POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Una carta dirigida por el director general de Obras Públicas a Luis Díez Guirao de Revenga dice así:
“Madrid, 18 Diciembre 1921.
Mi querido amigo Luis: Me complazco en manifestarle que acaba de firmar el señor ministro el proyecto reformado del puerto de Torrevieja,
Ya ve usted que no lo descuidamos.
Le abraza su affmo. Buen amigo,
Juan Antonio Perea.”
El 20 de diciembre Luis Díez Guirao de Revenga con el ingeniero de Obras Públicas de la provincia, Ricardo Ayuso, celebró en Alicante una reunión, procurando abreviar toda la pesada tramitación del expediente administrativo de subasta, para que no tardasen en comenzar las obras.
Al regreso de Alicante, cruzó en automóvil Torrevieja, deteniéndose un escaso tiempo. En cuanto la gente se apercibió de la visita afluyó en gran número, saludándolo con muy expresivos testimonios de cariño y gratitud. Revenga se acercó, unos minutos a la principiada obra de escollera, contemplando con tristeza como se había ido destruyendo lentamente. Afirmó, ante todos, que el valiosísimo influjo de La Cierva, Maestre y Perea, tan interesados en el bien de Torrevieja, completarían el triunfo de la brillante campaña, trocándose, a través de pocos años, el pueblo en ciudad importante y riquísima.
La noticia de la aprobación por el Ministerio de Fomento del proyecto de obras del puerto de Torrevieja, en enero de 1922, causó inmenso júbilo. El ex diputado Revenga, portador de tan grata noticia, fue objeto de un entusiasta recibimiento.
El 12 de marzo, el murciano Diego Hernández Illán publicó en el semanario torrevejense ‘Albores’ un artículo titulado ‘Unión por Torrevieja’ y que decía:
“Hoy por hoy, el bello ideal de Torrevieja es la construcción de su puerto. El puerto es la base de donde ha de partir Torrevieja para su futuro brillante, para las conquistas, por el trabajo de su riqueza; Torrevieja debe ser en lo porvenir una gran población honra de la región de Levante; honra porque nos enseñará prácticamente como se engrandece un pueblo con el trabajo y la unión de sus hijos. El puerto nos traerá fábricas, almacenes, muchos más buques de los que hoy nos visitan, establecimientos bancarios, vida en fin de que hoy se carece; y, este engrandecimiento será bienestar de todos, de pobres y de ricos, que todos han de llegar los beneficios. Todos trabajarán con gusto porque verán recompensados sus afanes con la felicidad de los suyos, con el aumento de sus riquezas, con el destierro, para siempre, de la miseria y el hambre, con el surgimiento de su independencia donde hoy existe esclavitud; la pobreza ata con férrea cadena voluntad y brazos. El aumento de la riqueza harán circular en abundancia el dinero, que, como el aire y como el agua, penetran hasta en los más apartados rincones llevando a todas partes alegrías, amores, felicidades. Lluvia de bienes será para Torrevieja su puerto. Alrededor de este bello ideal, que otros pueblos, más afortunados, consiguieron realizar injustamente antes que Torrevieja, debemos continuar unidos, como un solo hombre; todos sin excepción debemos trabajar por el puerto, todos debemos defenderlo con entusiasmo, con ahínco, como se defiende la propia existencia, con uñas y dientes, sacrificándonos si preciso fuese: Si alguno, o, algunos desfallecen, que oculten decorosamente su decaimiento; ¡bastante desgracia es tener agotados los purísimos manantiales del amor, del amor de la bendita tierra que les vio nacer y amorosa, cobija en sus senos sacrosantos los sagrados restos de sus antepasados! Torrevieja y su puerto deben ser para todos y desde luego lo son para mi, dos amores purísimos que morirán en mi corazón cuando yo baje al sepulcro.
Como la causa es justa, como el laborar por al puerto laboran por toda la región, y por España, víctima de la ambición desmedida de nuestros políticos, y, como además estoy dispuesto a quemar hasta el último cartucho contra el que sea, si hubiere enemigo, que no le hay, siempre fui optimista y lo sigo siendo. No me he equivocado, el puerto está aprobado: el expediente de su obra está tramitándose, y pronto, de un momento a otro tendremos noticias de terminación favorable. El anterior ministro de Fomento, D. José Maestre Pérez, gran patriota y perfecto caballero, ofreció, solemnemente y en distintas ocasiones, hacer el puerto: en parte (en la principal) está cumplida su palabra, estamos en vísperas de cumplirse otra. Si la efímera vida de nuestros gobiernos le hubiesen dejado tiempo suficiente, el puerto se construiría en breve, que siempre fueron las palabras del señor Maestre, escrituras; como no lo ha dado tiempo a que se termine el expediente de la subasta, seguiremos trabajando con el que le sustituya en este momento; contemos con la cooperación de todos, con la unión santa de los buenos hijos de Torrevieja; con hombres de buena voluntad, de hacer valer, arriba, y todos juntos, en apretado haz, el ardor y entusiasmo que crean el amor y la justicia, trabajaremos hasta triunfar. Si hacen falta cursos, nuestros parlamentarios; alguno hijo ilustre de Torrevieja, de brillante presente y aún más brillante porvenir, sabrán pronunciarlos en las sesiones de las Cámaras, si en artículos de Prensa contáramos con brillantes plumas que defiendan los derechos de Torrevieja, que nunca faltan buenas almas para demandar justicia y hacerla cumplir.
A nuestro lado están y estarán: Maestre, Cierva, General Marina, Perea, Chapaprieta, Saborit, Maura, don Trinitario y don Vicente Ruiz Valarino… ¿Qué nos falta? ¿Qué nos queda? Perseverar e insistir unidos siempre, hasta que el triunfo sea completo, hasta ver atracados los vapores al costado de los muelles. Yo, por mi parte, no he de parar, hasta ver eso conseguido; y si paraello necesito sacrificarme, llegaré gustoso hasta el sacrificio de la propia vida; lucharé, sin descanso para conseguir el bienestar de los nobles hijos de Torrevieja, pues deseo verlos contentos y felices. Después, conseguido esto, cuando ya esté terminado el puerto, yo a mi casa, a gozar tranquilamente en las dulzuras del hogar, con el recuerdo de las obras realizadas, que si costaron penas, trabajo y disgustos, están compensadas con el ver millones de familias felices, gracias al puerto, hijo de todos.
Diego Hernández Illán”
En la noche del 12 de junio de 1922, se supo en Torrevieja, que Diego Hernández Illán se encontraba luchando ante una grave enfermedad. Aunque las noticias eran poco tranquilizadoras, generalmente, el cariño que a Diego Hernández tenía el pueblo de Torrevieja, hizo concebir esperanzas de su restablecimiento. La salud de don Diego, como familiarmente se le llamaba, pendía de todos los labios, se comentaba por todos y muchos de ellos hablaban, y fervorosamente pedían el restablecimiento de su salud para verle pronto en su casa de Torrevieja.
La penosa enfermedad hizo que en Murcia, el domingo 9 de julio, a las ocho y media de la noche tuviera el fatal desenlace que se temía. Su enfermedad había pasado varias veces por periodos de gravedad terrible, pero por la misma razón, se confiaba que nuevamente volvería el alivio y se sobrepondría del mal con la robusta del enfermo. La triste noticia cundió como reguero de pólvora encendido por el pueblo, causando estupor en todos.
Todos los torrevejenses hubieran querido trasladarse a Murcia para rendir tributo de su dolor al hijo adoptivo que la muerte había arrebatado a Torrevieja. Los que fueron llevaron la representación de todo el pueblo, porque aquellos que por sus ineludibles ocupaciones o la falta de medios les impidió estar presentes en el acto del sepelio, estaban en espíritu, porque la afabilidad en su trato con todo el mundo, la llaneza con los humildes, la amabilidad, la cortesía que con todos por igual observaba, le granjeó la sincera amistad de cuantos le trataron.
Por otra parte, sus desinteresados trabajos por el pueblo, el entusiasmo, la fe que desplegaba, el aliento que a todos infundía, por el vigor y la energía con que impulsaba sus propagandas en pro del puerto de Torrevieja, le hizo acreedor de su cariño. Muchísimas veces descuidó sus propios intereses por velar por los intereses de este pueblo. Escribía infinidad de cartas, telegrafiaba a todos cuantos podían significar algo en favor del puerto, viajaba sin temor a la fatiga y estaba una hora en comunicación con el pueblo, unas veces excitándole, otras fustigando su apatía porque su inmenso amor a Torrevieja y su deseo de hacer el puerto quería comunicárselo a todos.
(Continuará)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 27 de febrero de 2016