POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Siete de enero… San Crispín; ¡pobre de mí, ya se acaban las fiestas…! Día pintiparado para organizar un mercadillo del trueque, para cambiar los regalos por un poco de felicidad, de tranquilidad, por no decir que nos devuelvan el dinero. Hoy es el día, a lo sumo el lunes, de dejar de fumar, de matricularnos en clases de inglés, de ponernos a régimen o de atrasar la báscula cinco kilos y despedirnos de los hijos, que vuelven a Alemania. Me dice mi pequeña: “No digas que tu hija tuvo que emigrar, dile que tienes una filial en el extranjero”. El siete de enero equivale a las doce de la noche en el cuento de Cenicienta: se nos caen la barba y la corona, se desinfla el camello y los Reyes Magos volvemos a ser unos pringados. Llegó el día de asomarse al otro lado del champán y los turrones. “-¿Quién llama? -Es el humor. -No, gracias; no nos lo podemos permitir”.
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