POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Nos encontramos en 1916, hace cien años, y como en otros anteriores había gran preocupación porque debido al desembolso que suponía la salida de la Centuria Romana, existía incertidumbre sobre su presencia en la próxima Semana Santa. El mecenas, como siempre, era Ramón Montero Mesples, el cual valoraba en 1.500 pesetas (12,88 euros de ahora) el costo para que el aguerrido ejército de romanos, acompañados por música dieran escolta a las procesiones. Ante dicha situación los jóvenes integrantes del Hispana Foot-Ball Club, con su presidente Ángel Castelló al frente, se lanzaron a recolectar fondos a fin de ayudar económicamente para que la Semana Santa de ese año, no quedara huérfana de “los Armaos”. El asunto no debió de estar muy claro, puesto que en una carta que dirigía el capitán de la Centuria Romana al pueblo de Orihuela, el 6 de abril de ese año, reconocía que hasta esa fecha, sólo se había recaudado 644 pesetas, entre las que estaban las 250, que aportaba el Ayuntamiento, las del obispo de la Diócesis (50 pesetas), las del Casino Orcelitano (25 pesetas) y las de la V.O.T. de San Francisco (150 pesetas), más las 200 que ponía de su peculio el Sr. Montero Mesples. Con ello, era del todo insuficiente. A final, al parecer, sólo se consiguieron 901 pesetas, y suponemos que a pesar de esa insuficiente cantidad, “los Armaos” salieron a la calle, ya que tal como indica “El Conquistador”, en la mañana del Domingo de Ramos, 16 de abril, se efectuaron los “ejercicios de instrucción” de la tropa en la Glorieta.
En esa misma tarde, desde la iglesia de Santiago se llevó a cabo la procesión de misión procesionando el paso de Nuestra Señora de los Dolores, que había sido restaurado en 1872 por Antonio Riudabvets Lledó, y que se custodiaba en dicha iglesia. Dicha procesión estuvo organizada por el párroco José Mompeán. Los desfiles del Martes, Miércoles y Viernes Santo, se desarrollaron como en otras ocasiones. Por otro lado el Jueves Santo en la catedral, a las ocho de la mañana el obispo Ramón Plaza y Blanco ofició un pontifical, consagró los óleos y se celebró la procesión claustral para depositar el Santísimo en el Monumento, terminando los oficios con el lavatorio de los pies y el sermón del Mandato, que estuvo a cargo del canónigo magistral Francisco Iñesta Cañizares. Por la tarde, se efectuaron los maitines, interpretándose por la Capilla de Música de la catedral, el “Responsorio” de Ravanello y el “Miserere a tres voces” del maestro Úbeda. A las ocho de la noche, el canónigo José Díaz predicó el Sermón de Pasión. En ese día, vísperas de la procesión del Santo Entierro, en la que fue Caballero Cubierto Porta-estandarte Manuel Barnuevo Marín, se suscitó un problema, ya que, tal como era costumbre, el Excmo. Ayuntamiento cursó invitación a abogados y militares para que portasen la imagen de la Soledad en dicha procesión. Sin embargo, estos últimos se negaron a ello, viéndose en la necesidad la Comisión de Festividades de oficiar al Colegio de Abogados para que nombrases dos turnos de pilares.
En dicho Jueves Santo, “El Conquistador” publicó un número extraordinario dedicado a la Semana Santa, en el que colaboraron los sacerdotes: Antonio Romero Perpiñán, Rómulo Hevia, Federico Picó, José Maciá (J. Montañés), Monserrate Celdrán y Luis Almarcha Hernández. Así mismo, el oriolano y deán de la catedral de Cartagena en Murcia, Julio López Maymón publicó una de sus mejores páginas poéticas con el título “Stabat Mater”. El ejemplar se completaba con las firmas, entre otros, de los abogados Pedro Pourtau Miralles y José Martínez Arenas, así como con las colaboraciones de José Clavarana y Ascensio García Mercader. En cuyos trabajos vamos a detenernos.
El primero de ellos, con el título “Procesiones y recuerdos” hacía remembranza de vivido en sus años de niño, y rememoraba la procesión de Misión que en el último tercio del siglo XIX, se celebraba en la tarde del Domingo de Pasión, con las imágenes de Nuestra Señora de los Dolores y el Nazareno, desde la ermita del Pilar hasta la iglesia de Santo Domingo, en la que predicaba un elocuente orador sagrado. Clavarana recordaba que en el cortejo desfilaba un anciano revestido con túnica negra, el cual llevaba un cepo en la mano derecha y una linternilla en la izquierda, pregonando: “Para hacer bien y celebrar misas por los que estaban en pecado mortal”. Por otro lado, Ascensio García Mercader, a pesar de lo doloroso que le resultaba coger la pluma por el reciente fallecimiento de su madre, en su artículo titulado “Como eran antes”, hacía una retrospectiva de la procesión del Viernes Santo de madrugada en el último tercio del siglo XVIII. En él, nos hablaba de las bocinas; del estandarte de la Mayordomía de Nuestro Padre Jesús flanqueado por niños portando banderolas; de alumbrantes de los gremios de panaderos y horneros portando a la Verónica; de los sastres, albañiles, carpinteros, alpargateros y zapateros acompañando el paso de San Juan y la Dolorosa; la Convocatoria precediendo a Nuestro Padre Jesús; el Cristo de la Expiación con la Magdalena; la Soledad, imagen ésta que se veneraba en 1916 en el altar de la derecha del Patrón de Orihuela, en la capilla de la V.O.T. Terminada la procesión, se acudía a la ermita del Sepulcro para presenciar el descendimiento o desenclavamiento.
Así se vivía nuestra Semana Santa hace un siglo. Pero, entre las amarillas páginas de la prensa oriolana, aún están vivas las frases de Ascensio García Mercader, dedicadas a la madrugada del Viernes Santo, que dicen: “el perfume que exhalan las olorosas flores que engalanan los vergeles oriolanos, embalsaman el ambiente: el cielo, se engalana, con manto de azul purísimo, recamado de rutilantes e innúmeras estrellas”.
La Semana Santa se acerca. Sirvan estas líneas para la espera.
Fuente: Diario LA VERDAD – VEGA BAJA. Orihuela, 18 de marzo de 2016