POR PEPE MONTESERIN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En la serie “Carlos, rey emperador” creo poco, así se desgañiten los personajes para contar entre bambalinas lo que no supieron representar entre candilejas, poco convencidos de haberse explicado bien. El lunes, Álvaro Cervantes, disfrazado de Carlos I de España y V de Alemania, un actor de 26 años, supuestamente triste, cansado, esmellado y viejo, trataba de morirse en Yuste sin la menor huella de haber vivido ni sufrido, sin aparentar ni de lejos al gastado emperador cuarentón, de mediados del siglo XV, que merecía ser interpretado por alguien que rondara los 60; después de la travesía de Flesinga a Villaviciosa, con 17 años, ya parecía el padre de Alvarito. Se conoce que los del casting desconocen el óleo que Tiziano hizo del rey (está en Múnich y en Wikipedia), y nuestro Carlos I muestra en la tele una cara de actor bisoño que no se puede aguantar.
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