POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
La Guerra de la Independencia dejó en las villas y pueblos de nuestra comarca unas graves consecuencias no solo en lo concerniente al conflicto bélico sino al estado deplorable en el que quedaron sus vecinos como consecuencia de la petición de víveres, suministros, aportaciones en dinero y en frutos del campo por el ejército francés, español y aliados (ingleses y portugueses).
Puebla de la Calzada fue invadida en varias ocasiones por el ejército francés, permaneciendo en ella durante varios meses entre los años 1809-1812. Algunos de los edificios civiles y religiosos fueron ocupados por las tropas, siendo éstos utilizados para acuartelamiento, depósitos, almacén, albergue y hospitales.
Independientemente de que analicemos para el período de la Guerra de la Independencia la villa de Puebla de la Calzada con un marcado objetivo: estudiar el impacto y secuelas que ésta produjo en la ermita y cofradía de la Patrona, hemos realizado un estudio sobre otros pueblos de la comarca visionados a través de las fuentes parroquiales: Montijo, Lobón, Torremayor y La Garrovilla que fue objeto de una ponencia que presentamos en los XXVII Coloquios Históricos de Extremadura, celebrado en la ciudad de Trujillo.
Estos pueblos tuvieron similares consecuencias a lo ocurrido en Puebla de la Calzada, donde la economía de las instituciones religiosas: parroquias, cofradías, patronatos, ermitas y hospitales se vieron tremendamente sacudidas durante este período conflictivo de nuestra historia que termina con la caída del Antiguo Régimen, abriendo una nueva etapa que nos introdujo en la contemporaneidad; y no sólo fue la economía, sino también la eliminación de la actividad religiosa con el cierre de las ermitas e iglesias, el robo, el expolio e incautación de enseres, especialmente obras de arte y objetos para el culto.
Muchos de estos edificios sufrieron graves deterioros en sus estructuras, fueron incendiados o quedaron en ruinas, como la ocupación de la iglesia de Torremayor, la ermita de Nuestra Señora de Barbaño, la de los Mártires y Jesús Nazareno en Montijo. En Puebla de la Calzada la ermita de su Patrona padeció la ocupación convirtiéndola las tropas de Napoleón en un hospital, incendiando la sacristía y casa del ermitaño.
Estas convulsiones tuvieron una antesala, ya que nuestros pueblos caracterizados por una forma de vida basada en la agricultura estaban inmersos en una crisis de subsistencia que se inició en el año 1789 y con algunos altibajos siguió durante la última década del siglo XVIII, Las tierras del término según declaró el cura párroco en 1798, don Juan Ramos de Solís al geógrafo don Tomás López, tuvieron que roturarse por estar infestadas de canutos de langosta. O la nevada caída el siete de marzo de 1796 que refleja el mayordomo de Nuestra Señora de la Concepción, Juan Pérez Sánchez, el cual al liquidar las cuentas, alega que no había podido coger la aceituna del olivar propiedad de la cofradía que estaba ubicado entre una viña que se situaba en unos terrenos contiguos a la ermita “treinta reales en que se vendió la leña de los olivos que se cortaron por haberlos destruido la nevada del día siete de marzo por cuya causa nada produjeron este año”.
Los comienzos del siglo XIX tampoco fueron nada halagüeños puesto que los cuatro primeros años presentaron unas cosechas calificadas como de miserables y escasísimas debido a un ciclo de falta de lluvias (sequías).
Cristóbal Mateos Bejarano informa en las cuentas que presenta en el año 1800 “es más cargo de sesenta reales en que se vendió un poco de mosto que es el único fruto que se cogió de la dicha viña”. A todo ello hay que agregar las intenciones del Administrador del Conde de Montijo de cobrar el diezmo por la recogida de la aceituna, a lo que el Mayordomo se negó, teniendo que recurrir al Vicario General ya que el diezmo sólo se pagaba sobre la uva que se cosechaba.
Con este panorama se llegó a la contienda con el invasor francés. Y si los pueblos y sus vecinos estaban con unas economías muy deterioradas, al finalizar el conflicto, tuvieron que afrontar unos años de extrema dificultad, en los que muchas de las instituciones (civiles y religiosas) se vieron avocadas a vender algunas de sus propiedades para poder subsistir, ante la indigencia en que habían quedado. Muchas de ellas fueron acaparadas por los que más dinero tenían: la oligarquía. Todo ello, es lo que ahora reflejamos en el estudio que presentamos sobre la Cofradía y Ermita de Nuestra Señora de la Concepción.
Los ingresos que tenía la cofradía se limitaban al producto que se obtenía de la venta de la uva que producía la viña y de la aceituna que se cogía de los olivos plantados dentro de ella. En el año 1797 el Ayuntamiento de Puebla de la Calzada dona a la cofradía y ermita unas tierras junto a la viña anteriormente mencionada, ampliándose por lo tanto ésta “para ayudar a plantar de viña un pedazo de tierra que esta villa hizo donazión a la Virgen para agregar a la viña antigua”.
Téngase en cuenta que en las fechas que estamos tratando no existía el ramo o puja del día de la festividad, esta costumbre se inicia a mediados del siglo XIX. Cuando la cofradía tiene que realizar un gasto extraordinario, su economía basada en el rendimiento de la viña y olivar, no es capaz de soportarlo. El Mayordomo recurre a la buena voluntad de los vecinos pidiendo donativos. Prueba de ello es el cargo del año 1789: “doscientos setenta y un reales que se juntaron de limosna por el pueblo para retocar y componer a Nuestra Señora, consta de asiento”. Dicha restauración de la imagen de la Virgen corrió a cargo de Ignacio de Estrada “ciento veinte reales que pagó a don Ygnacio Estrada, dorador y vecino de Badajoz por el retoque y compostura que hizo a Su Majestad”.
Ignacio de Estrada y su hermano Juan Eusebio conjuntamente con los Mures, marcaron la pauta de la pintura bajo extremeña durante un largo período del siglo XVIII. Los hermanos Estrada trabajaron en la comarca, su producción más extensa se localiza en Montijo, conservándose en la actualidad en la sacristía de la iglesia de San Pedro Apóstol un cuadro de Juan Eusebio fechado en 1755 que efigia la “Huida a Egipto”.
Los gastos corrientes de la cofradía eran los del consumo del aceite para la lámpara de la ermita, cera, diezmo de la uva, día de la festividad por la misa, sermón y procesión, salarios para la recolección de la uva y aceituna y pequeñas reparaciones en la ermita (limpieza de tejados).
Con todo ello, el 8 de marzo de 1809, el Mayordomo, Toribio Casimiro Riola a la hora de liquidar las cuentas ante el Cura-párroco manifiesta una grave preocupación por los acontecimientos que ya se presentían: “noticioso de la próxima venida del exercito enemigo francés a estos pueblos, por cuya causa se aceleraban los vecinos de ésta a desampararlo huyendo de su tiranía, a dar cuenta de los caudales de la dicha Ymagen”.
El Mayordomo declara que había enviado un donativo de “ciento cincuenta reales para las urgencias de la Guerra, por Orden del Señor Provisor de la ciudad de Mérida en poder del dicho Señor”, representando este donativo un diez por ciento del total de los ingresos. El alcance obtenido (saldo) que fue de quinientos sesenta y un reales y dieciocho maravedíes, lo entregó el Mayordomo al Párroco, Juan Ramos de Solís, siendo rotundo en su justificación: “para que lo custodiase con las alhajas de la Iglesia, pues proyectaba ausentarse con su familia de este pueblo por temor de los franceses”.
Tomás Casimiro Riola había asumido los gastos de la festividad de la Inmaculada durante los años 1807 y 1808, cultos que ya tuvieron un reflejo por la preocupación de la guerra “missa solemne con Sermón y Processión por la tarde para trasladar dicha Ymagen a la Parrochia y hacer la Novena y tenerla en Rogativa todas las noches, mientras durasse el inminente peligro de caer en manos del Exerzito Francés como se realizó el Sábado Santo del siguiente año”.
Hasta el 18 de mayo de 1814 no vuelve a comparecer el Mayordomo para liquidar las cuentas de los años 1809 a 1812, haciéndolo la persona de Luís Domínguez, el cual comienza así la presentación de las mismas: “quando ya por la misericordia del Señor, aplacada su justísima ira contra Nuestra España por nuestras culpas, por los méritos e intercesión de su Purísima Madre, Nuestra Patrona, Cui datum est cunctas hereses interimere in universo Mundo (a quien le ha sido dado hacer desaparecer todas las herejías en el universo mundo); hemos conseguido sacudir el yugo intolerable del más tirano enemigo, el cruel Napoleón. Se presentó Luís Domínguez, Mayordomo que ha sido de la Virgen de la Concepción en estos quatro años”.
Las cuentas que libra Luís Domínguez nos adentran en las secuelas y repercusión que produjeron los franceses durante su estancia en Puebla de la Calzada. No hay ingresos de los frutos que producía (uva y aceituna) durante los años 1810, 1811 y 1812 “por haverse apoderado los franceses de la Hermita para que les sirviera de Hospital con cuyo motivo la vendimiaban y cogían la aceituna que vendían”.
La cofradía tuvo que realizar varios pagos en reparar las tapias y puertas de la cerca de la viña y olivar, ya que los franceses las habían destruido y quemado. Sobre la viña quedaron muy pocas cepas, asimismo fue incendiada la casa del ermitaño y con bastante daños los tejados de la ermita y sacristía.
La imagen de Nuestra Señora de la Concepción durante el período de la guerra fue trasladada desde su ermita a la iglesia parroquial “de la función de Iglesia el día ocho de diciembre con vestuarios, procesión, Missa Cantada y Sermón en esta Parrochia y Altar Mayor donde se halla colocada dicha Ymagen hasta que pueda habitarse su Hermita al respecto”. El saldo de las cuentas de estos años ascendió a quinientos noventa y seis reales en contra de la cofradía, cediendo dicho saldo deudor en concepto de donativo el Mayordomo a favor de la Virgen.
El párroco, Juan Ramos de Solís, liquidó también los quinientos sesenta y un reales y dieciocho maravedíes que dejó en depósito en 1809 Toribio Casimiro Riola, gastando entre otras cosas “para la compra de veinte virones y aguieros (maderos de castaño de diferentes longitudes) para cuando pueda techarse la Casita de la Hermita de la Virgen que costaron quatrocientos reales para cuya compra contribuye la Virgen con doscientos ochenta y siete reales y Santo Toribio (ermita y cofradía) con los ciento y trece restantes”.
La gravedad de la situación lleva a vender la viña-olivar, así lo expresa el cura-párroco en una nota que figura en el libro de cuentas de la cofradía que transcribimos: “En estos dos años de 1813 y 1814 con motibo de no tener fondos ningunos la Virgen en virtud de haberle vendido la viñita y el olibar que en ella tenía, y la destrucción de todo, un deboto llamado Josef Gragera tubo la Bondad de asistir a la Virgen haziendole a sus espensas las funciones de sus Festibidades y por tanto no ay mas cuentas en estos dichos dos años”.
Este devoto sería el que se encargaría de recuperar el edificio de la ermita, sacristía, casa del ermitaño, enseres y objetos para el culto. El 25 de mayo de 1818, el Obispo Prior de la Real Casa de San Marcos de León y su Provincia (recordemos que eclesiásticamente Puebla de la Calzada seguía perteneciendo a la Orden de Santiago hasta 1873, año en que paso a depender del Obispado de Badajoz) llega a la villa en visita pastoral y ante el libro de cuentas de la cofradía deja escrito: “en la que se acredita no haberle quedado a esta Ymagen cosa alguna y que la ha tomado a su cargo Josef Gragera de esta vecindad, con cuya actibidad y exfuerzos según cuenta extrajudicial que ha presentado ha gastado en la reedificación de la Hermita, retablo, araña, vestidos y otros útiles, nuebe mil reales vellón procedentes de la limosna que ha juntado de los fieles”.
Como hemos visto las secuelas producidas por la ocupación francesa impactan en las propiedades de la cofradía, en sus edificios y terrenos, conduciéndola a una gravísima convulsión y ahogo económico. La guerra había terminado pero sus consecuencias de destrucción y ruina permanecerían sobre nuestros pueblos y sus gentes, que sintieron con más rigor que nunca en su historia las penalidades del hambre, de la miseria y del saqueo.
Una vez vendida la viña-olivar, los ingresos se reducen a los donativos que voluntariamente entregan los vecinos y devotos. Cada año que transcurre la gravedad se va complicando, hasta llegar el año 1829, decidiendo el Ayuntamiento asumir la Mayordomía, recayendo dicho cargo a partir de ese momento en los Alcaldes, nombramiento que se mantendrá hasta el inicio de la II República (año 1931). A partir de esa fecha, la cofradía vuelve a recuperar los Mayordomos independientes.
FUENTE DOCUMENTAL
Archivo de la iglesia parroquial Nuestra Señora de la Encarnación. Puebla de la Calzada. Sección cuentas de fábrica. Cofradía Nuestra Señora de la Concepción, años 1782-1828.