POR ANTONIO GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Hace poco, buscando el significado de una palabra en el diccionario de la Real Academia Española, me tropecé con la locución latina que utilizamos como título para esta ‘Vuelta a los Puentes’. Seguí leyendo y comprobé que venía a significar como el dios que baja de la máquina, en concordancia con aquel personaje de teatro de la antigüedad, que representando a una divinidad descendía, tal como indica dicho diccionario, al escenario a través de un mecanismo y cuyo papel en el argumento era el de solucionar situaciones más o menos complicadas, o de índole trágico.
He de reconocer que siempre me ha gustado el teatro y la zarzuela, con cuyos espectáculos disfruto, máxime si la puesta en escena y vestuario superan lo que hasta esos momentos hubiera visto. Sin ir más lejos, recuerdo la opereta ‘La Generala’ con música de Amadeo Vives y libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, que presencié en el Teatro de la Zarzuela el 16 de febrero del 2008, en la que en el segundo acto, en el que se presentaba un «jardín frondoso de árboles corpulentos y añosos de un castillo de Cambridge», aparecía en el escenario un tiovivo de gran tamaño en movimiento en el que estaban gran parte del coro. Al igual que también recuerdo en el mismo teatro, la escenografía de ‘La del manojo de rosas’, en la que aparecía una casa de vecinos de dos plantas en la que a través de los balcones los espectadores podíamos ver lo que acontecía en el interior de las viviendas, mientras que sobre las tablas simulando la calle circulaban ciclistas y hasta un automóvil. Rememoro, asimismo, el genial decorado de ‘El Diluvio que viene’, presentado en el Teatro Monumental madrileño, y que cuando volví a verlo en Alicante, todo quedaba reducido. Pues, realmente todas estas escenografías es imposible apreciarlas en toda su magnitud en teatros de provincias, debido a lo reducido de sus escenarios.
Aquella tramoya a la que hacíamos referencia en ‘deus ex máchina’, salvando las distancias del contenido mariano, volveremos a apreciarla en época medieval en el Misteri d’Elx, en el que, entre los elementos escénicos en el plano vertical, tal como explica nuestro amigo y malogrado profesor Rafael Navarro Mallebrera, se encuentra el cielo y los aparatos aéreos, y entre ellos ‘la mangrana’ que desciende y es elevada en el «Araceli i coronació» y cuya estructura actual corresponde, según dicho autor, a la segunda mitad del siglo XVI. Pero, regresando al título de este trabajo, situémonos en los primeros años de la década de los cincuenta del siglo XVII, en que llega a la Corte española desde Florencia, el ingeniero y escenógrafo Baccio de Bianco, en la que había trabajado para la familia de los Medici. Su llegada a España fue a petición del rey Felipe IV, el cual solicitó al gran duque de Toscana, Fernando II, que viniera para sustituir al también escenógrafo Cosme Lotti que había fallecido. En esos momentos la escenografía se completaba con un gran número de maquinaria como poleas, tornos y raíles, con las que al espectáculo se le imprimía una grandiosidad muy al gusto de los asistentes. En 1656, Bianco, que colaboró con Pedro Calderón de la Barca, se dirigía a su mentor, el duque de Toscana y en su carta, entre otras cosas, hacía referencia a un accidente acaecido durante una representación por «una caída que Dios puso sus manos para que aquella pobre muchacha, una cómica bella como un ángel, no se haya roto el cuello porque caía de lo alto de 18 brazas de las muestras a toda velocidad, agradó sumamente al público. Se realizó más de treinta veces ante el público, hasta el punto de que estando en peligro de ponerme malo y me he santiguado otras tantas veces».
Con toda aquella tramoya se favorecía en la trama cualquier tipo de trabajo aéreo de los actores, los cuales no quedaban exentos de la probabilidad de sufrir un accidente. Algo, que sucedió dos siglos después en el Teatro El Dorado de Barcelona, en que el día 20 de julio de 1892, durante la representación de ‘Las campanadas’ sufrieron dos actores una caída, tal como se daba cuenta el ‘El Defensor de Orihuela’ en estos términos: «Se rompió anteanoche la decoración que representa el emparrado en el momentos de hallarse subidos a ella los actores Masero y Boch. La emoción de los espectadores fue grande, sobre todo al ver al Sr. Masero inmóvil en el suelo y al Sr. Boch echando abundante sangre de la cabeza, gritando: -¡Madre mía! ¡Mis hijos! El Sr. Boch, cuya esposa se hallaba en el teatro, tenía en la cabeza una herida grave, que necesitó varios puntos; el Sr. Masero sufrió una fuerte conmoción cerebral. Ambos fueron llevados a su domicilio».
Hemos de reconocer que, en todo el mundo del espectáculo, dentro del que incluimos el teatro, el cine y el circo, siempre se han generado riesgos, tanto para los intérpretes como para los espectadores, dando lugar en algunos caso a verdaderas catástrofes, de las que el incendio se ha llevado la mayor parte, y de los que, en otra ocasión trataremos. Mientras tanto, procuraremos no subirnos ni a una escalera, por aquello del vértigo, ni meternos en personajes de comedias o dramas, no vayamos a dar con lo huesos en el suelo, como aquella «cómica bella como un ángel», o como el actor Sr. Boch, terminemos gritando ¡madre mía!
Fuente: http://www.laverdad.es/