POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Las mujeres empresarias están que nos lo dan todo con esfuerzo y a su modo como damas ejemplarias.
Pienso en Vicky, pienso en Luisa, pienso en Mari, pienso en Laura, pienso en Nati y su sonrisa que esplende en el rostro un aura.
Pienso en la fuentesauqueña Eli Soto, que madruga, y en su horno de pan y leña por sus socios apechuga.
Pienso en cualquier castellana que sin andar a la sombra del hombre que más la ama al propio hombre le asombra.
Pensad vosotros ahora, tras estos versos enteros, a cuántos señores hueros lecciones da su señora.
Y al final, ay, ríanse por no llorar, aunque pena da tanto sansirolé como llevamos en vena…, que yo sé lo que me suena, aunque a nadie lo diré. Todos a la mar, morena. ¿Y después? No lo ignoréis.
Polvo, ceniza y arena. Quevedo lo vio y lo ve, desde su excitante antena de cojitranco diablés: las mujeres en escena de lo que se debe ser. Ahora a sufrir su condena y arrodillarse a sus pies.