POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Siempre en situaciones precarias tuvo nuestro Gobierno que afrontar la declaración de independencia de Cataluña. La primera, el 5 de marzo de 1873, duró dos días, cuando gobernaba Estanislao Figueras nuestra primera República. La segunda, el 14 de abril de 1931, llevó a nuestro Gobierno provisional de la segunda República a negociar el Estatuto de Autonomía, germen de la Generalitat. La tercera, en octubre de 1934, tras la entrada de la CEDA en el gobierno de Lerroux, en plena huelga revolucionaria convocada por los socialistas; Lerroux declaró la guerra al independentismo y la ganó al día siguiente. Ahora, el flamante y valeroso Puigdemont se echa al monte en un delicado momento político, económico, ético y social en España, y hace de tripas morcilla; por cuarta vez, el amotinado saca pecho de donde no hay. Es el peligro de los cobardes: mueren muchas veces.
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