POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Mañana, Miércoles de Ceniza, es día que señala el tiempo penitencial de la Cuaresma.- Cuenta la tradición que la imposición de la ceniza a los fieles cristianos es costumbre muy antigua en la historia de la Iglesia y, en cierto modo, se hacía para recordarnos a los pecadores la necesidad de suplicar perdón en estos días previos a la Pasión de Cristo.
¿De dónde sale esta ceniza?
Antiguamente -y la costumbre se mantiene- se guardaban algunos ramos y palmas bendecidos el año anterior durante el Domingo de Ramos y, ¡nada!, «cerilla la canto», se quemaban y se guardaban sus cenizas.
¿Y cómo se imponía la ceniza?
Solía seguirse este rito: Puesto incienso en el incensario, el Sacerdote bendice la ceniza con el hisopo y la inciensa.
Después, bajado del presbiterio, va colocando un poco de ceniza en la frente de los varones y, ya en el pelo, a las mujeres que, antaño, cubrían su cabeza con un velo (mantilla, decíamos en Colunga).
En el momento de la imposición el Sacerdote recitaba esta sentencia un tanto «macabra»: «Recuerda, hombre, porque eres polvo y en polvo de convertirás».
¡Menos mal que lo decía en latín («Memento, homo, quia pulvis es…) y la gente, que no se enteraba de nada, no se asustaba.
Y los críos, haciendo broma del asunto, presumíamos de «frente pintada».
Antaño, el Miércoles de Ceniza era día de ayuno y abstinencia.
El ayuno permitía una sola comida al día (con una suave tolerancia en el desayuno y en la cena) y la abstinencia prohibía el consumo de carnes y derivados de carne.
Muy poca gente cumplía esas normas eclesiales y hoy, ¿qué quieren que les diga? me temo que alguien sepa que existen.
Yo, cristiano viejo, por razones de edad estoy exento de esas prohibiciones; pero, dentro de un orden, intento cumplirlas «adecuadamente».
Por eso para mañana preparé una empanadina de zamburiñas y berberechos (que estaban de oferta).
La hice así:
Compré dos láminas de hojaldre congelado (el de mejor calidad que conozco) y, descongeladas, las estiré con botella enharinada (no con el rodillo) sobre mesa también enharinada.
Aparte hice un pisto suave con cebolla y pimiento verde, muy picadín todo, y una «sospecha» de puré de tomate natural.
Abrí los berberechos al vapor (tras un baño en agua salada), seleccioné su carne y la de las zamburiñas (crudas) las rehogué con el pisto y aromaticé con una manzanilla andaluza.
Con una de las láminas forré el fondo y paredes de un molde previamente engrasado con mantequilla, coloqué el relleno, cerré con la otra lámina, pinté con huevo batido ¡y al horno!
El resultado lo ven en la foto.
Y como es mi consejo habitual, un ALBARIÑO DA OCA, elaborado en Sanxenxo, que es localidad gallega donde pronto fijará su residencia don Mariano.