POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
El modisto de Bullas es noticia por atesorar una colección de 20.000 objetos… y por centrar el mayor decomiso de arte que se recuerda. Afable en el trato y querido por sus vecinos, tendrá que explicar dónde y cómo adquirió las piezas que lleva acumulando medio siglo.
Ni a Lola Flores, por muy amiga y faraona que fuera, nunca le regaló Benito ni uno de sus dedales. Y ni siquiera tuvo la tentación de hacerlo cuando la artista lo visitaba en la casa de Bullas donde el modisto mantenía su taller. Porque para Benito Amor Fernández, 73 años bien cumplidos, el término acaparador, además de sentarle como un guante, incluso le suena a música celestial.
No en vano ha reunido durante el último medio siglo 20.000 obras de arte. Así que, por pura estadística, era cuestión de tiempo que alguna le costara un disgusto. Bien porque fuera falsa, lo que le ha ocurrido en varias ocasiones. O porque la Guardia Civil sospechara que alguna pieza podría ser robada. Que eso fue lo que ocurrió al comenzar esta semana.
El caso del modisto es tan sencillo de explicar como muy probable que lo sea de resolver en los tribunales. Salvo que las investigaciones revelen algún dato hasta hoy desconocido. A Benito lo detuvieron el pasado martes por la supuesta comisión de tres delitos: apropiación indebida, receptación (adquisición de objetos robados a conciencia de que lo son) y hurto.
Los agentes requisaron en su hogar, una enorme casona blasonada, hasta 700 piezas sobre las que existe la duda de su procedencia lícita. Bronces y cristales, porcelanas y cuberterías, tallas y óleos, unas 3.000 monedas -consideradas un solo lote y muchas de oro- y un sinfín de objetos que dejaron estupefactos a los agentes. Sin embargo, tal es la magnitud de la colección de Benito que solo él podría apercibirse de que las obras incautadas ya no adornan sus salones atestados de objetos de arte.
Durante dos días, un camión trasladó las piezas, que no abultan tanto como parece puesto que cientos de ellas son objetos arqueológicos pequeños -por ejemplo, puntas de flecha- y las trasladó a un almacén que la Comunidad Autónoma mantiene en el polígono industrial Oeste. Técnicos de Cultura participaron en la operación. El pasado viernes, Benito declaró ante el juez de Mula. Nada nuevo para él. Ya en diciembre de 1998, la Policía Nacional encontró en su casa 150 años de la historia de Bullas. Tantos como abarcaban las Actas Capitulares datadas entre 1689 y 1825. Y entre ellas, quizá el más valioso documento que atesoran los bulleros: el Real Privilegio de Exención que Carlos II concedió a la localidad y que supuso su independencia de Cehegín.
«¿Eso? En casa de Benito»
Era la ‘partida de nacimiento’ del pueblo y había estado perdida 26 años. O quizá no. Porque muchos en Bullas sabían que el documento, como tantas cosas antiguas, «está guardado en casa de Benito». En aquella ocasión se demostró que el modisto no había robado los libros.
Tras su declaración del pasado jueves, recibió a ‘La Verdad’ en su casa. La entrevista se alargó por el continuo goteo de conocidos que se acercaron a arroparlo. Parecían sinceros. Incluso dos vecinas, cada una por su lado, le acercaron sendos platos de guiso de cordero y de cerdo. Benito lloraba al explicar que su colección «es el fruto del trabajo de toda una vida. Nunca nadie me ha propuesto que comprara cosas robadas. Yo no soy así». Cuando le piden que se defina responde: «Soy una persona normal, ni más alta ni más baja que otra». Una persona normal, pero que custodia una de las colecciones de arte más destacadas de la Región, al menos en cuanto a número puesto que, también es verdad, muchas piezas apenas tienen valor. En cualquier caso, es el preciado tesoro que ha reunido durante 50 años dando puntadas para la firma Pedro del Hierro, sin contar las túnicas, refajos, disfraces o trajes de novia que han salido de un taller donde empleaba a decenas de mujeres de Bullas.
Hasta aquí lo que se conoce del caso del modisto. Pero es necesario aún aclarar otros extremos tales como de qué se le acusa, cómo surgió la investigación y si, realmente, Benito posee piezas robadas en su hogar y, de tenerlas, si sospechaba de su procedencia ilícita. El proceso será largo.
A los investigadores les llamó la atención, de entre todas las obras, dos cuadros de Wssel de Guimbarda, el óleo de una Soledad que, al pronto, parecía de El Greco, un gran Crucificado del siglo XVIII y el retrato del arzobispo Antonio García y García, bullero y emparentado a través de una prima con Benito.
La clave está en el obispo
La clave reside, precisamente, en el retrato del prelado nacido en Bullas en 1880 y fallecido como arzobispo de Valladolid en 1953. Este obispo siempre estuvo muy vinculado a su pueblo natal, al que regaló la imagen de la Patrona, Nuestra Señora Virgen del Rosario, de la que Benito Amor es camarero. Y el modisto pronto estableció lazos con las hermanas carmelitas de Tordesillas, también en Valladolid. Hasta el extremo de realizar continuas visitas, desembolsar importantes donativos y hasta poner a disposición de las religiosas furgones cuando se trasladaron a otro convento en Medina del Campo.
Pero, entre traslado y traslado, el retrato del obispo acabó en Bullas. ¿Fue robado? Parece que no. Las religiosas confirmaron a ‘La Verdad’ que lo habían entregado al modisto «como una donación para la parroquia». E incluso le insistieron cuando él les advirtió de que el templo «tenía goteras» y le habían pedido que lo custodiara en su casa. Como también, presuntamente, sucedió con un antiguo estandarte de la Hermandad de la Dolorosa.
Benito ya había declarado ante el juez que esas obras le fueron entregadas por las religiosas, a quienes siempre había ayudado. Otro extremo confirmado por las carmelitas, quienes recuerdan cómo Benito las proveyó de hábitos, que el mismo cosía, y de alimentos y «muchas frutas de Murcia».
Sobre otras piezas, la investigación sigue abierta. Y Benito defendiéndose. Por ejemplo, como prueba de que la propiedad de otro cuadro es lícita, el modisto atesora la factura de la restauración que encargó… ¡En 1971!
También le fue donado. «No se entiende de otra forma que de un convento salgan piezas tan destacadas -y de tan grandes dimensiones- sin que las religiosas se den cuenta y lo denuncien», destacan fuentes próximas a la investigación. Respecto al Crucificado y un ‘lignum crucis’, al menos según las religiosas, no son objetos de su convento.
Si el Crucificado hubiera sido robado allí, teniendo en cuenta que el óleo es enorme, pronto lo hubieran descubierto y denunciado. Además, no se puede obviar que no es delito que las monjas vendan su patrimonio. Eso mismo hicieron con el convento que fundó Santa Teresa en Caravaca de la Cruz o, ya hace más tiempo, las agustinas de Murcia con su célebre Belén.
Otra de las patas de la investigación se centra en la espectacular colección de restos arqueológicos que la Guardia Civil encontró en Bullas y que se sospecha que provienen de yacimientos de todo el país. Y podría ser cierto, sin que, de nuevo, a Benito le suceda nada por ello, salvo verse obligado a entregarlos al Estado.
El modisto aduce que adquirió esas piezas en la década de los setenta. Antes, claro, de que se endurecieran las leyes sobre el patrimonio histórico. Y, por si no querían caldo, Benito concluye que ni siquiera es el propietario de las piezas. ¿Resulta esto posible? Desde luego. E incluso con la ley en la mano. Porque pertenecen a la Fundación Benito Amor.
La dueña es la fundación
Su principal baza a favor es que la mayoría de las piezas sobre las que debe dar explicaciones pertenecen a la fundación creada junto al Ayuntamiento de Calasparra -su alcalde y varios concejales son miembros del Patronato- y fue erigida mediante resolución de la Consejería de Presidencia fechada el 7 de marzo de 2011. La sede está en la llamada Casa de los Piñero. La fundación es harina de otro costal. El alcalde de Calasparra, José Vélez, anunció el viernes que suspendía los acuerdos con la institución. Y Benito respondió que, de los 1.500 euros mensuales que pactó cobrar, no ha percibido nada desde hace 14 meses. Sin contar que el Consistorio incumplió su compromiso de abrir el museo «antes de enero de 2013», según consta en el protocolo al que ‘La Verdad’ ha tenido acceso.
La Fundación, por eso, anunció ayer que se reserva aquellas acciones legales que le correspondan. Pero, en lo que respecta a la investigación, quizá eso no resulte tan importante.
El valor estimado de los fondos artísticos aportados a la misma ascendía a unos dos millones de euros, según un informe detallado que se presentó al Consistorio. En él aparecían muchas de las piezas requisadas, pues Benito siempre ha asegurado que «en mi fundación está el 80% de lo bueno de la colección». Así, la loza cartagenera del siglo XVIII o alguna cubertería de plata. Y las ya célebres 3.000 monedas, muchas de oro.
¿El ‘quid’ de la cuestión?
Más explicaciones tendrá que dar Benito sobre la posibilidad, según apuntan fuentes de la investigación, de que en su hogar guardara piezas de la casa de los Marsilla y Carreño, histórica casona ubicada en Bullas que sufrió hace años un destacado robo. De hecho, otras fuentes señalan como base de toda la ‘Operación Modisto’, ya no las piezas que pertenecieron al convento vallisoletano y que las religiosas confirman que donaron, sino una denuncia por parte de los descendientes de aquella familia bullera.
A estas aclaraciones se sumarán las conclusiones que los técnicos adopten en los próximos días. Entre ellas, la posibilidad de que Benito poseyera un valioso busto romano. O la procedencia de otros cuadros y un sinfín de pequeñas piezas arqueológicas, sin contar con un par de campanas que también están siendo sometidas a análisis. «Las campanas son mías. Una, de la familia. La otra la compré en Bronces Riópar», se apresuró a explicar Benito esta semana al juez, quien lo puso en libertad pero con la obligación de presentarse en el juzgado cada quince días.
No hay mal que por bien, aunque sea poco, no venga. Porque este caso ha permitido a media España conocer a un personaje que atesora increíbles anécdotas. Por ejemplo, la de aquella ocasión en que Cultura hizo traer a un experto de Canarias para que comprobara, ni más ni menos, si Benito poseía un violín Stradivarius, según juraba y perjuraba otro violinista. Al final, no era auténtico. Pero podría haberlo sido si tenemos en cuenta que Benito, y eso sí que nadie lo duda, nunca dio puntada sin arte.
Fuente: http://www.laverdad.es/