POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
En la vida cotidiana de Domingo hay, entre otras muchas cosas que no suelen faltar, dos concretas que son una constante. La primera, la irresistible tendencia a participar de forma activa en la sociedad. Y la segunda, una buena piscina. Ambas, eso sí, están muy relacionadas. Porque Domingo Antonio Sánchez Martínez (Lorca, 1992), recientemente elegido presidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Murcia, para sumergirse en sus ideas se zambulle antes en el agua. «Y al salir todo es distinto», asegura convencido.
A Domingo, si se descuida, lo hubieran arropado al nacer con una bata de médico. Desde bien pequeño ya la lucía, aunque le quedara tan grande como diminuto se le antoja ahora el mundo. Porque Domingo pertenece a una familia volcada en la Medicina. Su madre es médico en Lorca y su padre farmacéutico. Y mantienen una clínica en Mazarrón. Por eso no extraña que ya desde niño sintiera curiosidad, que luego devino en pasión, por la ciencia de Galeno.
En la actualidad estudia el último curso de Medicina y en 2017 comenzará el MIR. Luego es posible que se especialice en Neurología, Ginecología o Anestesia, materias que le agradan. O quizá dé el salto a la política, algo que tampoco le incomodaría. En más de una ocasión ha reconocido que su vocación médica es tan temprana porque, incluso sentado a la mesa para las comidas, la conversación siempre oscilaba en torno a la Medicina. Y allí se matriculó hace seis años cuando, como graciosa novatada, lo animaron a atrapar un pato del río Segura. Decidido como en todo, no solo lo atrapó, sino que quiso inmortalizar el momento en una fotografía. Liberado el pato y superada la prueba, enseguida se convirtió en delegado. Como lo fue en el colegio y en el instituto. Y su voz comenzó a destacar. Y también en el Colegio Mayor Azarbe, en Murcia, donde residió 4 años y, como siempre ha recordado, pudo conocer las inquietudes de muchos universitarios. Tanto que, de responsabilidad en responsabilidad, llegó a vicepresidente del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina.
Domingo procura huir de las discusiones vanas. Quienes lo conocen aclaran que podría estar horas y horas hablando de los retos que afrontan los profesionales de la Medicina. Y se sonroja cuando le recuerdan que obtuvo Matrícula de Honor en el Bachillerato, que cursó en el instituto Ciudad del Sol, y también uno de los Premios Extraordinarios, sin contar su participación en las Olimpiadas de Química y Física, un accésit en un concurso de relatos que convocó la Confederación Hidrográfica o un premio de fotografía.
Su participación en foros, congresos, jornadas, debates y encuentros universitarios durante los últimos años parece interminable. Pero él, ante semejante agenda, concluye entre risas que en los ratos libres estudia Medicina. No es del todo cierto. Sus horarios de estudio son sagrados. Solo se permite interrumpirlos para practicar el deporte que le apasiona: la natación. Aunque, de tanto en vez, se le ve correr por el Malecón, en Murcia. Cuida la línea a rajatabla. Y la cuestión es que Domingo, cuando era un niño, estaba un tanto regordete.
Quizá por eso se volvió un fanático de las verduras. Aunque le guste añadir a la dieta, a modo de entremés, un plato de patatas fritas (de bolsa) bien sazonadas con limón y pimienta. Durante este tiempo en el Consejo Estatal de Estudiantes, cuando ha recibido a algún compañero en Murcia, nunca han faltado patatas en la mesa. Porque también le gusta presumir de las bondades de su tierra. Y viajar a donde sea y cuando sea.
Como miembro del Consejo ha recorrido todas las comunidades, a excepción de Ceuta y Melilla. En su último viaje a La Rioja se acercó a conocer el monasterio de Santo Domingo de Silos. Le impresionó casi tanto como el camino de Santiago, que completó el año pasado. Domingo es miembro del Claustro de la UMU, en representación de Medicina, y pertenece a las comisiones académica, económica, de alumnado y de formación, entre otros cargos. Para abreviar: su currículum resumido consta de ocho folios con letra apretada.
Menos, claro, de los que componen el último libro que se ha leído, ‘El arte de amar’, una obra escrita por el sociólogo Erich Fromm. O ‘El mundo amarillo’, de Albert Espinosa, otro de sus títulos favoritos.
Entre las cosas que detesta figura el empecinamiento de algunas personas en no encontrar puntos de encuentro con otras. La cerrazón sin argumentos siempre le indigna. Aunque pronto se le pasa en la piscina. «Al salir del agua se ve el mundo diferente», insiste. Sus ratos de natación le ayudan a ordenar ideas y reflexionar sobre la vida. Acaso en algún rato de natación se convenció de que la sociedad está un tanto medicalizada.
A veces, una buena conversación resulta más eficaz que un fármaco. A veces, romper con las etiquetas y los prejuicios supone una bocanada de aire fresco. «Las etiquetas condicionan los resultados y la experiencia», le han escuchado decir sus allegados en más de una ocasión. Aunque su frase favorita es otra: «Las personas extraordinarias no son las que hacen de vez en cuando cosas extraordinarias, sino aquellas que convierten lo ordinario en extraordinario».
La visita con la ministra
Domingo, por ejemplo, convirtió en extraordinaria una simple reunión en el Ministerio de Sanidad cuando, de repente, le anunciaron que la ministra quería saludarlo. Así, al golpe. Y él, lorquino como es, no dudó un instante en explicar a Ana Mato sus inquietudes sobre el proceso de la troncalidad, el nuevo sistema de formación para los médicos internos residentes.
Por mucho que aquella reunión le emocionara, ni punto de comparación con el desfile de su Virgen de la Amargura durante la espectacular Semana Santa de Lorca. Porque Domingo es mayordomo del Paso Blanco. Por nacencia y convicción. Quizá la única cosa irracional que se permita en la vida, la única concesión a su inabarcable ansia de conocimiento sea, sencillamente, disfrutar con pasión de la Semana Mayor. Pero, que nadie se engañe. Después de su Amargura, la siguiente cosa que le fascina es el enorme trabajo y esfuerzo por organizar unos desfiles que luego, en apenas unas horas, pasan a la historia.
Organizar. Podría ser su palabra favorita. Sin embargo, con los amigos se deja llevar. Bastante le gusta mandar en sus otras ocupaciones. Y le gusta conservarlos y procura saber de ellos, aunque la mayoría estudian fuera de la Región. Los amigos, en realidad, es lo único que le gusta coleccionar a Domingo, quien también cuenta entre sus lecturas más saboreadas con la obra ‘La amistad’, del italiano Francesco Alberoni, periodista y catedrático de Sociología. Al joven lorquino le sirvió, como sus otras lecturas, para «explicar la realidad que me rodea». Y en la que vive, a pesar de su nutrida biografía, desde hace solo 23 años.
Fuente: http://www.laverdad.es/