POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Joya de Pravia es la talla en madera del Cristo crucificado; sangra en la capilla de San Antonio bajo corona de soga y espinas; tamaño natural, pies grandes, cejas Merlene, barba apostólica, sin bigote, melena hasta el hombro y el lienzo de pureza, anudado a la cintura, hasta las rodillas. Morirá tres días porque Longinos ya le ensartó su lanza bajo el pecho, entre las primeras costillas, pueden todas contarse, de ahí su cabeza ladeada, y rígida, cosa del románico más que del rigor mortis. Muerto, sí, e impaciente por resucitar, mantiene extendidos los dedos de las manos y tensa los ligamentos del peroné, al faltarle ménsula para apoyar el talón izquierdo, cubierto su empeine por la planta del otro y ensartados al árbol de salvación con un sólo clavo, iniciativa gótica, ajena a la economía y al ensañamiento del verdugo. Arriba, el acrónimo INRI, escarnio y escarmiento. A los pies un servidor.
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