POR CLEMENTE PLAZA PLAZA, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DE LOS INFANTES (CIUDAD REAL)

Desde mayo de 2014 El Mercado, Museo de Arte Contemporáneo de Villanueva de los Infantes, MERMAC, ha venido mostrando a los miles de visitantes un recorrido por la obra y la vida del artista infanteño más importante del siglo XX, hasta nuestros días, Giraldo. Juan Antonio Giraldo Fernández de Sevilla, creador polifacético, pintor, escultor, investigador de la fotografía, diseñador y realizador de vidrieras, con la impronta personal de un autodidacta, nació el 4 de marzo de 1937 en Villanueva de los Infantes. Años más tarde se trasladará con su familia a Membrilla y luego a Manzanares donde inicia sus primeros contactos con la pintura. En 1963 obtiene el Premio de Dibujo en la Exposición de Artes Plásticas de Valdepeñas y más tarde viaja a París donde el conocimiento de los impresionistas, en particular de Van Gogh, le marca con una intensa conmoción ante la obra su propia trayectoria artística, que va a derivar a partir de entonces hacia la escultura.

Esa primera etapa de su pintura ha estado perfectamente representada en Apunte de un Resumen con cuadros en que trata de captar la luz de la Mancha, en paisajes como el de Alhambra, en contraposición con la luz de Marinas en Holanda, o Bodegón de la Botella, uno de los cuadros más apreciados, porque apenas se rastrea el material base de la pintura tras el trabajo de la espátula. También a este periodo corresponden los 34 dibujos, Espíritu 34, para ilustrar el libro de un destacado poeta canario, pues a partir de 1968 fija su residencia en Las Palmas de Gran Canaria. Tal es así, que el crítico español de prestigio internacional, Eduardo Westerdahl dice que «la larga permanencia en Canarias del escultor Giraldo, da pie para considerarlo como un canario integrado en nuestras artes. Allí trabaja con arquitectos realizando entornos, herrajes, esculturas y vitrales, poniéndose en cabecera en las operaciones artísticas de la isla. Giraldo es un escultor diariamente dedicado a su obra, habiéndola proyectado desde su taller de Gran Canaria a capitales de Europa. Viajero constante, desde París a Méjico, desde Holanda a Suecia y Finlandia, está en posesión de una cultura plástica de todos los tiempos…El lenguaje de sus trabajos tendría que ser de características universales haciendo significativas aportaciones a las tendencias de la escultura contemporánea. De entre ellas sacamos dos contribuciones básicas: la mutación y la dactiliforma. En la primera marcha al encuentro del espectador, para que éste intervenga en una construcción variable de la escultura al permitirle cambiar las piezas; en la segunda logra la intervención táctil del espectador, cuyo placer visual se amplía con un nuevo sentido: de la vista al tacto.

La exposición, que nos ha dado oportunidad a todos de acercarnos a la vida y obra de Giraldo y que ahora toca a su fin después de año y medio con nosotros, ha contado con una muestra antológica de su obra: en Dublín, con James Joyce, Cristo y homenaje a su amigo Zobel (Cuenca), a Durero, Zurbarán y Velázquez, escultura homenaje a García Lorca, obras dedicadas a José Ortega, pintor y toda una galería de fotografías de la vida artística, personal y familiar de Giraldo. Un creador enraizado en su tierra que, sin embargo, nos habla a través de sus obras en palabras de crítico Ignacio Vasallo «de la universalidad de cierto arte, de la adaptación de las formas artísticas a las condiciones más dispares, y de la escultura como forma de comunicación, a veces más amplia que el propio lenguaje para la expresión de ciertos significados. Piezas elaboradas con la paciencia de un artesano, lo que da al metal un calor que incita naturalmente al contacto físico, produciendo una intercomunicación inmediata entre el público y la obra del artista. Lo que más sorprende es la síntesis lograda entre una concepción clásica de la escultura y una materialización vanguardista…Esa mezcla de tradición y libertad expresiva es quizá lo más atractivo de esta muestra.»

Un exposición que ahora concluye, pero que no significa el fin de la presencia de Giraldo en su ciudad natal, pues la vida y la obra de este infanteño universal, artista íntegro, cabal, generoso, rebelde y crítico, como citamos con motivo de la inauguración de esta exposición, permanece entre nosotros como hombre del pueblo y a través de su obra «El hombre de Jamila», generosamente donada en su momento a Villanueva de los Infantes, las «Cabezas en bronce del Quijote y Sancho» que podemos contemplar en la sección de Artistas Plásticos Infanteños del MERMAC, de numerosas colaboraciones artísticas en programas de Fiestas, celebraciones y del Conjunto Escultórico del IV Centenario, que desde abril de 2008 forma parte del paisaje urbano de nuestra Plaza Mayor, del acervo cultural de los campomontieleños y de la memoria colectiva de los de aquí y de todos los que nos visitan.