POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Han transcurrido dos días, desde que la ilusión portada por unos personajes singulares fuera motivo de alegría para los niños, coincidiendo con la festividad de la Epifanía. Siempre nos hemos preguntado el porqué dicha fecha está relacionada con regalos y lo hemos visto justificado por los obsequios que aquellos magos hicieron presentes a Jesús cuando, tras arribar desde Oriente, se presentaron ante Herodes y después de ser interrogados por éste, continuaron su camino guiados por una estrella, hasta que encontraron al Niño con su Madre, y se los ofrecieron. Así nos lo narra Mateo en los Evangelios canónicos y también es referido por los apócrifos de Taciano, por el ‘Evangelio árabe de la Infancia’, por el ‘Proto-evangelio de Santiago’, por el del Pseudo-Mateo y por el ‘Evangelio armenio de la Infancia’, en el que, en este último, además de citar como obsequios oro, incienso y mirra, incluye áloe, muselina, púrpura, cintas de lino, cinamomo, nardo, canela, plata, piedras preciosas, perlas, zafiros y los libros sellados por el dedo de Dios.

Sea como fuere, tradicionalmente siempre se ha llamado a estos personajes singulares como los Reyes Magos de Oriente, identificándolos como Melchor, Gaspar y Baltasar, y siendo los que los niños esperan todos los años en el tránsito del 5 al 6 de enero.

Pero, cómo se vivía esta fiesta por los niños hace cien años, en la Orihuela que había despertado al nuevo año de 1916, sin la presencia de campanadas y uvas, salvo en las clases más acomodadas, así como con el escándalo de la cupletista ‘La Cachavera’, que con su actuación erótica y llena de picardía en el Salón Novedades, propició que el nuevo alcalde prohibiese las siguientes actuaciones que tenía contratada. Abría la ciudad sus ojos en el primer día del año 1916, con el trasvase de la vara de alcalde de manos de un farmacéutico a otro profesional de la misma especialidad. Así, de Manuel Ferris Ibáñez del que ‘Ciudadanía’ se alegraba de su desaparición, pasaba a José Franco Rebagliato. A las 6 de la tarde de dicho día se constituyó la mesa de edad presidida por Abelardo Teruel, dándose lectura al nombramiento de alcalde hecho por el Ministerio de la Gobernación. Después de unas palabras del nuevo primer edil intervinieron Antonio Balaguer, el jefe de la Comunión Tradicionalista del Distrito, Juan Villaescusa, y el de los mauristas Federico Linares, que dijo estar dispuesto a cooperar con el alcalde «siempre que camine por el recto camino que no duda ha de seguir». Tras la elección de los siete tenientes de alcalde y del síndico, el señor Franco ofreció a los concejales y amigos un ágape a base de dulces, licores y cigarros. Por la noche, la Banda de Música Municipal lo obsequió con una serenata.

Ya metidos en el mes de enero, la Juventud Maurista Local, cuyo portavoz era el citado periódico, organizó una campaña a favor de los niños pobres, a fin de que tuvieran juguetes ese año. Capitaneó la iniciativa el presidente de la Sección de Acción Social de dicha organización maurista. Sin embargo, como siempre la crítica estuvo presente, puesto que si bien el año anterior, 1916, la iniciativa estuvo a cargo del Centro Obrero Instructivo, ‘El Obrero’ censuraba que habían faltado muchos juguetes y no se les había dado dulces a los niños. Por el contrario, hubo «mucho bombo y platillos», con el consiguiente farolear de algunas personas.

Pero, ciñéndonos a dicho año, se estableció una suscripción en la que se recaudó 422,70 pesetas (2,54 euros de ahora). Entre los donativos encontramos los siguientes: el Ayuntamiento, 75 pesetas; el obispo Ramón Plaza y Blanco, 25 pesetas; la Cámara de Comercio e Industria, 10 pesetas; los médicos Ángel García Rogel y Eusebio Escolano Gonzalvo, 5 pesetas. Asimismo, muchas personas donaron juguetes, entre ellos: tambores, panderetas, platillos, muñecas, pelotas, caballos, regaderas, toros y horchateras. Y, hasta «unas madrileñas», regalaron «un muñeco admirablemente vestido de bebé».

El acto de la entrega de los juguetes a los niños pobres, se efectuó en el Teatro Circo, oficiando como Reyes Magos los niños Julián Botella, Vicente Esquer y Luis Díe. Con un bonito decorado y amenizado por la Banda Municipal de Música se desarrolló dicho acto, tras el cual se desplazaron SS.MM. a la Casa de Misericordia, en la que se obsequió a los asilados. Allí la niña acogida Dolores Díaz hizo una salutación en la que, entre otras cosas, refirió: «Ya veis amigas mías que honra es para nosotras vernos aquí acompañadas de tanta grandeza, de tantos señoritos, de tantos juguetes que al verlos todas reímos». No quedaron en el olvido otros asilados, pues además de entregarse 5,50 pesetas en metálico para los niños mayores de esa institución; a los hombres se les obsequió con tabaco, que importó 2,70 pesetas, y a las mujeres se les entregó en metálico 7 pesetas. El sobrante de todo lo recaudado, que fue de 5,35 pesetas, después de pagados los gastos fue donado a la Casa de Misericordia. Entre dichos gastos, los más elevados fueron comprendidos en las facturas de Emilio Salar que importó, 339,65 pesetas y la de Emilio Peralta de 15,00 pesetas. Otro de los gastos efectuado, fue el del carro para llevar los juguetes y seis antorchas de viento, que importaron respectivamente, una y seis pesetas.

El día 6 de enero, los Reyes Magos ofrecieron a los asilados con una comida extraordinaria.

Dentro del ámbito ciudadano, no quedaron en el olvido «los enfermitos del Hospital», a los cuales se les hizo entrega de juguetes, teniendo un importante papel en la donación la marquesa de Rubalcava, las hijas del registrador, así como José Martínez Arenas y la Congregación de San Luis Gonzaga. Han transcurrido cien años desde entonces, y en esta ocasión, también los Reyes Magos portando sus juguetes han arribado a Orihuela por las Espeñetas. Confiemos que los niños pobres no hayan quedado en el olvido.

Fuente: http://www.laverdad.es/