POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE LEGANÉS (MADRID)
Un grupo de mujeres de Leganés que tienen desde hace años la Medalla de Oro del Ministerio de Trabajo alimentan a diario a decenas de personas sin recursos.
El Comedor de Paquita Gallego, es hoy día una institución en mi ciudad, fue Paquita una mujer santa, normal y del pueblo la que se dio cuenta en los años setenta del siglo pasado que había mujeres que necesitaban una ayuda para poder atender a sus hijos, y dar de comer muchas veces a toda la familia.
Paquita desde unos locales cercanos a la estación del tren, abrió las puertas de un comedor con unas amigas y familiares y desde entonces prácticamente nunca las han cerrado.
Existe sin interrupción, en estos casi 40 años, Um menú diario en este comedor, donde huele estupendamente, y lo degustan decenas de personas diariamente que entre las 11.00 y las 13.00 se acercan hasta el… Llegan a acudir hasta 80, 90 o 100 personas en los días de mayor afluencia.
Siempre en turnos de siete u ocho comensales, dadas las pequeñas dimensiones del local. Apenas 50 metros cuadrados, insuficientes a la vista del trasiego de gente que viene y va.
El comedor de Paquita Gallego fue fundado en los setenta por ésta gran vecina de Leganés, Francisca Gallego, a la que muchos denominan Madre de la Alegría, a la que todos querían, y a la que vino a ver, en unos de sus largos viajes desde la India a Europa ni mas ni menos que Teresa de Calcuta en los años 80. Esta Santa atraída por las virtudes de esta mujer quiso abrir con ella un local donde atender a personas en riesgo de exclusión social en el barrio de la Vereda de los Estudiantes. Paquita Gallego fallecía en 1986.
El local de Paquita surgió como una guardería para los hijos de padres alcohólicos. Y madres con necesidades. Así las madres podían ir a trabajar, y mientras un grupo de mujeres voluntarias cuidaban a los pequeños.
Hoy, 2015 cuarenta años después sigue abierto en el mismo lugar y ese local donde no abunda la comida pero también existen inmensas oleadas de cariño.
Aunque a veces también aflora un poco de tensión. Una pequeña pelea dialéctica entre dos personas con necesidades es zanjada de inmediato por cualquiera de estas abnegadas mujeres que lo atienden con una frase de cariño.
Han hecho mucho por nuestra ciudad, y de todo por alimentar a miles de personas o proporcionales abrigo, y siempre desde el corazón, aunque algunos de los niños que acudían a la antigua guardería de hace 30 años terminaron sucumbiendo a las drogas.
Hace unos años el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, visitó el centro. Lo hizo para entregarles la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. A ellas y a las otras 25 mujeres que se encargan, por turnos, de atender altruistamente el comedor.
Este premio del ministro Caldera arrastró una comitiva de policías y de cámaras de televisión. Y con ese revuelo se produjo la espantada de muchos de los habituales en el comedor. Otros extranjeros sin papeles se asustaron con tanto alboroto y ese día no se repartía bien la cazuela de lentejas.
Las mujeres de este comedor de Leganés tienen una petición constante a los que puedan ayudarlas desde hace años, y es que además de ayuda en alimentos, mantas y ropa, necesitan otro local mucho más grande, porque el que tienen cerca de la estación de Leganés, es pequeño y necesitan otro más grande donde puedan dar de comer a más personas y puedan ofrecerles incluso otros servicios como una ducha caliente.
Las mujeres lo tienen claro. «Cambiamos aquella medalla por un lugar mejor», aseguran.
Mantener el comedor de Paquita Gallego cuesta dinero, mucho dinero y cada día más. A pesar de que organizaciones como la Cruz Roja, el Banco de Alimentos y el propio Ayuntamiento de Leganés colaboran con el comedor, por eso muchas veces estas mujeres que lo atienden a diario de forma altruista se rascan su propio bolsillo.