“FUE EN LOS 80 Y ALLÍ ME ENCONTRÉ A FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE”, CUENTA EL CRONISTA OFICIAL DE LEGANÉS, JUAN ANTONIO ALONSO RESALT
La Iglesia de San Pedro Apóstol, sita en el Parque de Polvoranca, se encuentra en estado de ruina avanzada. Sin torre, ni cúpula, ni campanas sus muros se desmoronan. Más de 300 años de historia condenados a la desaparición, pero no al olvido.
La Iglesia San Pedro Apóstol se cae
El tiempo implacable y las circunstancias la borrarán, más pronto que tarde, del mapa. Su estado actual es de ruina avanzada. Y aunque está abocada a convertirse en un montón de piedras seguirá viva en la memoria de los leganenses. Construida en 1650 por encargo de los Ponce de León y Chacón, poseedores del mayorazgo de Polvoranca, alcanzó su mayor esplendor a mediados de siglo XIX, cuando en la cercanía de sus muros llegaron a contarse 300 habitantes repartidos en grandes casas. Las pestes provocaron que poco a poco la zona se fuera despoblando. Por allí pasaron hombres ilustres como el gran escritor, Benito Pérez Galdós, quien describió la aldea de Polvoranca en su obra Nazarín como: “Tierra fría y llana; pobre de leña y de pan, de vino mediana, de ganado no iba mal”. Otro insigne, que no lo fue por médico sino por naturalista, se encaramó en lo alto de una de las torre de la Iglesia para grabar un reportaje sobre el cernícalo primilla. “Fue en los 80 y allí me encontré a Félix Rodríguez de la Fuente”, cuenta el cronista Oficial de la Villa, Juan Antonio Alonso Resalt. Decenas de historias en torno a una construcción, que hoy se erige frágil y dolorida en el Parque de Polvoranca.
Pocos hombres y mujeres de los que hoy se adentran en el Parque de Polvoranca ataviados con sus equipaciones de running o a bordo de sus bicicletas conocen que la pedanía sobre la que los maltrechos muros de la Iglesia San Pedro Apóstol resisten el paso del tiempo, perteneció a la nobleza. En concreto, este templo, hoy en ruina avanzada, fue mandado construir por don Juan Ponce de León y Chacón allá por 1650. Fue este quien junto a su esposa, Ana de Ossorio, le compró las tierras al Conde de Orgaz. Así nace el mayorazgo de Polvoranca.
Y como en el siglo XVII, no había mayorazgo de altura sin Iglesia los Ponce de León y Chacón decidieron encargar a los arquitectos Francisco de Mora y su sobrino, Juan Gómez de Mora que levantaran un templo sobre los cimientos de una antigua ermita bajo medieval. Así nació esta Iglesia de estilo barroco dedicada a San Pedro Apóstol que estaría terminada en 1655.
Cuentan los libros que en la época de mayor esplendor de este mayorazgo, en la zona llegaron a vivir 300 personas. Como narra el cronista Oficial de la Villa de Leganés, Juan Antonio Alonso Resalt “en torno a la Iglesia y el palacio de los propietarios del mayorazgo se establecieron decenas de hortelanos y ganaderos que explotaban las tierras de los señores. La Iglesia es el reflejo de ese poderío económico que se reflejaba en unas grandes casas que existieron en los alrededores de la seo hasta los años 50”.
Una zona maldita
Poco a poco la pedanía se fue despoblando. Este hecho ocasionó que algunos estudiosos calificaran la zona como “maldita”. La peste y el paludismo provocaron que con la llegada del verano y el aumento de las temperaturas murieran muchas personas de las que allí habitaban. Resalt tiene una explicación para esto. “La cercanía de la lagunas de la Recomba, Maripascuala y Sisones, alimentadas por los arroyos de la Recomba y Cantochado provocaron que las epidemias se extendieran rápidamente entre la población a lo largo del siglo XIX. Este hecho coincidió con que en Leganés se empezaron a construir grandes palacios lo que provocó que la gente emigrara hacia el núcleo urbano más cercano y poblado”. El mismo elemento que atrajo a los habitantes a esas tierras allá por la Edad de Hierro, el agua, les alejó de allí varios siglos después. Una curiosidad: “Polvoranca era totalmente independiente de Leganés hasta que en 1849 se modificaron los términos municipales”.
Fue en torno a 1950 cuando la zona quedó completamente deshabitada. En la novela de Benito Pérez Galdós, Nazarín, de 1895, el autor narra el deambular del padre Nazario por el sur de Madrid. En una de estas andanzas aparece mencionado un personaje natural de Polvoranca, Ándara, quién se refiere a la aldea: “No se crea usted que Polvoranca es cualesquiera cosa, que allá tenemos gente muy rica, y los hay con seis pares… de mulas, quiere decirse”. Algunos autores, como Javier Leralta o Vicente Gordillo han recogido que allí vivieron un par de familiar hasta bien entrado el siglo XX. “Se dedicaron a criar toros para los encierros de Leganés”. Otro autor, el periodista Senprún, recogió en una texto de 1957 que la última habitante de Polvoranca, Cecilia, había reconvertido la pila bautismal de la Iglesia en su lavadero particular.
Ese abandono del lugar, provocó que los pocos bienes valiosos que allí quedaron fueran expoliados. Si a esos saqueos le sumamos la decisión de la Iglesia Católica de repartir por distintos templos de la Comunidad de Madrid los retablos y lienzos que allí se hallaban, nos encontramos con una Iglesia desacralizada a la que le fueron arrancadas las puertas y retiradas las campanas. “El retablo de San Pedro, por ejemplo, se encuentra hoy en la Iglesia de Medinaceli de Madrid”, afirma Resalt. “Los libros de casamientos, bautismos y demás están en la Iglesia del Salvador de Leganés”.
Escudo de armas de piedra de Colmenar
A día de hoy, el escudo de armas que coronaba la fachada de la casa principal de Polvoranca se conserva en buen estado, tras haber sido restaurado, en el patio central del Centro Cívico de las Dehesillas. Esculpido sobre piedra blanca de Colmenar, permaneció tirado en una finca particular cogiendo moho 30 años. Como cuenta Resalt, fueron los propietarios de las tierras los que lo retiraron, en los años 70, a medida que iba avanzando el deterioro en las casas de la zona que aún quedaban en pie. “En el momento es el que se llegó a un acuerdo para que el Ayuntamiento se quedara con esas tierras y las adhiriera al Parque de Polvoranca fue cuando esa familia rubricó la cesión del escudo feudal al Consistorio”. Se trata de un escudo donde se ven una serie de animales como los lobos o las conchas (de la orden de Santiago) muy bien conservado”.
Una iglesia abocada a desaparecer
Lo único que no se pudieron llevar, los muros de la Iglesia, se encuentran hoy en ruina avanzada, habiéndose producido un colapso parcial del inmueble: derribo del lado del Evangelio, parte del crucero, el campanario y gran parte de la cubierta. La fachada principal presenta vencimiento hacia el exterior y las grietas y la ausencia de techumbre han provocado, que por seguridad, haya sido vallado el perímetro exterior el templo impidiendo el acceso de los paseantes más curiosos por peligro de derrumbe. Hoy sus moradores son las palomas que revolotean asustadizas cuando algún curioso se acerca más de la cuenta a su dormitorio.
Desde que el 1986 se creara el Parque de Polvoranca han sido varios los intentos por devolver el esplendor a la Iglesia San Pedro Apóstol. Pero todos han sido infructuosos. Primero, en los años 80, el arquitecto Peridis que entonces acometía en la zona sur de Madrid varios proyectos de la mano de las Escuelas Taller, lo intentó sin éxito. Tras él, pasados más de 20 años, en 2005 se realizaron unas prospecciones y varias catas para conocer el estado de los cimientos del edificio hallándose restos humanos de una antigüedad no superior a 100 años. “Fue entonces cuando patrimonio y ayuntamiento buscaron fuentes de financiación para acometer el proyecto de recuperación. Hubo varios contactos con Bankia, pero la crisis provocó que el proyecto se guardara en un cajón”. El último intento, con anteproyecto incluido, se produjo en 2014. Hasta hoy.
Los días continúan pasando y la Iglesia parece condenada a desaparecer. Bajo sus maltrechos muros las leyendas cuentan que se habían construidos túneles secretos en los que algunas familias pudientes de la ciudad vecina, Fuenlabrada, ocultaron vasijas repletas de joyas y monedas de oro durante la Guerra Civil. Sí bien es cierto que los descendientes de la zona cuentan que esos túneles existieron y que se construyeron para que los nobles no se tuvieran que mezclar con los agricultores de la zona en sus paseos hasta las lagunas, nadie nunca ha conseguido hallar tamaño tesoro. Tal vez, este secreto muera bajo las piedras amontonadas de un templo que años atrás lució esplendoroso, pero que en la actualidad la desidia, el desdén y las circunstancias lo han condenado a desaparecer.
Fuente: http://noticiasparagetafe.com/