DE UN CIELO ROJO A LA SALSA DIABLA
Dic 30 2015

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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Sorprende, en los amaneceres y atardeceres, la belleza de esos cielos anaranjado-rojizos que, en duración breve, «hay que estar allí» para poder captarlos en su máximo esplendor.

Recuerdo que, siendo joven, estuvo de moda, aunque por poco tiempo, una canción que decía así:

«… el cielo claro y rojizo,
ya oscurece, va a nevar;
entre humildes campesinos
¡qué bonito es el hogar!…»

¿Por qué es rojo el cielo en amaneceres y atardeceres cuando a lo largo del día lo vemos azul?

La Física tiene la respuesta: es el llamado «efecto Tyndall (1869).

Las moléculas y partículas de tamaño coloidal pueden difractar la luz blanca, siendo más acusado este fenómeno en radiaciones (luces) de menor longitud de onda (ejemplo, la luz azul).

En días limpios, cuando el sol está bien situado sobre la Tierra, la luz atraviesa «verticalmente» la capa atmosférica y las micro partículas existentes en ella dispersan la luz solar hacia radiaciones azules. En los amaneceres y, sobre todo, en los atardeceres, la luz solar incide «oblicuamente» sobre la Tierra, siendo mayor su recorrido en la atmósfera y ésta (por las tardes) más contaminada con polvo atmosférico, es decir, con más micro partículas. En consecuencia, la luz se dispersa hacia radiaciones de MAYOR LONGITUD DE ONDA, como son las de color rojo y anaranjado.

He aquí cómo un simple efecto Tyndall quita poesía a esa maravillosa tonalidad rubí de las puestas de sol.

Ayer FIDI FIDALGO, que es mi hijo, nos sorprendió con esta foto en la playa de Gijón.

Nubes en presagio de lluvia, pescadores en espera de alguna captura para la cena de nochevieja y juventud con música de rock.

Yo, al verla -¿qué quieren que les cuente? – asocié esos colores rojizos al «fuego del infierno» y a la SALSA DIABLA; esa salsa que con base en la salsa española fue gala de la cocina francesa desde bien entrado el siglo XVII.

La culpa fue de la Infanta española María Teresa de Austria (l638-1683) que, al casar con el rey francés Louis XIV (el Rey Sol), llevó a París a sus cocineros. Los franceses complementaron esa salsa española con aditivos picantes. Actualmente se añaden puré de tomate natural y salsa de guindillas o chiles.

Pues nada.

Para esta Nochevieja, alterando nuestras costumbres tradicionales, vamos a preparar unas chuletinas de cordero (fritas o asadas a la plancha), complementarlas con una salsa diabla y ofrecerlas en compañía de patatas fritas y ensalada de escarola aderezada con un poquitín de ajo picadín, aceite y vinagre de sidra.

Y, ya cenados, y con rubor en las mejillas, diremos con redundancia que “esta salsa diabla calienta como el fuego del diablo en el infierno».

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