de vida de gran parte de la población sumida en la miseria. El propio Valera lo había sentenciado poco antes al pontificar: “Los empleos no son en España un cargo público honorífico, sino un hospicio de pordioseros y mendigos con levita”, que se removían a capricho de los políticos de turno vencedores en las urnas. Precisamente esta situación la había soportado con resignación don José Antonio Serrano Ruiz, pues su hermano Santiago que era uno de los administradores de renta y correos de Priego había sido cesado fulminantemente para colocar en el puesto a don Carlos Caracuel, hermano de su amigo don Antonio. Para evitar que Serrano quedara cesante, y no poderlo reponer en el cargo que desempeñaba, Valera logra colocarlo como oficial de Hacienda en Jaén, aunque con la promesa de conseguir para él “un turrón más gordo y que no se tarde”.

Los años siguientes no iban a serles favorables a nuestro biografiado, pues ya se barruntaba la Revolución, cuyos efectos le abrirían unas heridas feroces que no cicatrizarían nunca. Uno de los biógrafos de don José Antonio Serrano Ruiz manifiesta que con motivo de aquélla “fue perseguido gravemente por sus contrarios, viéndose constantemente, mientras duraron aquellos períodos de exaltación, su vida en peligro, con la que escapó milagrosamente”. Y entre ellos destacaban don José, don Luis y don Gregorio Alcalá Zamora Caracuel, que, por el contrario, obtendrían pingües recompensas por haber ayudado a que triunfara la Revolución y fuere derrocada Isabel II. La persecución política y religiosa fue tan extrema que basta leer la correspondencia con el obispado del vicario de Priego don Manuel Ramírez para darnos cuenta de su gravedad.

Tal vez debido a estas circunstancias deplorables decide establecerse en la vecina ciudad de Cabra, abandonando su lugar de nacimiento, y abrir bufete en ella, en donde cosecha una numerosa clientela. Progresivamente y a medida que su situación profesional se lo demanda se da de alta como abogado en los colegios de Lucena, Montilla, Córdoba, Sevilla y Madrid, lo que revela tener asuntos con intereses en estas poblaciones. Durante más de veinte años (1868-1890) giró su actividad profesional en torno a la abogacía, sin desdeñar la política, de la que ya había probado las mieles y sinsabores en su juventud.

Vuelto de nuevo a la palestra y militando en el partido liberal-conservador consigue ser nombrado diputado provincial para el trienio 1891-1893, hasta que es cesado por Real Orden a finales de este año. Su participación en las reuniones de la Corporación cordobesa de aquella etapa no fue escasa. En fecha 3 de enero interviene como diputado electo por el distrito de Cabra en el largo y caluroso debate del voto presentado por el diputado Herrero sobre el procedimiento electoral de Montilla, tachado de nulidad por denuncia presentada por tres vecinos de Córdoba y dejado sobre la mesa en la sesión del día anterior. Arguyó que había que diferenciar la cuestión de forma de la de fondo, y pidió que se retiraran ciertas palabras porque podrían afectar a la honorabilidad de la Corporación. Sometida a votación la moción salió, no obstante, derrotada por 9 votos a favor contra 19 en contra. La falta de pruebas de los defectos denunciados inclinaron el acuerdo a favor de los dos diputados provinciales proclamados por esta circunscripción, los señores Aguilar Tablada y Vidal. También se solicita por don Antonio Escamilla Beltrán más adelante que fueran declaradas nulas las elecciones de Cabra, porque habían participado 371 electores y se habían computado 60 votos de más. Uno de los candidatos que obtuvo el mayor número fue precisamente don José Antonio Serrano Ruiz que alcanzó 3.758, siendo, no obstante, proclamado por no afectarle el error producido. Más adelante, en 9 de enero es elegido para formar parte de la Comisión Provincial por 21 votos a favor de un total de 26, y opta, de acuerdo con la legislación vigente aplicable, al cargo de diputado provincial en detrimento del de concejal. Las intervenciones en las sesiones proliferan con muchos motivos, siendo sus argumentaciones a la par que esencialmente jurídicas muy brillantes. Finalmente una R.O de 26 de noviembre de 1893 le cesa en el cargo, ocupando su lugar don Rafael Serrano Lora.

El año 1894 transcurre con mejores augurios. En 12 de noviembre la Diputación recibe un oficio del Presidente de la Audiencia Territorial de Sevilla por el que participa que la causa por malversación de caudales públicos en la que habían sido imputados, entre otros, don José Antonio Serrano Ruiz, había sido sobreseída provisionalmente. Resuelto el conflicto los afectados toman posesión de sus cargos. Por el distrito de Cabra son nombrados además don Rafael Serrano Lora, don Francisco Merino Cuevas y don Rafael Camacho Martínez. Tres días después acepta la presidencia por tercera vez don Manuel Matilla Barragán, y es designado vicepresidente don José Antonio Serrano Ruiz, quedando adscrito a la Comisión de Fomento. El 21 de noviembre interviene en una sesión también “caliente”. La Sección del Censo Electoral había nombrado una serie de auxiliares temporeros, acuerdo que había quedado en suspenso por considerar su relativa necesidad, dadas “las angustias del Tesoro provincial”. Manifiesta en su alocución que no son las oficinas (públicas) Establecimientos de Beneficencia y que tales empleados más imaginarios que otra cosa no dan trabajo, sino que se contentan con firmar la nómina cada mes. Le replica el diputado Sr. Flores, diciéndole que no hay que hacer caso de las maledicencias de la gente que se expresan en tal sentido. Rectifica por ello el Sr. Serrano añadiendo que se debe hacer justicia al Jefe de la Sección del Censo Electoral por su competencia, celo y laboriosidad incansable como funcionario. Sin embargo la piedra ya estaba lanzada y al año siguiente al Comisión Provincial anula el concierto.

Le preocupa a nuestro personaje la situación económica de la Corporación y sobre todo el convenio con los ayuntamientos para la cobranza encomendada por virtud de un contrato de arrendamiento, cuya naturaleza jurídica discute, a la Casa de don Pedro López e Hijos, proponiendo su rescisión. El diputado Manzanares reconoce que su compañero era una “persona peritísima en la materia”, pero que el contrato no debería resolverse porque la recaudación se había incrementado sensiblemente.

No sin cierta sorpresa en la sesión de 15 de abril de 1895, el presidente ejerciente, Sr. Matilla, presenta un oficio con fecha 28 de marzo anterior, alegando razones de enfermedad para renunciar al cargo. La Corporación la acepta y acuerda proceder a la sustitución el mismo día. Por 21 votos y una papeleta en blanco (la suya) es elegido Presidente de la Diputación Provincial don José Antonio Serrano Ruiz, quien se apresura a declarar que su nombramiento no se ha debido a sus méritos personales, sino a las circunstancias. Durante su mandato se le reconocen sendas pensiones de 1.500 pesetas al pintor don Adolfo Lozano Sidro “en consideración a sus aptitudes excepcionales” para continuar sus estudios en la Escuela Normal de Madrid, y a don Julio Romero de Torres.

Poco más de un año y medio va a estar en el ejercicio del cargo. Las nuevas elecciones de 1896 marcan el límite. El 4 de noviembre la Corporación procede a hacer nuevo nombramiento, que recae en la persona de don Manuel Gutiérrez de los Ríos y Pareja de Obregón, marqués de las Escalonias, al que la situación no le arrienda las ganancias. A la crisis económica producida por las guerras sostenidas por la Metrópoli en el Mar de China y en las Antillas- se habla de levas de más de 200.000 soldados implicados en las contiendas- se suma la plaga de las viñas –la filoxera- y las escasas cosechas de aceite y cereales. Los institutos de caridad soportados por la Diputación también se resienten. La Casa Hospicio, por ejemplo, alberga a más de 650 personas acogidas. Sin embargo, don José Antonio Serrano Ruiz continúa conservando su acta de diputado e interviniendo en las sesiones corporativas, e incluso en 1897 llega a presidir una por ser el diputado de mayor edad. Todavía le quedan arrestos para asistir en este año al homenaje que le tributó el pueblo de Priego en el mes de septiembre al diputado al Congreso don Juan de Dios Roldán, y a quien se le había nombrado Hijo Adoptivo de la Ciudad, acérrimo partidario de Romero Robledo y encuadrado en sus filas, organizado por el jefe del partido conservador local don Carlos Valverde López. En la sesión del mes de noviembre interviene apoyando el pago de un quinto más de sus haberes a los empleados de la Corporación con más de 15 años de antigüedad, moción que prospera. Y todavía en el año siguiente, 1898, asiste a la sesión del mes de abril en la que su paisano don Carlos Valverde López, propone que las poblaciones de Fuente Tójar y Almedinilla, próximas a Priego, sean asimismo beneficiadas con la construcción de ramales que las unan con la carretera de Priego a Alcaudete que se estaba construyendo con cargo a los presupuestos estatales, cuestión que la Corporación atendería cuando llegara el momento oportuno.

Pero la amenaza de la maltrecha salud le acecha. Decide refugiarse en su domicilio egabrense. Allí le visitará la muerte el día 8 de agosto, aniversario del asesinato de Cánovas. La prensa local se hace eco de la infausta noticia como expresa el Semanario de Cabra, Revista literaria y de intereses locales y regional: “El señor Serrano Ruiz puede decirse que había conquistado carta de naturaleza en Cabra, más que por su larga permanencia en esta ciudad en la que vino a establecerse hacia el año de 1868, porque a ella dedicó los frutos de su profundo talento y constante laboriosidad”. Político conservador-añadía- con profundos conocimientos jurídicos, con privilegiadas facultades, tolerante, cordial, con facilidad de expresión y claridad y precisión en el método, en suma, ardoroso en los debates y conciliador en las disensiones.

Hoy la memoria de este ilustre prieguense, que presidió la Diputación Provincial en unos momentos bastante complicados de la política provincial y nacional, debe ser enaltecida en aras de la justicia, ideal por el que combatió como abogado en el foro y como político en la palestra institucional democrática.

* Publicado en la revista Córdoba en Mayo, año 2015, nº 59, págs. 68-72.

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