POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Que Carolina Bescansa haya asistido a la sesión constitutiva con su bebé enchufado al pecho y convertido el Congreso en casa cuna es símbolo de futuro, sin contraponerse al anciano y a la sabiduría; su bebé es la fuerza que despierta, el párvulo que se baba, el “putto” querubín de Mantegna en la Cámara de los Esposos y el de los medallones de Miguel Ángel en la Sixtina, benéfico marchamo de la caca hacia la razón; llegó al escaño el hijo del alma, el eslabón del culito tierno con el político del culo pelado; la natividad pagana, el belén castizo, el anuncio de la metamorfosis de este país sin nombre, el niño mítico que resuelve enigmas, el dios de andar por casa, o mejor dicho el dios colectivo, el de la calle, el dios en nosotros, el niño heroico que libra al mundo de monstruos, pañal filosofal; el insurrecto, el aliento, el albor, el amor, ¡ay, el chiquirritín, chiquirriquitín…!
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