POR ANTONIO BOTÍAS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

El antiguo anhelo de los murcianos por disfrutar de un río Segura navegable (sí, señores, aquí donde desde tiempos remotos faltó el agua hasta para beber) estuvo a punto de hacerse realidad hace ahora un siglo justo. Y la causa fue, mire usted por donde, la evidente ruina que presentaba este querido paso hacia el Partido de San Benito. Así que, hace cien largos años, sucedió casi lo mismo que hoy le ocurre al Puente de los Peligros: que era un auténtico peligro para quienes por allí cruzaban por la aparición de grietas en su estructura. Pero vayamos por partes, cual carnicero de la antigua plaza de Las Flores.

Ya el día 11 de marzo de 1916 se ordenó el corte del tráfico rodado por el puente, como informó en aquella jornada ‘El Liberal’, «a causa de estar en reparación dicha vía». Hasta que no estuvieran concluidas las obras se podía cruzar de una ribera a otra «por el puente Nuevo». Pero si pensaba el alcalde, a la sazón Luis Llanos, que aquel anuncio en prensa calmaría las críticas de los murcianos sobre el estado de la infraestructura se equivocaba de plano.

El edil había olvidado prohibir también el paso de los peatones y no faltaron vecinos que se acercaran, desocupados como andaban, a comprobar el progreso de la obra. Así que, unos días después, el diario ‘El Tiempo’ publicó en su portada que «muchos amigos nuestros que por necesidad han de pasar muchas veces» por allí habían denunciado cómo la parte dedicada «al tránsito a pie se haya tan destrozada que constituye en algunos puntos un serio peligro para el transeúnte».

La crónica periodística arroja datos muy curiosos. Primero, que aún por aquellos años se considera al puente como «esa entrada de la población». Más allá se extendía el antiguo Partido de San Benito que, aunque hoy convertido en barrio, es otra Murcia paralela. Además, el redactor recomendaba al alcalde Llanos que ordenase la reconstrucción de «esa parte de madera». Esto es, ambas aceras.

Poco arreglo debió acometerse si tenemos en cuenta que en la sesión del Pleno municipal del día 5 de mayo volvió a anunciarse una nueva reforma en el puente, que se sumaría a la construcción de la «portada del Parque [Ruiz Hidalgo] y construir en él otra bajada de carruajes y dotarlo de alumbrado; todo lo que se propone realizar [el alcalde] este verano».

Aquel anuncio del retraso en el inicio de las obras causó una grande indignación. Solo faltaba una gota para colmar el vaso de la paciencia de los murcianos y de los poderosos diarios. Y la gota fue realmente eso: el agua de unas filtraciones descubiertas que parecían amenazar la estructura del puente.’El Liberal’ contó la noticia a sus lectores en la edición del 26 de mayo, advirtiendo de entrada que «hace ya mucho tiempo que venimos notando una cosa, que como nosotros la habrán notado más de una vez las personas encargadas de remediar el mal».

Crecen las protestas

Al parecer, la rotura de unas cañerías sobre el puente provocaba tales filtraciones que, «por algunos puntos de los arcos de sus ojos, el agua cae a chorro constante y sonante». Así que era inevitable la aparición de varias grietas en la argamasa de la obra. Las protestas entre los ciudadanos cundieron.

El redactor, como muchos murcianos, no lograba entender la pasividad municipal y, de paso, arremetía con otra situación, a su juicio, increíble: «No nos explicamos tampoco que no se haya puesto ya mano en el arreglo de las aceras del referido Puente», por donde también corría el agua a su antojo.

‘El Liberal’ recordaba que la otra denominación para este paso era Puente de los Peligros. Y añadía con sorna que «a fe que no vimos mote mejor aplicado: porque peligros los tiene este sitio a más no poder». Incluso proponía el rotativo que se cambiara aquella célebre copla de la zarzuela referida a la Virgen de los Peligros y, «mientras no se ponga remedio al mal, debe cantarse […] así: La Virgen de los Peligros / Que está encimica del Puente / Le avisa a todo el que pasa / Que está en peligro de muerte».

El autor concluía su ingenioso artículo con una cita que, a ver quién lo duda, inquieta hoy tanto como actualidad rebosa. En su opinión, «aquí, por experiencia se sabe, mientras alguien no caiga al río, como por escotillón, no se creerá llegado el momento del arreglo».

Las protestas de la prensa no surtieron efecto. Unas dos semanas más tarde y en otro artículo, ‘El Liberal’ incidía en la cuestión. Al parecer, el arquitecto municipal había visitado el puente y no existía peligro de derrumbe. «De aquí la poca, ninguna, presteza en arreglar los andenes», bromeaba el diario, cuyo redactor añadía: «Allá el arquitecto y allá el alcalde».

Sin embargo, insistían las galeradas en la alarma que causaba la situación entre el vecindario y sospechaban desde el periódico que el plan de obras, tan cacareado, estaría sujeto a «algún expediente oficinesco».

Fue entonces cuando el redactor, «tomando a broma este asunto», señaló la conveniencia, «que tantas veces los murcianos habremos echado de menos, de que este río fuera navegable, como el Guadalquivir». Pues bien, ‘El Liberal’ advirtió de «lo cimbreante que se encuentra el maderamen de los andenes del Puente», que daban horror a los transeúntes cuando «pisaban en blando». Y concluyó que el Puente, «ya no es Puente, sino que, por lo blando del piso, más bien se ha transformado… en un nuevo muelle: en el muelle del Segura». Cien años justos más tarde algunas piedras de sus arcos se desprenden. Está por ver si pasará todo el año, como sucedió en 1916, para acometer su restauración.

Fuente: http://www.laverdad.es/