POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Ya en las redes sociales leí amenazas a la burbuja de plástico, que simula un bibelot en la plaza de la Catedral, y hoy compruebo, sin disgusto, que la reventaron unos vándalos, o quizá unos alanos; talaron los árboles de cartón que medraban en su hábitat y rompieron un cuerno al reno de plástico. No obstante, ¿qué hace ahí esa ampolla infectada, invasora, remedo de experiencia religiosa de tercera mano, trampantojo revenido, plagio confesado, vómito sin la menor voluntad creativa ni vitalidad formativa, monumento a la decadencia y pobreza artística, estética de Magayalandia, molde perezoso y ramplón, angüeña luminosa de una empresa de telefonía con vis comercial pero empobrecedora y frustrante, a quien le importa un pimiento provocar emociones genuinas y monta un belén insolente, alienígeno y chapucero para consumo de paletos?
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