POR PEPE MONTESERÍN CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Carlos, hematólogo él, no entiende que se aplauda al director de orquesta al terminar su actuación, e incluso cuando entra en escena, en reconocimiento a su currículum, o para animarlo si es novato; aplauden también al comandante del avión cuando aterriza suave, es más, con que aterrice sin bajas ya arranca una ovación del pasaje. En cambio no aplauden al médico al llegar al hospital, no le hacen el pasillo, no le dicen suerte maestro, ni le piden un autógrafo, aunque no se entienda la letra, ni la familia del enfermo lo recibe con vítores y moscovitas; al médico se le paga lo acordado y santas pascuas, así salve vidas cada jornada y en sus recetas ahorre sufrimientos y haga la vida más llevadera. Claro que también conlleva riesgos aplaudir al doctor: en el bis podría extraernos otro medio litro de sangre, volver a abrirnos la barriga o escayolarnos la otra pierna…
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