POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
En esto de los Reyes Magos (que ni eran tres, ni eran reyes, ni eran magos) y del ROSCÓN que endulza jocosamente su festividad hay mucho cuento, mucha fantasía narrativa y muy poco de historia contada con realidad.
Intentaremos acercarnos a ella.
Los romanos, que aprovechaban cualquier suceso para festejarlo adecuadamente, observaron cómo a partir del solsticio de invierno los días empezaban lentamente a crecer («De la Navidá p´arriba, al pasu la gallina», decimos en Asturias), y esto fue motivo suficiente de celebración para preparar unas tortas en forma de aro, dulces, que engalanaban con dátiles, higos y baño de miel.
A partir del siglo II se inició la costumbre de introducir una haba («fabona») seca en la torta y quien la encontrara fuese nombrado «rex regum» (Rey de reyes).
Julio Caro Baroja, que tanto estudió nuestras tradiciones y costumbrismo, nos dice que el «invento de la rosca» llega a España, vía Navarra, en 1361; si bien todo apunta que el esplendor «del roscón» hay que situarlo en Francia durante el reinado de los dos «grandes Borbones» (Luis XIV y Luis XV) por influencia de sus numerosas y poderosas «amiguitas de intimidad».
En aquellas elegantísimas fiestas de la corte, quien encontrara el haba oculta en el roscón se honraba con el título de ROI DE LA FAVE o, también, ROI DE LA TABLE.
Y de la corte francesa la costumbre llegó a España con los primeros Borbones, concretamente con Felipe V.
Pasado el tiempo, la introducción de una haba en la rosca se complementó con el añadido de una figurita de porcelana, de oro, o de plata…; quien hallara la primera pagaría el pastel; el que hallase la segunda sería el Rey.
Así lo dice el poema: «Si es el haba lo encontrado / este postre pagarás. / Mas si ello es la figura / coronado y rey serás».
Pues a ello: roscón y chocolate hacen muy buena pareja.
¡Ay! ¡Como perdura en mí el recuerdo de aquellos geniales roscones que elaboraba MANOLO, hoy jubilado, en la antigua (actual cafetería) CONFITERIA MAGOVI, de Colunga!
Un pequeño dato más para la historia dulcera de Asturias.