POR ANTONIO DE LOS REYES, CRONISTA OFICIAL DE MOLINA DE SEGURA (MURCIA)
Se cumplen en estos días los 750 años de la reconquista de Murcia. Reconquista porque la toma de posesión cristiana del reino de Murcia fue por el entonces príncipe Alfonso, después el rey sabio, en 1243. Con el levantamiento morisco de 1264 y la pérdida del reino, y por acuerdos entre reyes, será el suegro del rey, Jaime I el Conquistador, quien en 1266 se encargaría de la reconquista de Murcia en un paseo triunfal más que guerrero.
Entendió que más que una conquista por las armas había de llegarse a un pacto o concordia con los moradores de la ciudad murciana. Para ello entró por la huerta, viniendo de Valencia, confiando en ganar pronto la ciudad, por lo que dio orden para que se respetara la huerta, no se talara ni quemara nada de su vega, ni se quebrantaran los puentes, ni se realizara daño alguno fuera de su recinto urbano. Y tuvo razón, pues no fue preciso mayor esfuerzo militar ante la capitulación general. Llegó a Murcia hacia el 5 de enero de 1266. Plantó tiendas de campaña y esperó, en calma y sosiego. Quince días después, el 20, cuando los murcianos estaban convencidos de no poder recibir ayuda y que él mantenía con solidez su presencia, les envió un mensajero indicándoles la conveniencia de llegar a algunos acuerdos.
Ese mismo día celebraron el primer encuentro en la tienda del rey aragonés. Este prometió, en nombre del rey de Castilla, respetar los convenios que tenía firmados, perdonaría su rebelión y los agravios y daños cometidos con motivo de la sublevación.
En la segunda entrevista, celebrado el sábado 23 de enero, presentaron un memorial con las condiciones mínimas que consideraban necesarias, entre ellas la conservación de sus leyes, poder llamar públicamente a la oración y ser juzgados por sus alcaldes. Los moros volvieron a los tres días aceptando las condiciones y pidiendo les dijera cómo iban a dividirse la ciudad. Aceptada la propuesta, el rey les dio tres días de plazo pata desalojar del alcázar al alcalde granadino.
Cumplidos estos trámites, el día 29 despidieron ya al que tenía aquella fortaleza por el rey de Granada. Al día siguiente, en lo alto del alcázar se enarboló la enseña real. El día 31 entró el rey en la ciudad y señaló los límites del acuerdo –la división de la ciudad– y el martes día 2 de febrero y portando una imagen de la Virgen, una solemne procesión salía del campamento real y se dirigía a la ciudad.
Con cruces altas y gran acompañamiento de clerecía, revestidos de ricas capas de terciopelo y oro… dedicada la nueva iglesia a Santa María, en forma igual a como se realizaba en todas las ciudades por castellanos y aragoneses… era el día de la entrada oficial en la ciudad.
Vista la situación las aljamas de pueblos y pedanías se incorporaron a la pleitesía, siendo más de 18 las localidades pacíficamente entregadas.
En Murcia permaneció el rey hasta el 4 de marzo, recibiendo la pleitesía de los nuevos vasallos y gobernando con normalidad, mientras en el reino murciano los castillos tomados eran ocupados pacíficamente por sus caballeros aplicando las mismas normas de la capital.
Fuente: http://www.laopiniondemurcia.es/